Portada » Filosofía » Descifrando el Origen Humano: Evolución, Hominización y Debates Filosóficos
La comprensión del origen de la vida y la evolución humana ha sido un campo de estudio fascinante y complejo. A lo largo del siglo XIX, diversas teorías intentaron explicar estos fenómenos, desde concepciones obsoletas hasta los pilares de la biología moderna.
La generación espontánea es una hipótesis obsoleta sobre el origen de la vida que sostenía que ciertas formas de vida (animal y vegetal) surgían de manera espontánea a partir de materia orgánica, inorgánica o de una combinación de estas.
Esta teoría postulaba que el uso y desuso de los órganos provocaba su transformación.
Afirmaba que los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o desuso, y que los caracteres adquiridos por un ser vivo son heredados por sus descendientes.
Publicada en El origen de las especies (1859), la teoría de Charles Darwin revolucionó la biología. Para empezar, Darwin rechazó la teoría de la generación espontánea.
A diferencia de la selección artificial (dirigida por el ser humano con un fin específico, teleológica), la selección natural es un proceso mecanicista, no finalista ni intencionado, que opera sobre las variaciones existentes en las poblaciones.
Según Darwin, las leyes de la evolución son las siguientes:
La existencia de variaciones hereditarias: Existen las llamadas mutaciones que están presentes en algunos individuos de cada especie.
La selección natural: Mediante la lucha por la vida, las variaciones adaptativas que portan los individuos que dejan descendientes permiten que tales variaciones predominen en el acervo genético de la especie.
En resumen: descendencia más variación es evolución.
Se denomina proceso de hominización al conjunto de cambios anatómicos y fisiológicos, debidos a las leyes darwinistas de la evolución (variaciones hereditarias y selección natural mediante la lucha por la existencia), que han experimentado las diversas especies conocidas del género Homo hasta la aparición de nuestra especie, el Homo sapiens.
Los cambios más destacables son los siguientes:
Por el contrario, el proceso de humanización comprende los cambios en la conducta y la adquisición de capacidades técnicas y de comunicación que fueron posibles gracias a los cambios citados del proceso de hominización.
El proceso de humanización comprende, entre otros, los siguientes aprendizajes:
El proceso de hominización obedeció a leyes deterministas (físicas y biológicas, básicamente) que han moldeado la naturaleza del ser humano, es decir, un conjunto de características anatómicas y fisiológicas estables que son universales, al ser compartidas por todos los miembros de nuestra especie, aunque no resultan invariables dado que la evolución no se ha detenido.
Por otro lado, el proceso de humanización representa la dimensión cultural del ser humano, por cuanto las diversas instituciones sociales que conforman cada cultura presentan peculiaridades que están ausentes en el resto: todos los grupos humanos hablan alguna lengua, pero hay centenares de estas; toda religión tiene sus seres sagrados o numinosos, pero hay múltiples dioses, ángeles, demonios, etc.
Ahora bien, la distinción filosófica entre naturaleza y cultura no debe llevarnos a suponer que son dos ámbitos de la realidad totalmente opuestos entre sí, si no queremos caer en el dualismo clásico que contrapone el reino determinista de la necesidad, que se identificaría con la naturaleza humana, al reino de la cultura, es decir, de la indeterminación y de la libertad, porque también las pautas culturales de conducta suponen una forma de determinismo.
La teoría contemporánea de la evolución de las especies se denomina teoría sintética, ya que combina la teoría darwinista de la evolución con otras teorías posteriores que la han verificado y reforzado, tales como la paleontología, la bioquímica o la genética.
Algunas de las cuestiones filosóficas que suscita la teoría sintética de la evolución son las siguientes:
¿La evolución de las especies es un proceso gradual y progresivo o, por el contrario, ha experimentado saltos bruscos y discontinuidades?
La primera de las opciones, atribuida a Darwin, se denomina gradualismo filético y supone que la evolución ha seguido un curso lineal y continuo, de modo que todas las especies que han existido podrían disponerse sobre un papel continuo como si de una cadena se tratara, pues bastaría con encontrar los fósiles de los eslabones perdidos para reconstruir toda la secuencia evolutiva, desde las bacterias primigenias hasta nuestra especie.
La otra opción se denomina teoría del equilibrio puntuado o interrumpido, según la cual los cambios evolutivos son eventos raros y rápidos de especiación ramificada o cladogénesis, es decir, aquellos en los que una especie se divide en dos distintas, en lugar de transformarse gradualmente en otra. De este modo, la evolución ya no sería gradual ni continua, sino repentina y a saltos.
El problema de las relaciones entre la mente y el cuerpo es una reformulación del problema clásico de las relaciones entre el cuerpo material y el alma espiritual. Esto se aborda desde la perspectiva de varias teorías que no pretenden reducir los fenómenos psíquicos a los biológicos, aun admitiendo que los primeros no pueden existir sin los segundos, es decir, que no hay vida incorpórea o espiritual.
John Searle (Denver, Colorado, 1932) afirma que la conciencia humana resulta o emerge de la actividad de nuestro cerebro, pero no se identifica con los procesos cerebrales porque la conciencia tiene propiedades específicas, como la subjetividad y la ausencia de extensión que no tiene el cerebro, que es un objeto dotado de extensión. Esta teoría también fue aceptada por el filósofo Mario Bunge.
Karl R. Popper (1902-1994), cuya ontología distingue tres ámbitos de la realidad que están interrelacionados y que denomina, respectivamente:
El autor insiste en que los tres mundos están relacionados entre sí, porque cualquier entidad física puede ser percibida o pensada por cualquier persona y obedece a leyes científicas objetivas.