Portada » Psicología y Sociología » Dinámicas Intergrupales, Prejuicio y Estereotipos: Una Perspectiva Psicosocial
Un comportamiento es intergrupal cuando los individuos mantienen relaciones y se perciben a sí mismos como miembros de un grupo y a los otros como miembros de otro grupo.
Comprender la dinámica de los grupos exige conocer las relaciones intergrupales que los grupos mantienen entre sí. Los grupos no viven aislados, sino que se relacionan y se entrelazan en un marco social en el que los factores culturales e históricos desempeñan un papel muy importante.
Las relaciones intergrupales no se pueden explicar atendiendo solamente a los procesos psicológicos de sus miembros (variables de personalidad o procesos cognitivos), sino que también deben abordarse desde un enfoque genuinamente grupal, considerando las relaciones que mantienen las personas entre sí en cuanto miembros de grupos.
Hay relaciones intergrupales que son de carácter cooperativo, y en otras ocasiones, tales relaciones son de carácter conflictivo. Sherif (1966) definió el comportamiento intergrupal afirmando que es el comportamiento que se da siempre que los individuos que pertenecen a un grupo interactúan colectiva o individualmente con otro grupo o con sus miembros según su identificación grupal.
Las relaciones intergrupales, en ocasiones, suelen estar repletas de acontecimientos conflictivos, y los grupos suelen percibirse recíprocamente de manera estereotipada y con hostilidad. Si observamos la Historia, grandes atrocidades se han cometido en un contexto intergrupal: los crímenes de guerra, los exterminios étnicos y la discriminación.
Tajfel y Turner (1979) reivindicaron que la psicología social tenía que retomar el área de las relaciones intergrupales, ya que la conducta intergrupal se sitúa en el polo más social del objeto de estudio de la psicología social por varias razones: por tratarse de una conducta que refleja en gran manera la influencia de los factores macrosociales y por constituir una clara manifestación de la subordinación psicológica del individuo al grupo.
Los psicólogos de los grupos se han preocupado por los prejuicios negativos. Un prejuicio es una actitud hostil hacia miembros de un exogrupo en la cual se da una evaluación negativa de esos individuos. Si se llega a admitir el modelo tripartito de las actitudes, al hablar de los estereotipos se pueden distinguir analíticamente tres componentes:
Katz y Braly (1933) definieron el prejuicio racial como un conjunto generalizado de estereotipos dotados de un alto grado de consistencia y que incluye respuestas emocionales a nombres de raza, una creencia en unas características típicas asociadas a estos nombres, así como una evaluación de sus rasgos físicos.
Pensar en el prejuicio como fenómeno de conocimiento hace que los prejuicios aparezcan constituidos por estereotipos.
Morales y Moya establecen la distinción conceptual entre estereotipo y estereotipia. Definen los estereotipos como “un conjunto de creencias, compartidas, acerca de los atributos personales que poseen los miembros de un grupo” y la estereotipia “consiste en utilizar los estereotipos para realizar inferencias, juicios, predicciones o conductas”.
En 1922, Lippman introdujo el término estereotipo en las ciencias sociales. Los estereotipos son estructuras cognitivas que ayudan a los individuos a procesar la información de su ambiente sobre grupos de individuos.
Fundador de la perspectiva cognitiva, Gordon Allport (1954) defiende que el estereotipo no es consecuencia de un procesamiento rígido de la información, sino que es consecuencia de la categorización.
Por categorizar hay que entender un proceso por el que se agrupa cognitivamente objetos individuales tratándolos como semejantes e intercambiables. La utilización de la categorización de los estímulos sociales conduce de forma inevitable a la formación de estereotipos, como también al desarrollo de los sentimientos de favoritismo endogrupal y la tendencia a la discriminación de los exogrupos.
Utilizando la categorización se puede percibir a los individuos como miembros de un grupo social (aspecto inductivo de la categorización), y por ello inferir una serie de atributos que tiene esa persona por el simple hecho de pertenecer a ese grupo social (aspecto deductivo de la categorización).
Ejemplo: Al ver a una persona con unos apuntes de Psicología lo categorizamos como estudiante de Psicología (aspecto inductivo) y después, le asignamos una serie de atributos: “interprétame un sueño” (aspecto deductivo).
Si todo el mundo tiene estereotipos, ¿por qué algunas personas los tienen positivos y otros negativos? Para ello, nos lo explica Tajfel (1969).
Según Tajfel, la categorización produce el efecto cognitivo del aumento de las semejanzas intracategoriales y de las diferencias intercategoriales, así como un efecto evaluativo: la tendencia de los individuos a favorecer y evaluar de forma más positiva a los miembros de su grupo.
Tajfel ofreció una visión diferente de los estereotipos e introdujo una perspectiva cognitiva y motivacional para explicar la psicología social del conflicto intergrupal recurriendo al análisis de los procesos cognitivos. Asumía que, si bien la estereotipia es un fenómeno generado por estrategias estándar del procesamiento de la información, además de su función cognitiva, hay que añadirles, como función también de carácter individual, el tener un componente de valor al pretender lograr una autoestima positiva, así como las siguientes funciones sociales:
Tajfel no considera al estereotipo como el producto de una deficiencia individual, sino que enfatiza el papel desempeñado por los factores sociales y su interacción con los procesos cognitivos y motivacionales. El estereotipo y la manifestación del prejuicio se acentúan en las situaciones en las que la posición del grupo y/o su imagen se ven amenazadas por otro(s) grupo(s).
Las teorías psicosociales de las relaciones intergrupales tratan de la naturaleza, causas y consecuencias de las representaciones de los individuos de las relaciones entre su grupo y otros grupos. El análisis de las relaciones intergrupales exige una perspectiva grupal. Pero previamente, en la psicología de los grupos se desarrolló un conjunto de teorías propias de un enfoque individualista.
El modelo propuesto por Smith supuso plantear un modelo alternativo a la concepción tradicional de los prejuicios como actitudes negativas hacia el exogrupo.
Smith puso en relación las emociones sociales con la Identidad Social y propuso una nueva conceptualización del prejuicio como emoción social.
Smith cuestionó el concepto tradicional del prejuicio como actitud negativa hacia el exogrupo. Desde la perspectiva tradicional, las creencias que conforman el estereotipo de un determinado grupo provocan el aspecto evaluativo del prejuicio.
Al estar los estereotipos formados por las creencias que un individuo tiene acerca de un grupo, la actitud de este individuo hacia dicho grupo debe estar en función de la evaluación de las creencias que mantiene y de la fuerza con que tales creencias se mantienen.
Dicha concepción de prejuicio como actitud negativa implica una serie de limitaciones:
La principal es su incapacidad de captar la especificidad tanto emocional como situacional que tiene el prejuicio.
La teoría de Smith se basó en la Teoría de la Categorización del Yo de Turner y cols. (1987) y en la Teoría del Appraisal Emocional (Lazarus, 1991).
Smith resalta que la pertenencia al grupo social puede formar parte de la Identidad Social del individuo, siempre que esta se haga saliente, lo cual tendrá lugar cuando:
Cuando la Identidad Social se hace saliente, se aumenta la homogeneidad endogrupal percibida, así como la diferenciación con el exogrupo. Cuando un grupo pasa a formar parte del yo, la pertenencia a ese grupo adquiere un significado afectivo y motivacional.
Estas teorías identifican la emoción con un síndrome complejo en el que coexisten cogniciones, sentimientos y tendencias para la acción. Dicho síndrome se activa a partir de una serie de cogniciones (appraisal) que están asociados a una determinada emoción.
Según Smith, el prejuicio debe ser definido como emoción social experimentada en relación con la propia Identidad Social como miembro de un grupo, teniendo a un exogrupo como objetivo.
Ejemplo: Si los miembros de un grupo perciben que los miembros del exogrupo están recibiendo beneficios inmerecidos, la percepción de esta situación constituye un appraisal que da lugar a un sentimiento de ira (emoción prejuiciosa) que puede provocar comportamientos discriminatorios hacia el exogrupo.
Concebir el prejuicio como emoción social no tiene por qué oponerse a la concepción del prejuicio como actitud, ya que, a pesar de la especificidad situacional, determinados individuos pueden tener actitudes poco influenciables por el contexto.
Para combatir el racismo y los prejuicios:
Destaca la Hipótesis del Contacto (Allport, 1954), que planteaba que el contacto intergrupal puede favorecer un cambio de actitudes y relaciones entre los miembros de distintos grupos, ya que posibilita un mejor conocimiento de los grupos entre sí. Lo cual sirve como base para la mutua comprensión y aceptación de las partes interactuantes.
Pero el contacto, aun siendo una condición necesaria, no es suficiente para la disminución del prejuicio y la discriminación de los grupos.
Allport sostuvo que el contacto es beneficioso para la disminución del prejuicio y de las actitudes xenófobas si los grupos implicados tienen:
Dicho contacto puede producir efectos positivos en la disminución de prejuicios, pero ha de darse según ciertas condiciones, que serán expuestas por Amir (1976):
Consideraciones adicionales sobre el contacto:
El racismo es un tipo de prejuicio, al igual que el sexismo es otro tipo de prejuicio (aunque esta clasificación no es del todo precisa, como veremos).
Se basa en la creencia en la existencia de razas, en que las diferencias físicas determinan las diferencias morales y culturales, en que la conducta del individuo depende básicamente del grupo racial al que pertenece, y en que hay razas superiores e inferiores, estableciendo una jerarquía.
El racismo ha ido disminuyendo, pero hay más racismo de lo que se reconoce, ya que se expresa de forma distinta. Han surgido nuevas formas de racismo, tales como el simbólico, aversivo, latente o ambivalente.
Pettigrew distingue entre racismo manifiesto y racismo sutil.
Consta de dos componentes:
Este tipo de racismo pide la exclusión, ve al otro como una amenaza y evita el contacto.
Consta de tres componentes:
Pettigrew y Meertens (1995) elaboraron una escala para medir el RM y el RS, a partir de la cual se genera una tipología en función de las respuestas obtenidas en cada subescala:
Los racistas sutiles rechazan a las minorías, pero haciéndolo de manera socialmente aceptable. No restringirían ni incrementarían los derechos de los inmigrantes. No enviarían a todos los inmigrantes a casa, solo a los malos. Rechazan las medidas forzadas para mejorar las relaciones inmigrantes-nativos y apoyan medidas suaves de integración.
El sexismo puede entenderse en sentido amplio como una actitud dirigida hacia una persona en virtud de su pertenencia a los grupos basados en el sexo (hombres y mujeres). En un sentido más usual, se refiere al prejuicio hacia la mujer.
Realmente, el sexismo es una IDEOLOGÍA, no solo un prejuicio.
Por sexismo hay que entender una IDEOLOGÍA DE GÉNERO que implica un conjunto de creencias acerca de los roles, las características, los comportamientos, etcétera, considerados apropiados para los hombres y las mujeres, y sobre las relaciones que los miembros de ambos grupos deben mantener entre sí.
Lo importante de esta definición es que al hablar de sexismo no hablamos solo de prejuicios, hablamos de una IDEOLOGÍA, es más que un prejuicio. Esta ideología no es neutral, sino que intenta perpetuar la situación de subordinación de las mujeres.
Por ejemplo, en las religiones, las mujeres no son bien tratadas, ya que las escribe un hombre.
Glick y Fiske (1996) sostienen que, en las sociedades occidentales actuales, una de las formas en la que se expresa el sexismo es a través del sexismo ambivalente (SA), en el cual coexiste una antipatía sexista hacia las mujeres con sentimientos positivos hacia ellas.
El sexismo procede de relaciones estructurales entre hombres y mujeres:
Dentro de este sexismo ambivalente se pueden considerar dos componentes estrechamente relacionados: el sexismo hostil (SH) y el sexismo benévolo (SB).
El sexismo hostil significa un paternalismo dominante, una diferenciación de género competitiva y una hostilidad heterosexual. Se caracteriza por una clara antipatía y rechazo hacia las mujeres, sobre todo hacia las que desafían el poder establecido.
El sexismo benévolo significa un paternalismo protector, una diferenciación de género complementaria y una intimidad heterosexual. Asume que las mujeres están mejor en determinados roles (madre y esposa) porque son más débiles que los hombres.
Los sexistas benévolos tienen una buena imagen de las mujeres que se ajustan a un rol sumiso, pero rechazan, como los sexistas hostiles, a las que desafían el orden establecido.
El SH y el SB son una potente combinación que promueve la subordinación de las mujeres, actuando como un sistema articulado de recompensas y de castigos que indica a las mujeres cuál es su sitio. El SB debilita la resistencia de las mujeres, ofreciéndoles las recompensas de protección si se ajustan al rol tradicional de género, y da una buena imagen del hombre.