Portada » Historia » Estrategia Cultural de Estados Unidos: El Ascenso de Nueva York como Capital Mundial del Arte Moderno
Una de las cosas que Estados Unidos comprendió rápidamente en el periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial fue la necesidad de reorganizar todo. El cambio de paradigma político y social a nivel mundial fue visto por los norteamericanos como una oportunidad no solo de florecer económicamente, al tiempo de construir y solidificar su modo de ver el mundo, sino también como la oportunidad para posicionarse ante el mundo como una nación respetable.
Con esta finalidad, los norteamericanos se valieron de todo tipo de argumentos, entre los cuales la Cultura fue protagonista. Históricamente ninguneados por la cultura europea, sobre todo por los franceses que los consideraban «cowboys sin cultura», los norteamericanos vieron la oportunidad de crear políticas culturales que les permitieron promover a sus artistas no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
Serge Guilbaut, en su libro De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno, da cuenta de cómo Estados Unidos, que en esos momentos detentaba el poder económico y militar a nivel mundial, logró transformarse en potencia en el terreno cultural.
Apoyados en la inmigración de importantes intelectuales europeos durante los periodos de preguerra y posguerra, se promovieron diferentes voces y posiciones, lo que generó un auspicioso clima de debate y creación.
Este desarrollo se sustentó en varios frentes:
Además, los departamentos de investigación de las universidades de EE. UU. integraron a sus equipos de gestión y administración de negocios la idea de la «interdisciplinariedad», con lo que comenzaron a interactuar con las escuelas de arte y las nuevas galerías. De este modo, el debate cultural no quedaba entre estudiantes de las distintas disciplinas artísticas, sino que se trasladaba al campo de la economía y la filosofía, con el consiguiente resultado en la producción de arte y la aparición de otra producción artística. Este golpe terminó por relegar a los europeos, que todavía mantenían las escuelas de arte separadas de la universidad.
Como hemos dicho, la tradición artística norteamericana fue casi inexistente. En los años treinta, los años de la Depresión, se inicia el cambio, entre otras cosas, por las políticas de apoyo estatal al arte que programó el Gobierno demócrata de Roosevelt:
Asimismo, este cambio fue impulsado por el desarrollo de un nuevo ideal artístico nacionalista inspirado en el ejemplo de los muralistas políticos mexicanos, como Orozco, Rivera y Siqueiros, que trabajaron en Estados Unidos por aquellas fechas.
El posterior traslado a Nueva York de figuras como Breton, Ernst, Léger, Masson, Matta, Mondrian, Chagall, Lipchitz y Dalí, que huían de la guerra y de los nazis y que ansiaban romper con el pasado y comenzar a vivir en un nuevo mundo, se tradujo en la defensa de una pintura abstracta.
En esta pintura, «la única realidad la proporcionaba la efusión expresiva del yo, que hallaría su único cauce adecuado en el uso de la técnica superrealista del automatismo, el gesto, la acción violenta y espontánea de expandirse incontroladamente por el lienzo».
De ahí los nombres de pintura de acción o gestual para este movimiento, conocido como Expresionismo Abstracto.
La denominación de Escuela de Nueva York es más sociológica que estética y lo que pretende es subrayar el dominio de un centro urbano como capital mundial de la vanguardia, en tanto emisor de las novedades artísticas destinadas a imponerse internacionalmente y también como mercado para el consumo de dichas novedades.
En los inicios de la Escuela de Nueva York participaron: