Portada » Historia » Carlos V: Conflictos Internos, Política Exterior y el Fracaso del Sueño Imperial
Cuando Carlos convocó en La Coruña una reunión de Cortes para conseguir dinero para su viaje a Alemania y así hacerse coronar emperador, la tensión era enorme. Finalmente, las Cortes dieron su consentimiento. En el mismo momento que salió del país, empezó la revuelta en Toledo y Segovia, y poco después se extendió a otras muchas ciudades castellanas.
La de las Comunidades fue, por tanto, una rebelión política de carácter nacionalista, pero mezclada con aspectos sociales, puesto que, aunque iniciada por las ciudades, se sumaron a ella numerosos campesinos castellanos en contra de sus señores. Por ese motivo, muchos nobles que al principio simpatizaban con la causa de los comuneros se cambiaron al bando del rey. Esto decidió el resultado de la guerra. Los rebeldes intentaron conseguir sin éxito la ayuda de la reina Juana. En la batalla de Villalar (1521), los comuneros fueron derrotados por el ejército real con la ayuda de la alta nobleza y, como consecuencia, sus líderes fueron ejecutados.
La revuelta de las Germanías fue un conflicto más social que político. Comenzó como una violentísima revuelta de los artesanos y los pequeños comerciantes valencianos contra la nobleza y alta burguesía, sectores que gobernaban las ciudades. Más adelante, la rebelión se extendió a la isla de Mallorca, perteneciente también a la Corona Aragonesa. Los trabajadores de Palma de Mallorca se rebelaron contra los nobles que dominaban las ciudades y les agobiaban con altos impuestos.
El ejército real, de nuevo con la ayuda de los nobles valencianos y mallorquines, aplastó la rebelión al año siguiente de iniciarse.
Como consecuencia de estas dos revueltas, los grandes beneficiados fueron la alta nobleza y la propia monarquía, porque los Consejos (cuyos miembros, nobles en su mayoría, eran nombrados por el rey) consiguieron un mayor protagonismo gracias a las Cortes. En cambio, la burguesía pasó a un segundo plano. A partir de ahora, el reino de Castilla siempre obedecería a los deseos del rey.
Otro problema del reinado de Carlos V y de todo el siglo XVI fue la deuda permanente de la Hacienda pública, puesto que con los crecientes impuestos y con el oro y plata americanos no había suficiente para pagar las costosas guerras exteriores que afrontó el emperador. Los principales impuestos tradicionales eran las alcabalas (10 % de todas las transacciones comerciales) y las aduanas. La deuda gigantesca que acumuló Carlos V con banqueros europeos (Fugger, Welsser…) fue una de las causas de su abdicación. Durante el reinado de Felipe II el problema aumentó.
El sueño de Carlos V era formar un único estado cristiano europeo para luchar contra los enemigos del catolicismo. Los dos principales problemas de la Europa Católica eran el Imperio Turco u Otomano y la aparición del protestantismo. A ambos enemigos se unió su rivalidad con el rey francés Francisco I. Contra franceses, protestantes y turcos hubo un estado de guerra casi permanente.
Los turcos estaban expandiéndose por el norte de África y Europa Oriental, por lo que los territorios austriacos estaban en peligro. Además, la piratería practicada por barcos turcos era un serio problema para la navegación por el Mediterráneo. En el enfrentamiento con los turcos hubo una victoria (conquista de Túnez, 1535) y un fracaso (batalla de Argel, 1541).
La idea imperial de Carlos V se basaba en la unidad religiosa de Europa en torno al catolicismo. Por tanto, no podía aceptar que algunos súbditos suyos (Lutero y los primeros seguidores de sus ideas reformadoras eran alemanes) se rebelaran abiertamente contra el Papa. Primero, el rey intentó solucionar los problemas: en las Dietas de Worms (1521) y Spira (1529) se intentó la reunificación, pero estos intentos fracasaron.
El problema entre catolicismo y protestantismo se agravó cuando los príncipes de los estados alemanes luteranos se unieron en la Liga Smalkalda y hubo varias guerras contra las tropas imperiales. Finalmente, el emperador Carlos tuvo que aceptar en la Paz de Augsburgo (1555) el derecho de cada príncipe alemán a elegir la religión que quisiera.
Además, Carlos I tuvo que defender la superioridad hispánica en Europa frente a Francisco I, rey de Francia. Los motivos del enfrentamiento fueron la disputa por varios territorios: Italia, Navarra, Rosellón, Cerdaña y Borgoña. Las alianzas con Inglaterra y Portugal (el rey se casó con una princesa portuguesa llamada Isabel) sirvieron para aislar aún más a los franceses. Hubo cuatro guerras entre las dos potencias, todas favorables a Carlos, destacando la batalla de Pavía (1525), en la que Francisco I fue hecho prisionero. Como consecuencia, en el posterior Tratado de Madrid el Milanesado quedó en poder de España.
En resumen, el proyecto imperial de Carlos V de constituir una Europa unida bajo la fe católica –idea que podemos considerar más bien medieval y atrasada– provocó un estado de guerra permanente y acabaría fracasando, puesto que:
Las continuas guerras fueron soportadas gracias a los hombres y recursos de Castilla, que se convirtió en el centro del Imperio (de hecho, el rey instaló su corte en la ciudad de Toledo). Pero ni siquiera contando con las grandes riquezas que traían los barcos procedentes de América se podía pagar esa ilógica política. Cansado, decepcionado por los fracasos, enfermo y con las arcas del Estado prácticamente en ruina, Carlos abdicó en 1556, dejando a su hermano Fernando la corona imperial y los territorios de Austria y Alemania; y a su hijo Felipe II el resto. Se retiró al cacereño monasterio de Yuste, donde moriría dos años después.
