Portada » Magisterio » Etapas Fundamentales en la Dinámica de Grupos: Diseño y Fase Inicial
Desde una perspectiva integral, se pueden diferenciar cinco estadios clave en la evolución de un grupo:
Es importante destacar que estas fases no son compartimentos estancos. La dinámica grupal rara vez sigue un desarrollo lineal y progresivo. A menudo, las fases se solapan, pueden producirse retrocesos, y la intensidad de los factores y objetivos varía según el tipo de grupo.
El Trabajo Social con grupos debe fundamentarse en un diagnóstico metodológicamente correcto y cuidadosamente elaborado. Este diagnóstico debe constatar un conjunto de carencias y dificultades, establecer metas derivadas del análisis del contexto social de los participantes y, finalmente, definir las características específicas del grupo a desarrollar (duración, objetivos, número de participantes, etc.).
En esta etapa, el trabajador social debe analizar, prepararse, tomar decisiones y llevar a cabo tareas previas al primer encuentro. Un trabajo detallado en esta fase es crucial para una intervención profesional exitosa.
Un diagnóstico adecuado proporciona numerosas ventajas, aportando seguridad al trabajador social (gracias al análisis previo de la situación) y un mayor nivel de competencia (al poseer información previa sobre los participantes).
El término «necesidad» o «problema» no se limita a una situación conflictiva, sino que también abarca las dificultades que surgen cuando una persona no puede aprovechar oportunidades por falta de habilidades, a pesar de estar socialmente integrada. El diagnóstico permite conocer si la dificultad radica en la falta de habilidades o conocimientos, o en el afrontamiento de una etapa vital compleja. El Trabajo Social con grupos parte de la premisa de que las personas experimentan diversas situaciones a lo largo de su vida y, en algunas de ellas, necesitan apoyo.
A partir de un diagnóstico correcto, se establecen las metas a lograr. Definir el propósito del grupo proporciona dirección al trabajo grupal. Para ello, se debe incluir información sobre:
Un propósito amplio que integre las metas individuales con las del grupo facilita el éxito. Cuanto más cercana e interesante sea la meta común para cada miembro, mayores serán las probabilidades de éxito. Compartir metas y objetivos mantiene el interés y la constancia.
La intervención profesional del trabajador social con grupos no puede desvincularse del entorno en el que se aplica. El ambiente en el que se desarrolla el grupo es fundamental, ya que define las situaciones problemáticas y las metas a conseguir. Un entendimiento inadecuado del entorno limita las probabilidades de éxito, dado que las normas, valores y actitudes de los participantes están influenciados por dicho entorno.
La estructura del grupo depende del diagnóstico y de las metas perseguidas. Se diferencian los grupos previamente formados (donde la composición está determinada) de aquellos que no lo están. En el caso de grupos preformados, el trabajador social se centra en el análisis de las necesidades individuales y las dinámicas del grupo. Para grupos no formados, el trabajador social decide quiénes lo integrarán, considerando características personales, requisitos de la tarea y metas.
Principios fundamentales para una práctica profesional adecuada:
Otras variables a tener en cuenta al diseñar el grupo:
Es importante determinar con exactitud la programación temporal: frecuencia, duración de cada sesión y duración total del grupo. La duración de los grupos es variable (desde una sesión hasta varios años). Los grupos de corta duración (1-12 sesiones) han demostrado eficacia en diversas necesidades.
La entrevista inicial es la forma más utilizada para establecer contacto. Proporciona la primera impresión y aporta información indispensable:
Los avances tecnológicos han permitido el surgimiento de dinámicas de grupo en red, superando la necesidad de proximidad física. En la web, se reformulan signos del lenguaje no verbal y el anonimato puede ampliar la dinámica grupal.
Ventajas:
Aspectos negativos:
Internet es un espacio de intercambio de información que redefine la interacción social. El trabajador social utiliza Internet para favorecer habilidades y como nuevo espacio de interacción, enfrentándose a nuevas formas de exclusión, dependencia e interacción.
Para acceder o desarrollar un grupo cibernauta, se requiere acceso a un ordenador y línea telefónica. Los retos incluyen el liderazgo, la adaptación a las características de Internet, el uso de recursos de información, el diseño de comunidades virtuales y la visualización de comportamientos adecuados e inadecuados. Es necesaria la colaboración interdisciplinar para que la recreación virtual de interacciones sociales permita el aprendizaje e incorporación práctica de habilidades.
