Portada » Historia » Características y Desarrollo de los Regímenes Totalitarios Europeos
Los fascismos europeos de entreguerras poseen una serie de rasgos comunes que se dieron con mayor o menor intensidad dependiendo del país. Estas características son:
Mussolini había militado en el Partido Socialista hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Como excombatiente resentido por la sensación de “Victoria Mutilada” en medio de una Italia desencantada y llena de desequilibrios sociales, funda los fascio di combattimento, un grupo paramilitar con el objetivo de combatir el comunismo y exaltar la nación italiana que en 1921 se convierte en el Partido Nacional Fascista. Su demostración de fuerza llegará con la Marcha sobre Roma, en 1922, el gran despliegue de tropas fascistas camino de la capital. El rey, Víctor Manuel III, quiso evitar un derramamiento de sangre y llamó a Mussolini para que formase gobierno. La ilegalidad genera legalidad.
El austriaco Adolf Hitler militará en el Partido de los Trabajadores Alemanes (DAP) como Jefe de Propaganda desde 1919. Excombatiente de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles y la proliferación de los partidos obreros habían despertado en él un nacionalismo exacerbado que le llevará a ponerse al frente del partido, refundado desde 1920 como el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP), el partido nazi. Hitler y sus Secciones de Asalto (SA) intentarán hacerse con el poder mediante un golpe de fuerza, el famoso Putsch de la Cervecería de Múnich de 1923; sin embargo, fracasó y será encarcelado en 1924. Durante su estancia en la cárcel escribirá el Mein Kampf, el ideario del partido nazi. Tras su salida en 1925, Hitler optará por hacerse con el poder de manera legal, entrando en el sistema parlamentario. Tras la victoria del partido en las elecciones de 1932, Hindenburg (el presidente de la República) nombrará a Hitler canciller en enero de 1933. En agosto de 1934 proclamaba el III Reich.
Una vez en el poder, ambos llevarán a cabo medidas que les permitirán convertirse en gobiernos totalitarios y eliminar la oposición. La Ley Acerbo en Italia y la Ley de Autorización en Alemania permitirán a Mussolini y Hitler cerrar el Parlamento y gobernar por decreto. Se eliminará a los adversarios políticos (caso Matteotti en Italia, Noche de los Cuchillos Largos en Alemania, eliminación de las SA por las SS, la guardia personal de Hitler). Mussolini se intitula el Duce en 1924; Hitler será el Führer desde marzo de 1933.
El Estado fascista italiano se basó en la unificación del Partido y el Estado. En Alemania ambos discurrieron en paralelo. Los dos regímenes encuadraron, adoctrinaron y controlaron a los ciudadanos en diversas organizaciones: para trabajadores, para mujeres, para jóvenes, etc. En el caso alemán, el racismo y el antisemitismo fueron una de sus grandes señas de identidad. Desde las Leyes de Núremberg de 1935, el objetivo era segregar a la población judía, causante de los males de Alemania. No podían ejercer numerosas profesiones, no tenían derecho al voto, eran excluidos del ejército y debían identificarse con la estrella de David en el brazo. Desde 1938 se recrudeció la política antisemita que culminaría en la Noche de los Cristales Rotos y el comienzo de las deportaciones a campos de concentración. En el caso de Italia, hasta 1938, presionado por los alemanes, no promulgará una legislación racista (Manifiesto de la Defensa de la Raza) contra los judíos.
Su política económica se basó en la autarquía y planificación. En Italia, el objetivo era aumentar la producción para autoabastecerse. Para ello se pusieron en marcha las famosas “Batallas”: la Batalla del Trigo, la Batalla de la Lira, la Batalla de los Nacimientos, etc. Alemania optó por un fuerte intervencionismo del Estado, el predominio de la industria pesada y el rearme a ultranza.
En cuanto a su relación con la Iglesia, Mussolini hábilmente se reconcilió con la Santa Sede firmando los Pactos de Letrán de 1929, por los cuales el Papa reconocía el Estado fascista y Mussolini el Estado de la Ciudad del Vaticano bajo soberanía del pontífice. Con el tiempo, los fascistas violaron los acuerdos y perseguirán a la Iglesia, y Pío XI denunciará estos hechos en varias encíclicas. Igualmente denunció al nazismo en la famosa encíclica “Con ardiente inquietud” de 1937 por ideología pagana y anticristiana. Más de mil católicos fueron encarcelados y muchos sacerdotes y religiosas fueron llevados a campos de concentración.
El fascismo italiano y el nazismo alemán llevaron a cabo una importante política expansionista en aras de reconstruir el pasado imperial de ambas naciones. En 1935, Italia conquistaba Etiopía y era expulsada de la Sociedad de Naciones. El acercamiento hacia Alemania fue total, constituyéndose el Eje Roma-Berlín. Alemania desde 1933 había abandonado la Sociedad de Naciones y en 1935 establecía el servicio militar obligatorio. Después de un intento fallido de anexión de Austria por la fuerza en 1934, lo conseguirá de forma pacífica en 1938 tras realizar un referéndum. Ese mismo año se anexionaba los Sudetes, región situada al oeste de Bohemia y perteneciente a Checoslovaquia donde vivían tres millones de alemanes. El objetivo era reconstruir la gran nación de Alemania, el Lebensraum, el espacio vital. Al año siguiente se anexionaba toda Checoslovaquia y firmaban un pacto secreto de no agresión con la URSS. La guerra era inminente. La política de apaciguamiento de las potencias occidentales no había funcionado. Si Hitler invadía Polonia, Francia y Gran Bretaña le declararían la guerra a Alemania. Y lo hizo, el 1 de septiembre. Estallaba la Segunda Guerra Mundial.
A la muerte de Lenin en 1924, Stalin fue proclamado Secretario General del PCUS, adoptando un nuevo régimen de marcado carácter autoritario, controlando todo el aparato del partido y formulando un programa ideológico que abandonaba el internacionalismo y se basaba en la construcción del socialismo en un solo país. En 1936 se aprobaba una nueva Constitución Federal que ratificaba la existencia de 11 repúblicas (Letonia, Estonia, Lituania y Moldavia se incorporan en 1940) más sus correspondientes repúblicas autónomas. Establecía un Estado Socialista de Obreros y Campesinos donde, como en todo régimen totalitario, no existían los derechos individuales, sino los derechos soviéticos, es decir, los derechos se adquieren en la medida en que perteneces a organismos colectivos. A su vez, las diferentes repúblicas tenían sus propias constituciones, pero no podían salirse del mandato de la Constitución Federal. El poder legislativo lo detentaba el Soviet Supremo que a su vez se componía del Soviet de la Unión, elegido cada 4 años por sufragio universal los mayores de 18 años, y el Soviet de las Nacionalidades.
La represión fue una de las grandes señas de identidad del gobierno de Stalin. Un gobierno fuertemente personalista en el que no había cabida para la disidencia. Todo aquel que mostraba una mínima desviación de lo dictado por “El Padrecito” era eliminado sistemáticamente o deportado a Siberia.
En la economía se impuso un sistema basado en la planificación, que a través de planes quinquenales definían los objetivos de producción. Los aspectos más destacados de esta política económica fueron:
Estos cambios colocaron a la URSS en uno de los primeros lugares del mundo, pero a costa de un régimen dictatorial que reprimía cualquier postura que se alejara de los planteamientos oficiales.