Portada » Psicología y Sociología » Dimensiones Fundamentales del Ser Humano: Sociedad, Identidad y Trascendencia
La sociabilidad surge de manera natural en el ser humano, poniendo a la persona como el centro de las relaciones. Cada individuo es un centro de valor en sí mismo, experimenta la vida a través de su propia experiencia, pero también puede trascender este centrismo al preocuparse y entregarse a los demás. Las relaciones interpersonales, como las de amistad, amor y familia, son esenciales para el desarrollo humano, pues permiten el descentramiento: salir de uno mismo para compartir con los demás.
En este modelo, la sociabilidad humana se organiza a través de estructuras externas como el Estado o instituciones centralizadas. La vida social se orienta hacia el colectivismo, donde el individuo es visto como una parte funcional dentro de un todo mayor. Las relaciones humanas tienden a ser funcionales y subordinadas a las necesidades del sistema colectivo, priorizando el orden y la organización por encima de las relaciones personales. Este enfoque considera que las sociedades son construcciones artificiales que no son naturales al individuo, sino que responden a un sistema político centralizado.
Estos tipos de relación interpersonal muestran cómo el ser humano construye sus vínculos de manera diversa, desde interacciones más superficiales hasta conexiones profundas y significativas.
La función socializadora de la educación radica en la transmisión de conocimientos, normas, valores y habilidades que permiten la integración del individuo en la sociedad. A través de la educación, se inculcan patrones culturales, se fomenta la socialización y se prepara a los individuos para su participación activa en la vida social, contribuyendo así a la cohesión y estabilidad de la comunidad. La educación proporciona valores, costumbres e ideas que facilitan la integración en la sociedad.
Algunas de las virtudes sociales promovidas por la educación son:
Según Taylor, el concepto de “otros significativos” juega un papel crucial en la formación de la identidad humana. Los “otros significativos” se refieren a aquellos individuos importantes en nuestra vida, como los padres, amigos cercanos o personas que influyen profundamente en nuestro desarrollo personal. La identidad humana, para Taylor, no se forja de manera aislada o individualista, sino que se define en relación con los demás.
La construcción de quiénes somos ocurre en un proceso dialógico (que está relacionado con el diálogo, es decir, el intercambio de ideas, pensamientos o experiencias entre dos o más personas). Desde nuestra infancia, no podemos definirnos sin la influencia de aquellos que nos rodean, como los padres o personas cercanas. A través de la interacción con ellos, aprendemos los lenguajes y valores que nos permiten autodefinirnos. La identidad no se forma de manera monológica, sino en constante diálogo, y esta interacción continúa a lo largo de la vida, afectando profundamente nuestra percepción de nosotros mismos y de nuestro lugar en el mundo.
Las características de la muerte privatizada son las siguientes:
La dignidad en la educación es clave porque significa respetar a cada estudiante por lo que es, sin importar sus diferencias. Es fundamental para crear un ambiente en el que todos se sientan valorados y tratados con respeto, lo que les da confianza y los motiva a aprender. Además, la educación no solo enseña conocimientos, sino que también ayuda a los estudiantes a desarrollar su autoestima y a sentirse valiosos. La dignidad asegura que todos tengan las mismas oportunidades, sin importar su origen o situación, promoviendo un entorno de igualdad. También fomenta valores como el respeto, la tolerancia y la empatía, lo que contribuye a formar una sociedad más justa y solidaria. En resumen, la dignidad en la educación asegura que todos los estudiantes sean tratados con respeto y justicia, permitiéndoles crecer tanto como personas como en su aprendizaje.
La experiencia de la libertad en la modernidad presenta diversas paradojas, algunas de las cuales se derivan de la tensión entre la libertad individual y las restricciones sociales. Estas paradojas incluyen:
Se refiere a la capacidad humana de actuar por voluntad propia, sin ser esclavo, sujeto o coaccionado. Soy dueño de mí mismo/a. Ejemplo: la libertad de expresión, que permite a las personas expresar sus opiniones sin censura.
La capacidad de una persona para tomar decisiones y actuar según su voluntad, sin influencias coercitivas. Ejemplo: capacidad de tomar decisiones conscientes, como elegir cambiar de ciudad o de trabajo, sin estar influenciado por miedos o presiones externas.
La libertad de actuar de acuerdo con principios éticos y valores, y la capacidad de decidir lo que es “bueno” o “correcto” según nuestras propias convicciones. Ejemplo: la libertad de elección, que permite a las personas tomar decisiones basadas en sus valores y creencias.
La libertad política es la combinación de autonomía individual y participación colectiva en decisiones que afectan a la sociedad, garantizando derechos y fomentando una interacción justa y equitativa. Ejemplo: el derecho de votar en unas elecciones para elegir a tus representantes o participar en manifestaciones para defender tus derechos.
Es la capacidad de moverse y desplazarse libremente sin restricciones físicas, como estar encarcelado o tener cadenas que te impidan moverte. Ejemplo: la libertad de caminar por la calle o viajar sin restricciones, como cuando estás libre de cualquier forma de coacción física.
