Portada » Psicología y Sociología » Adolescencia: Transformaciones Físicas, Cognitivas y Psicosociales
Se define como una etapa de transición entre la niñez y la adultez, caracterizada por procesos específicos, propios e irrepetibles, con gran intensidad de los afectos y vivencias; de transformaciones importantes y de presión social para lograr metas específicas. Es importante señalar que estos procesos se desarrollan siempre en una determinada cultura, lo que define en cierta medida sus características específicas y su duración.
El principal criterio para señalar el final de la adolescencia y el comienzo de la vida adulta es la **ruptura de los lazos de dependencia infantil** para lograr una **identidad propia**. Esta identidad implica la **independencia de los padres** en la adopción de un sistema de valores propios, la elección vocacional, la autonomía económica y un buen ajuste psicosexual. Es decir, que la persona llegue a ser **autónoma, independiente, autodirigida**, capaz de tomar sus propias decisiones y aceptar sus consecuencias, tener una **identidad clara de sí misma**, saber quién es, cómo pedir y aceptar ayuda de otros y, posteriormente, ser capaz de tener un trabajo y formar un hogar.
En general, el paso de la infancia a la adultez no ocurre como un proceso continuo y uniforme. El crecimiento biológico, cognitivo, emocional, social y psicosexual puede ser bastante **asincrónico**. En el logro de cada uno de estos aspectos suelen presentarse oscilaciones hasta que el cambio se consolida.
Cambios que experimenta el adolescente en su cuerpo:
Los cambios físicos que las personas experimentan al entrar en la adolescencia son varios. La percepción que la persona tenga de sí misma con estos cambios corporales será **determinante para su autoestima, aceptación y relación con los demás**. Estos cambios se producen gracias a la **glándula hipófisis**. Esta glándula, también llamada **pituitaria**, es la que controla al resto de las glándulas. Es compleja, se encuentra en el cerebro, más precisamente en la base del cráneo, y entre sus funciones, una de las más destacadas es que promueve el **crecimiento de los tejidos y huesos**. Un déficit o incremento de esta glándula puede conducir al **enanismo o gigantismo** en niños. La glándula hipófisis segrega sustancias que, en el hombre, actúan sobre sus testículos, estimulando la producción de **hormonas sexuales**, es decir, **testosterona**. Y en las mujeres, las hormonas que genera esta glándula actúan sobre los ovarios, los cuales liberan **hormonas sexuales femeninas** (**estrógeno y progesterona**), generando cambios en su cuerpo. De esta forma, en ambos casos, la hipófisis produce hormonas que actúan sobre los órganos reproductores (ovarios en la mujer y testículos en el hombre), estimulando la producción de hormonas sexuales que, a su vez, producen cambios en el cuerpo de los adolescentes. Los principales **cambios físicos** que se dan en la adolescencia según el sexo son:
Los **cambios fisiológicos** que aparecen en la adolescencia temprana tienen una gran repercusión psicológica tanto para el adolescente como para quienes lo rodean. Estos cambios externos implican también modificaciones en el **esquema corporal**.
El **esquema corporal** es la imagen interna que manejamos de nuestro propio cuerpo. Durante la adolescencia, una de las tareas importantes es la **adaptación a la nueva imagen corporal** que se adquiere, con la cual el adolescente necesita identificarse y lograr una **aceptación física de sí mismo**. Esta imagen estará impregnada de **valoraciones subjetivas** en interrelación con el medio y es una parte importante de la imagen que cada uno tiene de sí mismo, así como un elemento donde se sustenta y/o expresa la **autoestima**.
Frente a estos cambios, el adolescente tiende a **centrarse en sí mismo**, intentando adaptarse a este nuevo cuerpo que le puede producir sensaciones contradictorias. Son frecuentes las interrogantes acerca de cuán normal es su desarrollo y cuán atractivo puede resultar para los demás. Así también, son esperables las **comparaciones** y el **interés creciente en la anatomía sexual y fisiológica**, incluyendo preguntas acerca de la menstruación, masturbación, orgasmo, etc.
Es en la **adolescencia media y tardía** donde se podrá ir integrando esta nueva imagen corporal. Una vez que se han experimentado la mayoría de los **cambios puberales**, el adolescente tiende a centrarse en hacer atractivo su cuerpo, pasando largas horas preocupado por su **estética**. Como parte de la búsqueda de una **identidad propia** y de su expresión en la imagen corporal, es frecuente que el adolescente experimente con su apariencia física buscando diversas formas de vestirse, de peinarse e interesándose por la **moda**.
La adolescencia es el período durante el cual la capacidad de adquirir y utilizar conocimientos llega a su **máxima eficiencia**, acentuándose progresivamente desde los 11-12 años. Según la **teoría cognitiva de Piaget** (1969), el joven pasa de la etapa de las **operaciones concretas** a las **operaciones formales**, que permiten el **pensamiento abstracto**. Se constituye así en un individuo capaz de construir o entender temas y conceptos ideales o abstractos. Se espera que esta capacidad se consolide en la casi totalidad de los adolescentes entre los 17 y 18 años.
Al aparecer las **operaciones formales**, el adolescente adquiere varias capacidades nuevas importantes:
Este tipo de pensamiento, recientemente adquirido, trae aparejada la capacidad del adolescente para **entenderse consigo mismo y el mundo que lo rodea**.
El adolescente es capaz no solo de captar el estado inmediato de las cosas, sino de entender los **posibles estados que estas podrían asumir**. La conciencia de la discrepancia entre lo real y lo posible contribuye a convertir al adolescente en un»**rebelde*». Constantemente compara lo posible con lo real y descubre en lo real la multitud de las **fallas latentes**. Todo esto lo hace ser **crítico** y puede ser conflictivo ante los adultos.
La aparición del **pensamiento operativo formal (hipotético-deductivo)** afecta también al adolescente en la idea que se forma de sí mismo. Comienza a dirigir sus nuevas facultades de pensamiento hacia adentro y se vuelve **introspectivo, analítico y autocrítico**.
Adquirir la capacidad de razonar sobre sí mismo y el mundo lo lleva a uno de los principales desafíos de esta etapa: la **construcción de su propia identidad**. Comienza a preguntarse: ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy?
Se espera que, a medida que se avanza en la adolescencia, se adquiera mayor **objetividad** para evaluar lo que se percibe, una mayor **complejidad cognitiva** y **tolerancia a la ambigüedad**.
Esta es la etapa final del **desarrollo cognitivo** (12 años en adelante); aquí los adolescentes comienzan a desarrollar una **visión más abstracta del mundo** y a utilizar la **lógica formal**. Pueden aplicar la **reversibilidad y la conservación** a situaciones tanto reales como imaginadas. También desarrollan una mayor comprensión del mundo y de la idea de **causa y efecto**. Esta etapa se caracteriza por la capacidad para **formular hipótesis** y ponerlas a prueba para encontrar la solución a un problema.
En esta etapa se producen grandes **transformaciones psicológicas**. Es esperable en el adolescente una marcada **labilidad emocional** que se expresa en comportamientos incoherentes e imprevisibles, explosiones afectivas intensas, pero superficiales. El adolescente se caracteriza por tener **hiperactividad emocional** (en el sentido de que la reacción emocional es desproporcionada al estímulo que la provoca) y **comportamientos impulsivos**. Estas conductas se relacionan con la intensificación de los **impulsos sexuales y agresivos** propios de la etapa, los cuales generan ansiedad y son difíciles de modular.
Se considera una de las tareas evolutivas importantes de esta etapa el aprender a **percibir, modular y controlar la expresión de las emociones e impulsos**.
La adolescencia es una etapa de **separación e individuación**. Esto supone la configuración de una **identidad propia**, la búsqueda del **concepto de sí mismo**, así como el abandono de los lazos de dependencia infantil.
La **identidad** es la experiencia interna de mismidad, de ser nosotros mismos de forma coherente y continua, a pesar de los cambios internos y externos que enfrentamos en nuestras vidas. El *self* es todo aquello que sabemos, sentimos, vivenciamos y experimentamos como parte de nosotros. Es todo aquello que nos conforma y compone. En esta etapa se produce lo que se ha denominado **Crisis de Identidad**, que consiste en la necesidad del adolescente de ser él mismo, de tratar de definir su *self* y sus objetivos, y de adquirir algo que lo diferencie del niño y del adulto para lograr el **autoabastecimiento**. Es un proceso que comenzó desde el nacimiento del individuo. En esta etapa se reevalúan y se sintetizan todas las **identificaciones** logradas a lo largo de la historia evolutiva del adolescente. Se reestructuran **escalas de valores, ideales, metas** y se decide una **vocación**.
El **concepto de sí mismo** del adolescente fluctuará entre una enorme **sobreestimación**, con deseos y fantasías de ser una persona extraordinaria, y, por otra parte, un intenso **menosprecio** donde duda de sus aptitudes y habilidades al compararse con otros que toma como modelos a los cuales aspira imitar.
El adolescente intenta progresivamente y de forma oscilante **separarse de las figuras parentales**, lo cual se expresa en conductas cuestionadoras hacia los padres, **oposicionismo y negativismo**. Se **desidealizan las figuras de autoridad adultas** y el adolescente pareciera fijarse «especialmente» en los defectos, lo que suele ser un proceso difícil de aceptar para los padres. Además, esta **rebeldía oposicionista** hacia los padres es contradictoria con un verdadero sometimiento a las normas de su **grupo de pares**, a las que el adolescente no se atreve a oponerse. Cabe señalar que no todos los adolescentes desarrollan conductas oposicionistas; muchos logran consolidar una adecuada **individuación** sin que medien conductas rebeldes o impulsivas. Asimismo, es importante diferenciar estas conductas cuando son propias de un desarrollo normal, de las que corresponden a los **trastornos conductuales** en la adolescencia.
En el adolescente predomina un fuerte sentimiento de **omnipotencia e inmortalidad**, lo que, junto a la tendencia a actuar los impulsos, puede llevarlos a **conductas de riesgo** donde no se detienen a evaluar las consecuencias. Finalmente, el **logro de la identidad** significa la integración exitosa de la imagen personal y su adecuación en la sociedad.
En la adolescencia, uno de los cambios más significativos que supone esta etapa es el paso de la vida familiar a la **inserción en la vida social**.
Se espera del adolescente una **inserción autónoma en el medio social** y que alcance el estatus primario: asumir una independencia que lo exprese personalmente y dirigirse hacia roles y metas que tengan consonancia con sus habilidades y que estén de acuerdo con las probabilidades ambientales. El joven procura que sus sentimientos de adecuación y seguridad provengan de sus propias realizaciones, las cuales confronta frecuentemente con su **grupo de pares** o compañeros de edad similar.
En la adolescencia, el **grupo de pares** como tal comienza a tener mayor relevancia. Es aquí donde cobra importancia la pertenencia al grupo del barrio, grupos deportivos, grupos de amigos, etc. Pertenecer a un grupo desempeña variadas funciones, siendo las principales:
En este período se tiende a asumir los **valores y códigos del grupo de pares**, lo que aumenta la distancia con los padres, existiendo una tendencia «**anti-adulto**».
Estos vínculos tardíos suponen menos explotación y experimentación que en la adolescencia media; ya no está todo centrado en la aceptación del grupo de pares, sino que se puede compartir con los amigos de un modo más íntimo y diferenciado. Lo óptimo es que se desarrolle una **independencia flexible**, es decir, que el joven concilie un rol definido, pero al mismo tiempo autónomo, que le permita contrastar sus valores. Esto dependerá de la solidez previamente lograda en el proceso de socialización. Si el adolescente fracasa en ser aceptado en un grupo, pueden aparecer **conductas de aislamiento** o de **extrema dependencia** a los pares o a determinados grupos a quienes imitará y a los cuales se someterá.
En general, las relaciones con iguales del mismo sexo y del sexo opuesto durante la adolescencia sirven de **prototipo de las relaciones adultas** en las interacciones con los miembros del mismo sexo y del sexo opuesto. El adolescente que todavía no ha aprendido a entenderse bien con sus pares en esta etapa, cuando llegue a la edad adulta, se enfrentará con serios obstáculos que le dificultarán su **inserción social**.
La mayor independencia que el adolescente va adquiriendo y la mayor conciencia de realidad que va desarrollando le hacen percibir el mundo más descarnadamente y expresar **juicios y pensamientos propios**. Los padres tienden a enjuiciar al adolescente y comparan su comportamiento anterior con el actual, atribuyendo los cambios a la influencia del grupo de iguales. Así, es frecuente, por ejemplo, la frase «a mi hijo me lo cambiaron los amigos», lo que denota la falta de comprensión en dichos padres respecto a que muchos de los cambios experimentados por su hijo son parte del desarrollo.
Durante la adolescencia, la transición de la niñez a la edad adulta es sumamente importante. Los adolescentes se están volviendo más independientes y comienzan a mirar el futuro en términos de carrera, relaciones, familia, vivienda, etc. Durante este período, exploran las posibilidades y comienzan a formar su **propia identidad** basándose en el resultado de sus exploraciones. Este sentido de quiénes son puede verse obstaculizado, lo que da lugar a una sensación de **confusión sobre sí mismos y su papel en el mundo**.
La sexualidad en la adolescencia se desarrolla en tres áreas principales:
Como ya se ha mencionado, una de las tareas más importantes del adolescente es **consolidar su identidad**. Esto supone identificarse permanentemente con sus objetivos, con sus ambiciones relativas a la sexualidad, con el tipo de relaciones que establece con los otros, etc.
Es parte fundamental de la **identidad del yo** y normalmente es más conocida como **identidad de género** (da cuenta del sexo psicológico). Durante la adolescencia, el joven se identifica con su propio sexo, es decir, asume los rasgos, actitudes, conducta verbal, gestual y motivaciones propias de su género. Este sexo identificado necesita ser **reconfirmado por los otros**.
Es el **comportamiento de cada individuo como hombre o mujer**.
Se refiere al **objeto hacia el cual se dirige el impulso sexual**.
La **identidad y el rol sexual** se desarrollan desde el nacimiento. La falta de experiencia en el trato con el sexo opuesto, la timidez, las bromas groseras respecto al sexo, la falta de información, las vivencias desagradables o inesperadas con el otro, etc., pueden afectar una **sana identidad sexual**. Incluso las **experiencias traumáticas** en esta etapa pueden complicar la identidad sexual y desencadenar o favorecer **alteraciones psicopatológicas**.
Durante esta etapa se produce una **transformación**, por lo cual la consideramos como un tiempo de cambio. Aparece el **despertar sexual**, pero no el primero. Se llama «**secundario**» porque ya durante la primera infancia el niño ha atravesado por un primer despertar sexual.
Adolescencia se refiere a «hacerse grande», a estar en crecimiento, lo cual ha llevado a considerar la adolescencia como la etapa previa a la adultez. Freud no habla de «adolescencia» sino de «**pubertad**». Y nombra la **metamorfosis** que se produce con el despertar sexual: la **resignificación de la dramática edípica**.
En este momento se alcanzan la **amplitud para el coito y la capacidad reproductora**. Pero la **inmadurez psicológica** del adolescente hace que este fin no sea logrado tan fácilmente.
La pubertad se presenta entonces como un **salto**, una irrupción que discontinúa los tiempos de la infancia.
Los cambios más importantes son:
Se refiere al **concepto de sí mismo**, a todas las percepciones que un individuo tiene de sí mismo. El **autoconcepto** está en la base de la **autoestima**.
Este es un concepto transversal a todos los aspectos de nuestra vida, está en la base del **rendimiento escolar, la motivación, el desarrollo de la personalidad y la dinámica de las relaciones sociales**.
Comprende tres etapas:
Desde el nacimiento hasta los 2 años.
Desde los 2 hasta los 12 años aproximadamente. Esta etapa es **crucial** desde el punto de vista de la imagen personal, porque es la más abierta a la **influencia del exterior** (padres, profesores, pares, etc.). Al principio de esta etapa, el niño se define a sí mismo y se diferencia de los otros por sus **rasgos físicos**. Entre los ocho y nueve años comienza la definición personal, basándose en algunos **rasgos psicológicos**. A esta edad se hacen evidentes los sentimientos de estar avergonzado u orgulloso de sí mismo. El sentimiento de sí mismo que se adquiere en esta etapa resulta difícil de modificar posteriormente. Al final de esta etapa hay un aumento de la **autoconciencia** (un mayor reconocimiento de sí mismos y una mayor conciencia de cómo son percibidos por los otros).
Desde los 12 años en adelante. En esta etapa el adolescente busca describirse a sí mismo en términos de **identidad** y esta definición se va haciendo cada vez más diferenciada y menos global. En esta tercera etapa el individuo es muy **vulnerable en términos de autoestima**, tanto por el propio cuestionamiento personal como por la influencia de la crítica externa; es un período de la vida de especial sensibilidad.
Es la **suma de juicios** que una persona tiene de sí misma. Es la **dimensión afectiva de la imagen personal** que se relaciona con datos objetivos, con experiencias vitales y con expectativas.
Branden (1981) afirma que la autoestima incluye dos aspectos básicos: el **sentimiento de autoeficacia** y el **sentimiento de ser valioso**. La autoestima sería la convicción de que uno es **competente y valioso** para otros. La **autovaloración** involucra las emociones, los afectos, los valores y la conducta. Cuando la persona se juzga mal, de alguna manera este juicio configura un **autorrechazo**, que con frecuencia induce a la persona a **conductas destructivas** para sí misma y para los demás.