Portada » Psicología y Sociología » Desarrollo Moral en el Aula: Estrategias para la Convivencia y la Resolución de Conflictos
La palabra Moral significa costumbre, la manera de comportarse. El interés por la educación moral va en aumento, contribuyendo a abordar desafíos como la falta de civismo y la primacía de móviles económicos.
La formación moral es una necesidad; por constitución, el ser humano es moral, y la referencia al bien o al mal es indiscutible. En muchas civilizaciones se formulan códigos morales enfocados en la ética fundada en la conducta y girando en torno al eje de lo bueno. Es evidente la dimensión moral de la educación: el ser humano es dador y receptor de la moral –en cuanto a costumbre–, aunque esta es inherente al acto moral.
Respecto a este acto, un programa de educación moral debe contemplar:
En definitiva, busca hacer más humano al hombre.
Por otra parte, educar moralmente implica influir en la conducta, cambiarla cuando no es correcta, y formar el carácter, entendido como la personalidad moral del sujeto. Esto requiere una formación, y una de sus tareas es la de interiorizar los valores morales. Entre ellos, se debe destacar la dignidad humana, fundamento de todos los demás; junto a ella, la libertad, la igualdad, la responsabilidad y los valores democráticos para una vida en común.
Otra tarea ineludible es educar moralmente los sentimientos, definidos como «estado de ánimo producido por fenómenos que causan impresión». Se dividen en dos grandes categorías:
Para la formación de virtudes –o inculcación de valores– es necesario conocer, estimar, interiorizar y practicar los valores. Por tanto, las estrategias para la educación moral deberán atender al desarrollo del conocimiento moral, a los sentimientos y a la acción:
El educador puede ser un ejemplo para los alumnos, quienes pueden identificarse con él –según el grado de admiración o respeto–, tomando su ejemplo y orientación. Las relaciones interpersonales en el aula –profesor/alumnos y alumnos entre sí– condicionan el clima moral en el que lo ideal sería que se desarrollaran la participación democrática, la justicia, la solidaridad y la cooperación. En esta atmósfera es posible –y necesario– el diálogo y el encuentro para conocer los distintos puntos de vista que puedan coexistir en el aula, los cuales siempre deben ser racionales y razonados.
Estas son las estrategias que posibilitan la formación de una actitud moral:
El conflicto es una situación de enfrentamiento personal (entre dos o más personas, grupos, etc.) provocada por una confrontación de intereses (reales o supuestos). No es espontáneo, sino que generalmente tiene un período de gestación y va tomando fuerza hasta manifestarse claramente. El conflicto puede ser:
El conflicto aparece en la vida cotidiana y, consecuentemente, en la vida escolar. La convivencia entre alumnos, profesores y personal diverso puede originar situaciones en las que aflora la disparidad. Intereses contrapuestos, necesidades reales o creadas pueden inducir un conflicto en el aula. Responder ante ello es una responsabilidad moral; la formación en actitudes y valores es la herramienta preferente para la resolución del conflicto.
Se están llevando a cabo distintos programas para fomentar el desarrollo moral, tales como:
Es necesario educar para el conflicto, fomentando una formación moral adecuada, un ambiente propicio y una reflexión crítica y constructiva. Saber escuchar y dialogar, empatizar, mostrar interés, ser positivos, estar dispuesto a recibir críticas, comprometerse, etc., son habilidades sociales necesarias que es preciso fomentar y desarrollar en el alumnado para la resolución de conflictos.