Portada » Arte » Escultura y Pintura Románica: Características, Simbolismo y Obras Clave
La escultura románica emerge a finales del siglo XI. Se manifiesta principalmente de dos formas: como relieve, integrado en la decoración arquitectónica, y como escultura exenta, destacando las representaciones de Cristo crucificado y la Virgen con el Niño.
El relieve es un elemento fundamental en las portadas y los capiteles de las iglesias románicas. En las portadas, la decoración escultórica se distribuye en varias partes clave:
En los capiteles de las columnas, tanto en el exterior como en el interior, los temas pueden ser figurativos (escenas bíblicas, vidas de santos, alegorías morales, monstruos) o de tipo vegetal y geométrico.
La representación de Cristo en la cruz durante el románico es la de un Cristo triunfante sobre la muerte. Se muestra hierático, a menudo con cuatro clavos (Christus triumphans), con los ojos abiertos y sin signos de sufrimiento extremo. Su disposición en la cruz es marcadamente simétrica. Esta imagen contrasta fuertemente con la representación del Cristo doliente y patético que se desarrollará en el arte gótico.
La imagen de la Virgen María con el Niño Jesús es una de las representaciones más comunes. La Virgen aparece frecuentemente como trono del Salvador, conocida como Sedes Sapientiae (Trono de la Sabiduría). Se muestra hierática, frontal y ausente de expresión emocional, con el Niño Jesús en su regazo, también frontal y en actitud de bendecir o sosteniendo las Escrituras. Esta representación solemne y distante difiere de las imágenes góticas, donde se enfatizará la ternura y el afecto maternal.
La pintura románica está intrínsecamente ligada al marco arquitectónico, especialmente en el interior de las iglesias, donde contribuye a crear un ambiente espiritualmente acogedor y didáctico. Las principales manifestaciones son:
El monasterio benedictino de San Pedro en Moissac (Occitania, Francia) conserva una de las portadas más impresionantes del arte románico, datada alrededor de 1115-1130. Su riquísima decoración escultórica se despliega en la portada occidental:
Obra cumbre de la escultura románica tardía, casi en transición al Gótico, el Pórtico de la Gloria fue realizado por el Maestro Mateo y su taller entre 1168 y 1188 para la Catedral de Santiago de Compostela. Presenta un complejo programa iconográfico distribuido en tres arcos:
Alrededor de las basas de las columnas de las jambas del arco central, se observan representaciones de criaturas demoníacas y animales salvajes (representando quizás a los pecadores), simbolizando el mundo del pecado sometido. El conjunto escultórico del Pórtico de la Gloria destaca por su humanización de las figuras, la búsqueda de individualización en los rostros y un tratamiento más naturalista de los paños, anunciando el cambio estilístico hacia el Gótico.