Isaiah Berlin distingue entre dos conceptos de libertad: libertad negativa y libertad positiva.
Es la libertad de no ser interferido por otros. Es como cuando te dejan hacer lo que quieras sin que nadie te detenga. Por ejemplo, si nadie te impide salir a caminar o hacer lo que te plazca, entonces eres libre en ese sentido. La libertad negativa significa que no hay obstáculos o coacción de otras personas sobre lo que haces. Solo falta que te dejen hacer lo que desees sin que otros te detengan.
Es la libertad de ser dueño de tu propia vida. Esto significa que no solo no te detengan, sino que tú puedas tomar tus propias decisiones, tener el control sobre ti mismo y actuar de acuerdo a lo que tú quieres, no lo que otros deciden por ti. Es la libertad de ser autónomo, de vivir según tus propios deseos y propósitos, sin que otros te manipulen o te digan qué hacer.
El ser humano es incompleto porque, al nacer, no tiene todas las capacidades necesarias para sobrevivir y desarrollarse por sí mismo. A diferencia de otros seres vivos, que nacen más preparados, el ser humano depende de su entorno para aprender y adaptarse. Es a través de la cultura que el ser humano se realiza, ya que es la cultura la que le proporciona los conocimientos, valores y herramientas para vivir en sociedad. Gracias a la cultura, los seres humanos aprenden a comunicarse, a construir sociedades, a desarrollar la moralidad, a crear arte y ciencia, entre muchas otras cosas. En otras palabras, es la cultura la que dota al ser humano de una identidad y le permite desarrollarse tanto en lo individual como en lo colectivo. Además, la cultura “nos cubre” o “nos reviste”, al ofrecer un marco de referencia que nos ayuda a entender el mundo, guiarnos en nuestras relaciones y encontrar un propósito. Sin la cultura, el ser humano no podría desarrollarse plenamente ni integrarse a la sociedad de manera efectiva.
Una situación límite, según Karl Jaspers, es una condición inusual en la que las medidas habituales no permiten resolverla. Estas situaciones llevan al ser humano a los límites de su ser, enfrentando experiencias como el sufrimiento, la culpa, la lucha, la falta de confianza en el mundo, la muerte y el “estar en uno mismo”. Tres condiciones de la existencia humana están vinculadas a estas experiencias:
La experiencia humana del dolor no puede limitarse únicamente a la dimensión física, porque el ser humano es una totalidad que integra cuerpo, mente, emociones y espíritu. El dolor no es solo una sensación corporal; siempre tiene un impacto en nuestras emociones y estado mental. El sufrimiento físico puede llevar a cuestionamientos sobre la fragilidad, la vulnerabilidad y el sentido de la existencia. En este sentido, el dolor físico se convierte también en un dolor existencial. Las personas no solo sienten el dolor, sino que le buscan un sentido. Esto depende de factores culturales, religiosos y personales. Por ejemplo, algunas tradiciones religiosas interpretan el dolor como una prueba espiritual o como un camino hacia el crecimiento personal.
La experiencia del dolor no ocurre en aislamiento; también se ve influida por cómo lo perciben y responden los demás. El apoyo o rechazo social puede intensificar o aliviar el sufrimiento.
La mediación cultural en la enfermedad y el morir significa que estas experiencias, aunque tengan bases biológicas, están profundamente influenciadas por la cultura, que actúa como un «filtro» que les da sentido, establece normas y define formas específicas de vivirlas.
La forma en que las personas perciben y enfrentan la enfermedad está influida por creencias, valores y prácticas culturales. Según la cultura, la enfermedad puede interpretarse como un desequilibrio, un castigo divino, una prueba espiritual o simplemente un problema físico. Además, cada cultura tiene métodos específicos para tratar y cuidar a los enfermos, desde el uso de remedios tradicionales hasta la atención en hospitales modernos. Dependiendo de los tabúes culturales, algunas enfermedades, como las mentales o contagiosas, pueden ser estigmatizadas, mientras que otras son más aceptadas.
La cultura también determina cómo se afronta la muerte, el duelo y los rituales relacionados. Cada sociedad tiene ceremonias y tradiciones funerarias que reflejan sus creencias sobre la muerte y lo que ocurre después de ella. La actitud hacia la muerte varía: en algunas culturas es un tema tabú, mientras que en otras se considera una transición natural o sagrada. Asimismo, las normas culturales influyen en el acompañamiento de los moribundos, ya sea en hospitales, en casa o con la presencia de familiares.
La muerte es biológica en el sentido de que se refiere al cese irreversible de las funciones vitales de un organismo, lo que resulta en la incapacidad de mantener la homeostasis y utilizar energía para mantenerse vivo. Por otro lado, la muerte es biográfica en el sentido de que implica el fin de la vida de un individuo con una historia, relaciones y significado personal. Esta noción de muerte biográfica resalta la dimensión individual y subjetiva de la muerte, considerando el impacto que tiene en la vida de quienes rodean al individuo fallecido.