Portada » Arte » Arte y Decoración en la Antigua Roma: Escultura, Pintura y Pavimentos
La decoración de los edificios en la Antigua Roma era un reflejo de su sociedad, cultura y avances artísticos. Abarcaba desde imponentes esculturas hasta detalladas pinturas murales y elaborados pavimentos, cada elemento contribuyendo a la estética y funcionalidad de los espacios.
Una primera clasificación establece dos categorías principales: el retrato y el relieve. Sin embargo, podemos añadir una tercera, compuesta por copias e interpretaciones de las obras escultóricas griegas.
La escultura romana de los siglos I a.C. y I d.C. estuvo fuertemente influida por Grecia, especialmente por el deseo de las clases más cultas de poseer esculturas griegas. El origen de este gusto se remonta a la conquista de Grecia y al consiguiente saqueo de sus piezas, así como a la llegada de escultores helenos a Roma que realizaban copias, a veces no exactas y solo inspiradas, sobre todo en la denominada escultura ideal, compuesta por divinidades, héroes y personajes mitológicos.
Otro tipo de escultura es la decorativa, que incluye elementos como candelabros, grandes recipientes de mármol o brocales de pozo.
En Roma se creaban esculturas de cuerpo entero (sentadas, de pie o a caballo), cuya vestimenta dependía de la situación representada: generalmente, los dioses y héroes vestían a la manera griega, mientras que las esculturas imperiales llevaban toga o ropa militar. También existían esculturas parciales, que representaban el busto, el torso o eran imagines clipeatae (relieve con busto inserto en un escudo).
El concepto de relieve en el mundo romano hace referencia a las obras escultóricas unidas a un soporte que actúa como fondo, y podían tener diversos tamaños.
Para estudiar la escultura, es importante hacer referencia al contexto donde estuvieron expuestas. La decoración del foro era un reflejo de la estructura social de la época y actuaba como su memoria colectiva. En los templos y santuarios, la imagen de la divinidad era la que presidía. En los teatros, durante la época republicana, eran características las esculturas de Apolo y las Musas; desde la época imperial, predominaron las esculturas de la familia imperial. En las termas, se encontraban estatuas de atletas, héroes y divinidades relacionadas con la salud (Esculapio) y el agua (Neptuno).
En los monumentos funerarios, se observa una evolución: en la época altoimperial, las imágenes estaban en el exterior y simbolizaban el status social; por el contrario, en la época bajoimperial, se colocaban en el interior y hacían alusión al recuerdo y al consuelo. En las domus y villas de alta clase, que tenían un componente público al celebrarse las ceremonias de salutatio y cenas (donde los clientes y amigos pasaban a saludar al señor), la decoración inicial era de antepasados. Sin embargo, en la época augustea, las esculturas de la familia imperial tomaron el relevo.
Como ya hemos mencionado, las esculturas griegas procedían de los saqueos y se colocaban en casas de prestigio, lo que conllevó una gran demanda. En las habitaciones privadas, se ubicaban temas mitológicos relacionados con el amor y el erotismo; en las estancias del señor, las de Atenea, Apolo y las Musas; y en los triclinios y peristilos, las de Dioniso y Afrodita.
La gran mayoría de las esculturas romanas eran de mármol, aunque también se utilizaron terracota, estuco, bronce, plata, oro y piedras semipreciosas.
En la elección de un material u otro influían el destino, el lugar de colocación y el transporte. En los primeros momentos, los materiales fueron los mismos que los etruscos: bronce y terracota, además de tufo y travertino.
El mármol fue la piedra más apreciada en la estatuaria, y además podían emplearse en la misma escultura varios tipos distintos para resaltar algunos elementos (cabeza, vestimenta, etc.). Aunque desde el siglo II a.C. se importaban mármoles griegos, el mármol de Carrara (procedente de Luni) se convirtió en el más característico.
Las esculturas de bronce también eran muy numerosas. La primera escultura revestida de oro se hizo en honor del cónsul Manio Acilio Glabrión, en el año 191 a.C., pero se desconoce la fecha de la primera realizada en oro macizo.
