Portada » Lenguas extranjeras » ATS en España: Profesionalización y Transformación de la Enfermería (1952-1978)
En el año 1952 se produce un acontecimiento importante que contribuiría a la profesionalización de la enfermería en España: la unificación de los estudios de enfermera, practicante y matrona, a través del Decreto de 4 de diciembre de 1953, en la figura del Ayudante Técnico Sanitario (ATS). Este hecho determinó importantes consecuencias, entre las que destacan:
Unificación, en una sola titulación, de las tres carreras existentes hasta entonces.
Elevación del nivel profesional, aunque el profesional que se formaba era claramente un ayudante médico, como respuesta a las necesidades del momento y al tipo de atención sanitaria imperante.
Mantenimiento de la vinculación de los estudios a las facultades de medicina: la máxima autoridad en el centro docente era el catedrático inspector, designado por el decano de la facultad de medicina a la que estaba vinculada la escuela. La dirección correspondía a un médico y una enfermera, asesorados por una junta rectora.
Ampliación de la formación con las especialidades, como complemento de lo básico. Entre estas especialidades quedó englobada la de antigua matrona.
El nuevo título capacitaba a los ATS para el ejercicio auxiliar de la medicina con carácter general y para realizar, previa indicación o bajo dirección médica, las funciones de aplicar medicamentos, inyecciones o vacunas y tratamientos curativos, auxiliar al personal médico en las intervenciones de cirugía general y de las distintas especialidades, practicar las curas de los operados e, incluso, atender a los partos normales, siempre y cuando no existieran titulares especialmente capacitados para ello en una determinada localidad.
A partir de 1952, la exigencia previa de estudios cursados se fijó en 4 años de bachillerato elemental y la duración de los estudios de ATS en tres años. El planteamiento organizativo de las enseñanzas tuvo como marco de referencia los principios generados en Europa en el siglo XIX. En ellos se reflejaba, además, la importancia de la vocación de servicio en un sentido de entrega, abnegación y obediencia al superior.
Las especialidades de ATS siguieron modelos diferentes:
Unas preparaban para la actividad profesional centrada en servicios de diagnóstico y tratamiento, como radiología, electrología y análisis clínicos.
Otras se centraron en el cuidado del enfermo atendiendo al problema médico, tales como neurología, urología, nefrología y psiquiatría, o en la preparación para el cuidado en las distintas etapas del ciclo vital, como asistencia obstétrica, pediatría y puericultura.
Un último grupo podía encuadrarse en especialidades para la atención sanitaria en general más que como cuidados de enfermería especializados: fisioterapia y podología.
A partir de esta unificación y coincidiendo con la espectacular creación de hospitales, la incorporación de ATS masculinos a estas instituciones fue considerable. No obstante, la formación y las áreas de actuación en razón de sexo estaban bien delimitadas, fruto del sistema de valores imperante en la sociedad de ese momento:
Se formaban en régimen de internado, en escuelas integradas en los centros hospitalarios. Su formación era principalmente práctica y con un estricto control de las rotaciones clínicas, planificadas convenientemente por la escuela.
En los planes de estudios figuraba una asignatura denominada “Enseñanza del hogar”.
Los puestos profesionales que desempeñaban eran fundamentalmente en servicios de hospitalización para prestar atención directa a los enfermos.
Cursaban los estudios en las facultades de medicina.
Su formación era eminentemente práctica y de corte técnico.
A diferencia de las mujeres, cursaban la asignatura de “Autopsia médico-legal”.
No se les permitía cursar la especialidad de asistencia obstétrica (matrona) hasta la promulgación de la Constitución Española en 1978.
Profesionalmente solían ocupar los puestos de trabajo más técnicos, como por ejemplo en los laboratorios de análisis clínicos o radiología, entre otros.
La espectacular creación de hospitales de la Seguridad Social desde el año 1951 y la vertiginosa evolución tecnológica de la medicina hicieron que las enfermeras asumieran una serie de actividades delegadas por el médico, contribuyendo a que gran parte del trabajo se enfocara en la realización de tareas fundamentalmente técnicas. Surge así la necesidad de otro personal para el ámbito hospitalario, creándose en el año 1960 la figura de la auxiliar de clínica.
En diferentes fechas, y de forma progresiva, se fue legislando y ampliando el campo de actuación de este colectivo. Para el desarrollo de sus funciones, las auxiliares de clínica no requerían ninguna titulación ni formación previa. Sin embargo, las paulatinas exigencias de conocimientos hicieron que se incluyeran los estudios en el primer grado de formación profesional de la rama sanitaria. En el año 1963, se legisló la prohibición a los ATS de delegar contenidos muy concretos en el personal auxiliar.
La situación colegial siguió la normativa de la legislación anterior, destacando que a partir de la unificación de títulos, la titulación en una u otra sección del Colegio Oficial se hacía exclusivamente en razón del sexo. Los ATS masculinos se colegiaban en la sección de practicantes y las ATS femeninas en la de enfermeras y/o matronas. El Colegio se siguió denominando genéricamente Colegio Oficial de Auxiliares Sanitarios.