Portada » Lengua y literatura » Josefina de la Torre: Exploración Poética de ‘Me busco y no me encuentro’ y su Legado en el 27
Nos encontramos ante un poema sin título, conocido como «Me busco y no me encuentro», recogido en el poemario Marzo Incompleto (1968) de Josefina de la Torre y perteneciente al género lírico.
Josefina de la Torre nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1907 y falleció en Madrid en 2002. Fue una figura representativa del panorama cultural canario: poetisa, novelista, cineasta, cantante lírica y actriz. Su obra está influenciada por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y las Vanguardias, lo que la llevó a la experimentación formal; un claro ejemplo de ello es el poema que estamos comentando.
En su obra se observa la estela de compañeros de la Generación del 27 (Lorca, Salinas o Alberti), con quienes coincidió en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Este movimiento surgió tras el tercer centenario de la muerte de Góngora y se caracterizó por el uso de la metáfora como figura principal para expresar diversas temáticas, buscando el equilibrio entre lo culto y lo popular, o la tradición y la vanguardia. Nuestra autora compartió con ellos el gusto por la sencillez formal, el lirismo interior, la expresión popular y las innovaciones vanguardistas.
Además, se adscribió al grupo de artistas del 27 conocidas como las Sinsombrero (Maruja Mallo o Margarita Manso), figuras que no debemos olvidar. En ella también se reflejaron ciertas características modernistas, de las que se dejó contagiar por escritores isleños como Alonso Quesada o Saulo Torón.
Puede clasificarse como la última representante de dicha generación, pues es considerada la voz insular del 27, ya que fue de las pocas en quedarse en España durante el régimen franquista tras la Guerra Civil Española (1936-1939). Esta experiencia se verá reflejada en Medida del tiempo (1989), obra en la que se evoca todo el dolor que supusieron las continuas revueltas entre conservadores y liberales que desembocaron en dicha guerra.
El primer poemario que publicó la escritora fue Versos y estampas (1927), y su siguiente obra, Poemas de la isla (1930), recibió una fuerte crítica, por lo que decidió dejar un tiempo las letras para centrarse en su carrera como actriz y cantante. Cabe mencionar también la publicación de pequeños relatos de misterio, debido a su afición por la novela negra.
Asimismo, Josefina fue apodada «muchacha-isla» debido a la importancia que lo insular y Gran Canaria tenían en sus escritos, así como por encontrar en lo cotidiano una fuente de inspiración. En sus últimas obras, por el contrario, presenta un tránsito hacia lo trascendente y lo metafísico.
La obra posee como tema principal la **insatisfacción de la poetisa consigo misma**. Este tema se ubica a lo largo de todo el poemario debido a la frustración que siente la autora en relación con su esterilidad, pues siente que no se ha desarrollado plenamente como mujer. Josefina de la Torre busca un sentido a la vida, sintiéndose perdida y rodeada de oscuridad. Asimismo, se interroga constantemente y no encuentra la respuesta que ansía. Esto la lleva por un camino de desolación, tristeza, inseguridad, desaliento y rebeldía, justificado por la constante presencia del adverbio «no».
En cuanto al resumen del poema, la autora expresa, mediante la metáfora, su imposibilidad de ser madre, así como su incertidumbre y desesperación al preguntarse si algún día lo será, aunque al final del poema muestra signos de esperanza.
En cuanto a la estructura externa, el poema consta de trece versos que combinan alejandrinos y heptasílabos, situándose estos últimos en el primer y quinto verso. En ellos, se pone de manifiesto la búsqueda personal que no logra su objetivo, a través de versos como «Me busco y no me encuentro» y «No me encuentro a mí misma». Estos dos versos cautivan la atención del lector tanto métricamente como desde el punto de vista semántico.
La rima es consonante en los versos segundo y quinto, y asonante en el resto, excepto en los versos sueltos. (Se podría detallar el esquema métrico: 7a, 14B, 14-, 14-, 7b, 14-, 14B, 14B, 14A, 14-, 14B, 14B, 14-).
Por otro lado, se trata de una composición estrófica que, para algunos, se ajusta a una lira y, para otros, a una silva; lo que no cabe duda es que está influenciada por las vanguardias. Además, presenta una rima variable, puesto que encontramos rima consonante en los versos segundo, quinto y duodécimo; rima asonante en los versos primero, séptimo, octavo, noveno y undécimo; y versos sueltos en los restantes.
Profundizando en la obra, observamos que, en cuanto a la estructura interna, está dividida en tres partes bien diferenciadas:
Además, en cuanto al nivel morfológico, observamos una cantidad de sustantivos, tanto concretos relacionados con la maternidad —«tierra», «fruto» (versos 7 y 9)—, como abstractos —«armonía» (verso 8), «esencia» (verso 8)—. La mayoría se utilizan para representar la noche —«sombras», «tinieblas»—, lo que refleja el oscuro trance en el que la poeta se encuentra por no poder realizarse como madre.
A su vez, localizamos adjetivos especificativos como «oscuras» (verso 2), «lento» (verso 10), con los que se manifiesta el pesimismo a través de las tonalidades oscuras. Asimismo, en cuanto a los adverbios, aparece el uso reiterado de «no», que expresa la angustia existencial, al igual que «ahora», como atisbo de ilusión.
En relación con los verbos, predominan las formas en presente: «rondo» (verso 12), «voy» (verso 6), «interrogo» (verso 3). Además, se encuentran formas no personales como el infinitivo: «descubrir» (verso 13), o el gerundio: «tanteando» (verso 7), «esperando» (verso 13). También observamos formas en pasado, como «no pude ser», que refleja la desesperación y frustración del «yo» lírico.
Paralelamente, abordaremos las figuras literarias: