Portada » Historia » España entre Crisis y Dictadura: Eventos Clave 1917-1931
La crisis política de 1917 en España fue un momento clave que evidenció la descomposición del sistema político de la Restauración. Tres organismos amenazaron el régimen: las Juntas Militares de Defensa, que exigían mejoras laborales; la Asamblea de Parlamentarios, que fracasó por el miedo a una huelga general; y la Huelga General Revolucionaria, liderada por socialistas y anarquistas, que fue reprimida con violencia pero intensificó la conflictividad social.
La influencia de la Revolución rusa radicalizó a los obreros, aumentando la afiliación sindical (UGT y CNT) y provocando revueltas campesinas en el trienio bolchevique (1918-1920). En Barcelona, el pistolerismo entre obreros y patronos dejó más de 300 muertos, mientras los empresarios respondieron con despidos y cierres (lock-out), y se aplicó la Ley de Fugas para reprimir a los sospechosos.
En Marruecos, el Desastre de Annual en 1921, donde Abd el-Krim derrotó al ejército español causando 13.000 muertos, agravó la crisis. El Informe Picasso sobre el fracaso nunca se publicó por presiones políticas.
La incapacidad de los gobiernos, la violencia social y los problemas en Marruecos, junto con la falta de respuesta del rey Alfonso XIII, llevaron al golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 e iniciaron una dictadura que duró hasta 1930.
Buscó consolidar la República y establecer un nuevo modelo de Estado. Declaró a España como una República de trabajadores, garantizó amplios derechos ciudadanos con acceso al Tribunal de Garantías Constitucionales, instauró el sufragio universal con voto femenino desde 1933 y fijó la mayoría de edad en 23 años.
Estableció la división de poderes:
Reconoció la autonomía regional para abordar el nacionalismo periférico y subordinó la propiedad privada al interés nacional, permitiendo su nacionalización. Sentó las bases de las reformas republicanas y reflejó las aspiraciones de clases trabajadoras y medias radicalizadas, pero fue rechazada por sectores conservadores como la Iglesia, los terratenientes y la alta burguesía, que conspiraron contra ella.
Los enfrentamientos provocaron la reorganización de las derechas. En las elecciones de 1933 votaron por primera vez las mujeres. Los partidos de izquierda se presentaron desunidos, y todo ello desembocó en la victoria electoral de la CEDA de Gil Robles y el Partido Radical de Lerroux. Alcalá Zamora (presidente de la República) encargó a Lerroux la formación de gobierno para evitar que Gil Robles fuera el presidente. El gobierno paralizó las reformas iniciadas en el Bienio Reformador. Su programa político incluía la modificación de la Constitución y logró movilizar a las masas católicas. En la derecha también se formaron grupos radicalmente antirrepublicanos como Renovación Española, los carlistas y Falange Española, creada por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, se estableció como una variante del fascismo.
Primo de Rivera estableció un gobierno autoritario formado solo por militares (ocho generales y un contralmirante). Solo Primo de Rivera tenía atribuciones y rango de ministro, concentrando en sus manos todo el poder y disolviendo las Cortes y diputaciones provinciales, salvo las vasco-navarras. Era un gobierno autoritario que imitaba la dictadura de Mussolini. Se reorganizó la administración pública con medidas centralistas; se establecieron delegados gubernamentales de partido y se disolvieron los ayuntamientos, poniéndolos en manos de personas afines al régimen.
Se aplicó una fuerte represión contra la oposición: se ilegalizó la CNT, lo que llevó a la radicalización del anarquismo con la creación de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) en 1927, y se sancionó a intelectuales como Unamuno. Mientras, el PSOE y la UGT colaboraron con la Dictadura. Se fundó la Unión Patriótica (1924), partido único inspirado en el fascismo, con el objetivo de institucionalizar la dictadura, pero el distanciamiento de los partidos dinásticos, que estaban descontentos, debilitó su apoyo.
En 1925, el desembarco de Alhucemas, realizado por tropas franco-españolas, puso fin a la Guerra de Marruecos y derrotó a los rifeños de Abd el-Krim.
Tras la Guerra de Marruecos, muchos pidieron la disolución de la dictadura, pero Primo de Rivera instauró un Directorio Civil en 1925 para perpetuar el régimen. Formado por técnicos de la Unión Patriótica y algunos militares, en 1926 convocó una Asamblea Nacional para eliminar el sistema liberal-parlamentario y derogar la Constitución, aunque solo tenía carácter consultivo. También disolvió el Parlamento.
En 1929 propuso una nueva Constitución, pero fue rechazada por los partidos dinásticos, la oposición y la prensa. Intentó ampliar la Asamblea para hacerla más representativa, sin éxito.
