Portada » Historia » La Ilustración, el Despotismo Borbónico y la Sociedad en la España del Siglo XVIII
La Ilustración fue un movimiento intelectual, filosófico y científico que se desarrolló en Europa durante el siglo XVIII, conocido históricamente como el Siglo de las Luces. Su fundamento principal residía en la confianza en la razón como el único medio para comprender el mundo, superar la ignorancia y el fanatismo, y alcanzar el progreso y la felicidad humana.
Los pensadores ilustrados promovían la educación y el conocimiento como herramientas esenciales para mejorar las condiciones de vida y transformar la sociedad. Sus críticas se dirigieron principalmente contra el Antiguo Régimen y el absolutismo monárquico, defendiendo principios clave:
En España, la difusión de las ideas ilustradas fue lenta y limitada. A partir de 1750-1760, surgió una generación de pensadores reformistas que denunciaron el atraso económico y social del país. Entre ellos destacaron:
Estos reformistas criticaron el sistema señorial y la concentración de la propiedad en manos de la nobleza y la Iglesia. Abogaron por la desamortización de terrenos, la eliminación de los morgados y las manos muertas, y el reparto de tierras entre los campesinos. También propusieron fomentar la industria y el comercio, eliminando monopolios y barreras internas, y promovieron la educación como base para el progreso.
En Galicia, la Ilustración tuvo figuras relevantes como Feijoo, Sarmiento y Cornide, quienes defendieron la mejora de la agricultura, la pesca y la industria, además de abogar por la dignificación y el uso de la lengua gallega.
Las ideas ilustradas influyeron en el fenómeno conocido como el Despotismo Ilustrado, una forma de gobierno que intentaba implementar reformas inspiradas en la Ilustración sin alterar el carácter absoluto de la monarquía. Su lema era: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
El principal ejemplo de Despotismo Ilustrado en España fue el reinado de Carlos III, quien impulsó reformas económicas, sociales y educativas. Durante su gobierno, se llevaron a cabo importantes acciones:
Sin embargo, el reformismo de Carlos III encontró resistencia. El Motín de Esquilache (1766) reveló la fuerte oposición de la nobleza y el clero a las reformas, obligando al rey a moderar sus políticas.
A pesar de las buenas intenciones, las reformas ilustradas tuvieron una aplicación limitada debido a la oposición de los grupos privilegiados y al conservadurismo popular. La Revolución Francesa supuso un retroceso político e ideológico durante el reinado de Carlos IV, lo que marcó el fracaso definitivo del Despotismo Ilustrado en España.
El estudio del papel de la mujer en la Edad Moderna presenta numerosos desafíos, ya que durante siglos fue un tema marginado por la historiografía tradicional debido a la escasez o la ocultación deliberada de fuentes. No obstante, en las últimas décadas se ha realizado un esfuerzo significativo por recuperar la memoria histórica femenina y ofrecer una visión más integral de la sociedad moderna.
Durante el Antiguo Régimen, la mujer vivía sometida a las estructuras patriarcales propias de una sociedad estamental y católica. Su situación legal estaba definida por la dependencia:
Su función principal era doméstica —como esposa, madre y encargada del hogar—, un rol que sostenía la economía familiar, pero sin reconocimiento ni autonomía personal. La moralidad y la reputación eran aspectos fundamentales de su existencia, y cualquier desviación de las normas sociales podía conducir a su exclusión.
En el siglo XVIII, con la Ilustración, comenzaron a surgir críticas al sistema patriarcal y defensas de la igualdad intelectual de las mujeres. Filósofos y escritoras denunciaron la desigualdad educativa y reclamaron el derecho a la instrucción y al trabajo. Entre los textos más relevantes se encuentran:
Estos escritos ilustrados anticiparon muchas de las ideas que caracterizarían el feminismo moderno. Otros pensadores, como Vicente do Seixo, también defendieron la educación femenina como la base del progreso social, criticando la arrogancia masculina.
La participación de las mujeres variaba considerablemente según su estamento social:
En Galicia, las circunstancias sociales y económicas —como la emigración masculina, el sistema hereditario igualitario y el minifundio— favorecieron una mayor autonomía femenina. Las mujeres gallegas actuaban frecuentemente como cabezas de familia, gestionando tierras y heredades. También destacó la figura de las espontaneadas: mujeres solteras o viudas que, al quedar embarazadas, se autoinculpaban ante las autoridades para obtener perdón y protección, reflejando una realidad social particular y una cierta tolerancia hacia la ilegitimidad.
En resumen, aunque subordinadas legal y socialmente, las mujeres de la Edad Moderna desempeñaron un papel esencial en la familia, la economía y la cultura, y sentaron las bases para las futuras luchas por la igualdad al reivindicar su dignidad y capacidades intelectuales.
Los Decretos de Nueva Planta representan la profunda transformación política y administrativa impulsada por Felipe V, el primer rey de la dinastía borbónica, tras la Guerra de Sucesión Española (1701-1714). Inspirado en el modelo absolutista y centralista de Luis XIV de Francia, Felipe V buscó unificar los reinos peninsulares bajo una administración común, eliminando las instituciones y leyes propias de los territorios que habían apoyado al archiduque Carlos de Austria.
Los Decretos de Nueva Planta, promulgados entre 1707 y 1716, abolieron los fueros y privilegios de la Corona de Aragón, poniendo fin al sistema pactista de los Austrias e instaurando una monarquía absolutista y centralizada basada en la legislación castellana. Su aplicación se realizó en varias etapas:
Solo Navarra y las provincias vascas, que se alinearon con Felipe V, conservaron sus fueros e instituciones propias.
La reforma borbónica tuvo efectos amplios y duraderos, permitiendo un control político más firme y una mayor uniformidad administrativa:
En el plano económico y fiscal, se eliminó la frontera aduanera interna entre Castilla y Aragón, y se instauró la Contribución Única en la Corona de Aragón, un sistema fiscal basado en la riqueza individual, conocido con diferentes nombres según el territorio:
En Castilla, el intento de aplicar un sistema similar, como el Catastro de Ensenada (1749-1753), fue frustrado por la oposición de la nobleza y el clero.
Otro cambio significativo fue la imposición del castellano como lengua administrativa, sustituyendo al catalán y otras lenguas locales. En conjunto, los Decretos de Nueva Planta marcaron el comienzo de una España moderna y centralizada, consolidando el poder real y eliminando la diversidad institucional heredada de la monarquía de los Austrias.