La escultura de terracota tiene sus orígenes en el mundo etrusco, y los primeros templos de Roma se decoraron con terracotas de procedencia etrusca. Las esculturas de bronce y mármol suplantaron a las de terracota tras la conquista de Grecia.
Al igual que en el mundo griego, las esculturas romanas estaban policromadas y usaban pigmentos y apliques de metal y marfil.
Como en otros casos, las fuentes para su estudio son las escritas (Vitruvio, Plinio, etc.) y las arqueológicas (Pompeya, Herculano, Ostia, Roma, etc.).
Los primeros restos pictóricos datan del siglo III a.C. Las pinturas más antiguas se conocen a través de Plinio en el templo de Ceres en Roma; la decoración se limitaba a la cella y estaba realizada sobre placas de cerámica.
A finales del siglo IV a.C., Flavio decoró el Templo de la Salud del Quirinal, donde utilizó una agradable combinación cromática.
La pintura triunfal aparece en Roma en la primera mitad del siglo III a.C. y surge como una pintura de caballete de grandes dimensiones sobre tela o tabla, que se exhibía en los cortejos triunfales. También se practicó en la decoración de las tumbas.
El documento más antiguo aún conservado data de finales del siglo III a.C. y procede de la tumba de los Fabii. La decoración se escalona en cuatro registros donde aparecen figuras vestidas con toga o vestimenta militar y escenas de guerra (posiblemente las Guerras Samnitas).
También la decoración del Esquilino nos da una idea de la pintura triunfal, cuyo carácter es descriptivo y representa episodios narrados en diferentes registros, pero sin modelado. El contorno de las figuras se realizaba con pintura oscura, y no existían reglas de perspectiva ni de proporciones naturales.
Al mismo tiempo que la decadencia de la pintura triunfal (siglo II a.C.), Roma se hizo con el control total del Mediterráneo, y adquirió gran importancia un tipo de revestimiento parietal decorado con colores monocromos e imitaciones del mármol, conocido en el área helenística como Primer Estilo Estructural y en la zona occidental como Primer Estilo Pompeyano.
Los artesanos se adaptaban a las particularidades técnicas de cada obra, a los recursos geológicos y a las posibilidades económicas del propietario.
Existen dos fases principales para la realización de la pintura romana: la preparación de la pared y la ejecución de la pintura.
Primeramente, se realizaba un revestimiento del muro con mortero aplicado en varias capas, que podían diferir según los criterios del artista. En total, se estimaba que debían aplicarse siete capas: la primera servía para regularizar la pared; las tres siguientes eran de cal y arena; y las tres restantes, de cal y polvo de mármol. Sin embargo, como hemos mencionado, estos planteamientos eran más teóricos que prácticos.
Para asegurar y aumentar la adherencia del enlucido a la pared, se utilizaron varios sistemas:
El último de los trabajos que se realizaba antes de pintar eran los trazos preparatorios, los cuales se trazaban sobre el enlucido todavía húmedo y marcaban el esquema básico. Se podían hacer de tres maneras: con punzón, con un compás de punta seca o con un cordel mojado en ocre.
Las técnicas empleadas para aplicar la pintura eran principalmente dos: el fresco y el temple.
El fresco consiste en aplicar sobre el enlucido húmedo los colores disueltos en agua. Existen dos variantes: aplicar una mano de cal sobre el enlucido seco y luego pintar, o bien aplicar los colores disueltos en agua de cal cuando el enlucido ya está seco.
En el temple, los colores se aplican disueltos en un aglutinante como el huevo o la caseína. Otra técnica, aunque no ha podido demostrarse completamente su uso generalizado, es la encáustica, que consiste en aplicar los colores disueltos en cera caliente.
Tras terminar de pintar las paredes, comenzaba el trabajo de los alisadores para tratar la superficie pintada.
Vitruvio nos informó de los pigmentos utilizados y enumeró siete colores minerales y nueve compuestos.
Los artesanos dedicados a la pintura debieron estar agrupados en talleres, donde solía haber un asistente para las preparaciones del muro y los pigmentos, y el maestro pintor.