Colaboró con el PSOE y la UGT creando Comités Paritarios con representación de patronos y obreros para regular las condiciones laborales bajo el principio fascista de colaboración de clases. Aplicó una política económica intervencionista con proteccionismo, ayudas fiscales, creación de empresas públicas como CAMPSA y obras públicas, beneficiándose de la buena coyuntura internacional (los felices años 20), pero aumentando la deuda pública, especialmente con las exposiciones de Barcelona y Sevilla de 1929.
El Rey no tardó en darse cuenta de que la dictadura estaba agotada, por lo que encargó la formación de gobierno al general Dámaso Berenguer para cerrar la página del régimen y volver a la fase anterior a 1923. Este fue el «error Berenguer», o tal vez borbónico: querer actuar «como si nada hubiera pasado» desde el golpe de Estado de Primo de Rivera.
La gestión de la Dictablanda, apelativo irónico de la prensa para este periodo, fue vacilante y contradictoria en el restablecimiento de los derechos y libertades, lo que trajo el descontento de todos los grupos sociales. Esta oposición se manifestaba ya abiertamente republicana.
El auge de los movimientos republicanos fue manifiesto durante ese año, sumándose políticos de ideología derechista como Alcalá Zamora o Miguel Maura, junto con los liberales y los grupos nacionalistas.
Todos los grupos del movimiento obrero (PSOE, UGT, CNT) se sumaron al movimiento republicano. Incluso una parte del ejército, dividido por la cuestión artillera, empezaba a tomar partido por una España republicana que se ponía de acuerdo en el «Pacto de San Sebastián» (agosto de 1930).
Tras este pacto, se creó un comité revolucionario que formaría el Gobierno Provisional de la República tras la desaparición de la monarquía. En diciembre hubo un pronunciamiento en Jaca de los capitanes García Hernández y Fermín Galán, que precipitó los acontecimientos. Este pronunciamiento a favor de la República fracasó.
García y Galán fueron fusilados e inmediatamente detenidos y encarcelados la mayor parte de los miembros del Comité Revolucionario; los restantes pasaron a la clandestinidad. El 15 de diciembre tuvo lugar un nuevo golpe militar en Cuatro Vientos, que también fracasó, pero sirvió para decantar masivamente a la opinión pública y a los intelectuales (Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala) a favor de la causa republicana. Estos publicaron un manifiesto de apoyo a la República. Berenguer, que comprendió la magnitud del fenómeno, dimitió el 14 de febrero de 1931.
Para entender correctamente el porqué del golpe de Estado militar que dio paso a la primera dictadura del siglo XX en España, hay que situarlo con precisión en todas las circunstancias políticas que lo hicieron posible.
Desde el punto de vista internacional hay que destacar el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia, que generó un justificado temor entre las clases burguesas a que el contagio revolucionario se propagara a sus propios países. En 1921 se había fundado en España el Partido Comunista, a partir de una escisión del PSOE. La crisis de la democracia y el surgimiento inmediato del fascismo italiano. En Europa Central, Japón y en los Balcanes se habían instaurado también regímenes autoritarios, y en Alemania ya planeaba la sombra de Hitler, quien en octubre de ese mismo año protagonizó el «Putsch» o fracasado intento golpista de Múnich contra la República de Weimar, el régimen democrático instaurado en Alemania tras su derrota en la Gran Guerra. Solo Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, por mencionar a los países más importantes, apostaban por el mantenimiento de la democracia.
En España hay que destacar, en primer lugar, el agotamiento del sistema de la Restauración y la crisis de la monarquía parlamentaria. En segundo lugar, la agitación social, y en tercer lugar, el creciente protagonismo del ejército en la vida política del país, que ya se había manifestado en la Crisis de 1917. El Desastre de Annual fue la última humillación militar sufrida por el ejército, la más importante desde el Desastre de 1898. Las casi 13.000 bajas padecidas en la descabellada e imprudente operación estratégica del general Silvestre gravitaron pesadamente sobre la opinión pública española y sobre los militares, quienes culpaban al poder civil del desastre padecido.
La corrupción política, el alza de los precios y la sangría permanente de Marruecos reclamaban, según algunos, una solución drástica al problema: una política quirúrgica que hundiera el bisturí en los males que aquejaban a la nación.
La idea regeneracionista del «cirujano de hierro», que acuñó Joaquín Costa, fue aireada por la prensa tanto de izquierda como de derecha y empezó a abrirse paso entre los españoles.
Por último, el auge de los nacionalismos periféricos alarmaba a las fuerzas más sensibles del país. El nacionalismo catalán y vasco era visto con repugnancia tanto por el ejército como por los grupos de ideología derechista, a pesar de que el catalanismo era en aquel momento muy moderado.