Tras un diseño correcto, la fase inicial, donde el grupo se reúne por primera vez, es crucial. Los participantes experimentan un proceso de inclusión, que lleva a la cohesión como miembros, y un proceso de orientación hacia las metas establecidas.
La primera reunión no implica la existencia de un grupo consolidado. Las personas se conocen, aún no hay cohesión ni metas comunes, y existe preocupación por la existencia y mantenimiento del grupo. Los integrantes desconocen su papel y el tipo de interacción que se desarrollará. El trabajador social tiene un doble objetivo: lograr que las personas trabajen juntas de forma cooperativa y productiva, y favorecer que cada miembro sienta que su contribución individual es valiosa y reconocida.
La cultura de cada persona influye en su predisposición a participar. En sociedades diversas, los trabajadores sociales deben prestar atención a estas cuestiones para lograr la integración progresiva de los participantes, ayudándoles a identificar prejuicios culturales y a respetar las normas.
Al reunirse por primera vez, los participantes tienen dudas sobre su aceptación, el papel del trabajador social y de los demás integrantes. Desconocen si el grupo será adecuado para sus propósitos y si los demás comparten sus puntos de vista. El éxito dependerá de la puesta en común de necesidades y la capacidad de encontrar puntos de encuentro. El trabajador social también experimenta incertidumbre y debe gestionar sus dudas.
En esta etapa, las personas buscan conocerse y evitan conflictos, ya que las metas y normas aún no están establecidas. El objetivo prioritario del trabajador social es tratar adecuadamente los conflictos que puedan surgir. Cada persona busca su lugar, y al establecerse las normas, se comprenden las conductas aceptables e inaceptables.
Los patrones de comunicación aún no están establecidos; la comunicación suele ser centrada en los demás, dispersa y sin continuidad. Los participantes evitan mostrar aspectos íntimos por falta de familiaridad. Las primeras interacciones suelen ser conversaciones estereotipadas. Las conductas comunicativas varían: algunos permanecen en silencio, otros intentan reducir el nerviosismo con conversaciones o preguntas. Estas interacciones darán lugar progresivamente al patrón comunicativo característico del grupo.
Es una condición necesaria para el desarrollo del grupo. Un clima de confianza adecuado satisface la necesidad de seguridad, fomenta sentimientos de afecto y apoyo mutuo, aumenta la autoestima y mejora el bienestar y la productividad. La falta de confianza produce el efecto contrario.
La principal estrategia metodológica del trabajador social para generar confianza es el “modelado”: el profesional actúa como modelo a través de sus actitudes y conducta.
Actitudes que favorecen la confianza:
En la primera reunión conjunta, es fundamental lograr una presentación adecuada de cada participante. El trabajador social establece los términos y la información básica a compartir. La presentación es el punto de partida de la interacción y debe prestarse atención tanto a la comunicación verbal como a la no verbal. Al compartir preocupaciones comunes, los participantes pueden darse cuenta de que no están solos.
La dinámica de grupos requiere flexibilidad. El propósito fijado en la fase de diseño se reformula en un proceso de ajuste constante. Un propósito claro da fuerza y contenido a las acciones, proporciona contexto, sirve de guía y permite una evaluación continua.
El propósito dota al grupo de orientación, esperanza y compromiso. Compartir metas motiva la comunicación y la interrelación. Una vez establecido un consenso básico, se convierte en la base para alcanzar acuerdos.
Metas comunes observadas en los participantes de dinámicas grupales:
El trabajador social desempeña un papel relevante en la fijación del propósito. Debe tener una formulación clara y compartirla con los participantes, fomentando la retroalimentación. El propósito grupal no es inmutable, sino susceptible de evolución. En grupos involuntarios o preformados, el propósito puede definirse cuando los miembros perciben beneficios, transformando el grupo en voluntario.
Es crucial que el trabajador social exponga cómo tratar los contenidos y la información generada, así como el nivel de confidencialidad adecuado. Las filtraciones de información dañan gravemente la trayectoria del grupo e influyen negativamente en la confianza y la cohesión.
En esta fase inicial, el trabajador social debe proponer normas generales para facilitar el comienzo y desarrollo del grupo. Posteriormente, de la interacción grupal emergerá un sistema de normas específico. Es necesario que cada persona conozca sus derechos, responsabilidades y las normas que rigen sus relaciones.
Normas generales:
Muy activo en esta fase. Asume un papel más directivo para orientar y organizar la interacción. Debe motivar a los participantes, potenciando sus habilidades para trabajar en grupo.
Práctica profesional del trabajador social: