Portada » Historia » Transformaciones Históricas: Del Antiguo Régimen a la Era Industrial y sus Consecuencias
El Antiguo Régimen fue el sistema político, social y económico predominante en Europa desde el siglo XV hasta las revoluciones liberales del siglo XVIII y XIX. Se caracterizaba por:
La sociedad estamental se definía por:
El siglo XIX fue testigo de una serie de movimientos revolucionarios que buscaron derrocar el Antiguo Régimen e implantar los principios del liberalismo. Estas oleadas se pueden clasificar en tres grandes periodos:
Conocida como la «Primavera de los Pueblos», esta oleada fue mucho más compleja que las anteriores, superponiendo diversas cuestiones:
En el siglo XVIII, se inició la Revolución Industrial, un proceso de profundos cambios económicos y sociales que sentó las bases del mundo moderno. Sus pilares fundamentales fueron:
A lo largo de todo el siglo XVIII, se registró un notable crecimiento de la población. La causa principal fue la disminución de la mortalidad, atribuida a mejoras significativas en:
Este crecimiento demográfico ocasionó una mayor demanda de bienes, especialmente productos agrícolas, y proporcionó una mano de obra numerosa y barata para las nuevas industrias.
El rendimiento agrícola se elevó considerablemente gracias a la introducción de nuevas técnicas y prácticas, que incluyeron:
La revolución agrícola contribuyó al aumento de la población al ofrecer más y mejores productos, y proporcionó abundantes materias primas para la industria.
Se produjo una significativa expansión en la actividad comercial:
El desarrollo del comercio generó un excedente económico que contribuyó a financiar la expansión industrial y las mejoras en la agricultura.
La idea del Taylorismo, desarrollada por Frederick W. Taylor, teorizó sobre la especialización de las funciones en el trabajo y la estandarización de los procedimientos. Según Taylor, las tareas debían realizarse con el menor esfuerzo y en el menor tiempo posible, eliminando pasos y movimientos innecesarios con el objetivo de reducir los costes de fabricación. Sus principios clave incluían:
El Fordismo, impulsado por Henry Ford, representó la máxima especialización del trabajo, la optimización de los rendimientos y el abaratamiento de las mercancías. Esto permitió el acceso a los productos a un creciente número de consumidores, sentando las bases de la producción en masa.
Estos procedimientos rompieron drásticamente con los métodos de producción del pasado, donde los trabajadores creaban y transformaban la materia prima dentro de un mismo proceso, sin apenas especialización. La implantación de los nuevos sistemas generó importantes problemas de índole social, pues llevaban consigo la deshumanización y alienación del espacio de trabajo.
Si bien los pioneros de la industrialización habían financiado sus negocios en buena medida con capital familiar, las nuevas necesidades de inversión impulsaron la búsqueda de nuevas fuentes de financiación. Un claro ejemplo fue el ferrocarril, cuya implantación y desarrollo requería grandes cantidades de recursos que desbordaban las posibilidades de los particulares adinerados.
Destacaron como formas o instrumentos de capital: