Portada » Historia » El Ascenso del Islamismo y la Yihad Global: Orígenes y Transformaciones Históricas
La politización del islam no se reduce a la Revolución Iraní de 1979, que fue un momento culminante. Esta politización y el crecimiento de movimientos islamistas se gestaron a través de diversos factores.
Entre los estudiantes de esta época se formó una vanguardia intelectual islamista, un primer factor clave que permitió la consolidación de estos movimientos. Además, dos grupos sociales fueron particularmente permeables a la movilización islamista:
Las clases medias, privadas del acceso a la política y económicamente controladas por regímenes militares o monárquicos, encontraron en el islamismo un movimiento alternativo que sí logró que sus ideas penetraran en la sociedad y atrajeran seguidores.
En resumen, la vanguardia islamista (inteligencia islamista), la juventud urbana pobre y la burguesía piadosa constituyeron los tres factores fundamentales para el ascenso del islamismo al poder. Según Kepel, aquellos movimientos que lograron unificar a estos tres grupos bajo un mismo estandarte pudieron llegar al poder y consolidarse.
En 1979, la URSS intervino en Afganistán. Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán proveyeron ayuda masiva a la resistencia afgana, conocida como los Muyahidín (personas que hacen la yihad).
Según la doctrina islámica, la yihad defensiva obliga a todos los creyentes y a aquellos que integran la comunidad islámica a luchar para recuperar el territorio o para expulsar de territorio santo a quienes lo ocuparon. En contraste, la yihad ofensiva no es una obligación de todos los creyentes del islam; solo las personas que la proclamen y quienes integren ese movimiento irán a la guerra, pero no es una obligación moral para todos los creyentes.
Este punto es importante porque, desde esta perspectiva, la invasión de la URSS a Afganistán fue considerada una yihad defensiva, lo que implicaba la obligación de todo creyente de sumarse a esta lucha.
Hacia 1978, con la Revolución Saur en Afganistán, los intelectuales islamistas no tenían arraigo en la población, que era principalmente rural (entre el 70% y el 85% de la población afgana). Sin embargo, cuando la URSS entró en Afganistán, la mayoría de los afganos se sumaron a la resistencia organizada por los intelectuales islamistas. Algunos lo hicieron por motivación personal, otros porque se vieron obligados a refugiarse en Peshawar (Pakistán) y allí entraron en contacto con estas redes.
En Peshawar, había siete partidos reconocidos. El General Zia, un dictador que apoyaba al partido Jamaat-e-Islami, beneficiaba principalmente al Hezb (el partido más apoyado en Peshawar). Jamaat-e-Islami estaba bastante asociado a los Hermanos Musulmanes.
Peshawar se convirtió en un centro para la primera generación afgana urbanizada y alfabetizada de forma masiva, lo que se asemeja a la «juventud urbana pobre» mencionada anteriormente. La escolarización se llevó a cabo sobre todo a través de las redes controladas por el Hezb y de las madrasas deobandis. En estas escuelas se formaron los Talibán de Afganistán en los años 90.
En 1989, los soviéticos se retiraron. La debacle comunista provocó que la cuestión afgana fuera retirada de la agenda estratégica norteamericana, lo que redujo la ayuda a la resistencia. Sin embargo, la guerra continuó hasta 1992.
Esta nueva yihad ya no se encontraba bajo el control de ningún Estado y estaba disponible para luchar por las causas más diversas del islamismo radical en cualquier parte del mundo. No tenía que rendirle cuentas a nadie (ningún Estado o actor social tradicional), convirtiéndose en «electrones libres de la yihad» o «islamistas profesionales». Estos militantes, entrenados para el combate, se situaban en zonas tribales paquistaníes, feudos de contrabandistas que carecían de autoridad, o en los campos de refugiados de los muyahidines afganos.
En este medio surgió una ideología islamista nueva e híbrida, que racionalizó la existencia y el comportamiento de los militantes: el Salafismo Yihadista.
El salafismo designa a una escuela de pensamiento que buscaba retomar la tradición de los «piadosos antepasados» frente a los avances y la propagación de las ideas europeas. Los salafistas comprendían las conminaciones de los textos sagrados en su sentido literal, siendo hostiles a cualquier innovación, considerada una «interpretación humana».
Dentro de esta corriente, se distinguen los Jequistas y los Salafistas Yihadistas. Estos últimos sentían un respeto puntilloso por los Textos Sagrados, considerados en su sentido literal, pero lo combinaban con la prioridad acordada a la yihad, cuyo enemigo principal era América. Consideraban que la situación del mundo musulmán ya estaba lo bastante madura para pasar a la ofensiva y llevar a cabo la yihad, cuando se presentara la ocasión, lo que conduciría a la proclamación del Estado Islámico.
El autor sugiere que, en parte, eran herederos de quienes habían sido responsables de la muerte de Sadat y de Azzam, del grupo egipcio Tanzim al-Yihad. Por otro lado, tenían afinidades con otro movimiento que surgió en la misma época, en la misma región y en el mismo contexto: los Talibán.
Los Talibán no se proyectaban en el mundo a través de un Estado y solo mantenían relaciones diplomáticas con Pakistán y con quien era su principal socio comercial desde que habían roto relaciones con Arabia Saudita: los Emiratos Árabes Unidos.