Portada » Filosofía » La Fundación de Buero Vallejo: Realidad, Ilusión y la Condición Humana
La obra La Fundación, una verdadera fábula en dos partes, plantea el eterno problema de la realidad y la ficción, producido por el mundo exterior. Es una nueva muestra teatral de la oposición entre apariencia y realidad. El drama es una profunda reflexión sobre la condición humana: todos somos prisioneros.
La metáfora escénica que equipara la prisión a un agradable centro de estudios trasciende la circunstancia concreta de la obra y se amplía a dimensiones que incumben, en general, a la vida del hombre contemporáneo. De la confortable prisión, Tomás se encamina hacia la celda en la que siempre ha estado. Es un tema habitual en el teatro de Buero: la crisis del concepto de lo real. Todo es ilusión óptica, un holograma. Un claro caso de alienación (vivir manipulado) que finaliza con el triunfo de la lucidez.
La locura se presenta como un modo de escapar. Sin embargo, el loco debe dejar de serlo; también la locura es culpable. Esa locura que hace ver lo que no es ha de ser superada, porque el hombre debe encararse con los aspectos más duros de su situación real, por amargos que sean. Sobre la anécdota concreta de estos cinco condenados se levanta una reflexión que afecta a la condición humana: el preso puede hallar el modo de fugarse y alcanzar la libertad, pero una vez fuera se dará cuenta de que todo es prisión. Asel, quien lleva el peso de este tema en la obra, reconoce que acaso la libertad y la vida toda sean “una inmensa ilusión”, pero el único modo de saberlo consiste en rechazar la inacción.
La vida humana es prisión; hay una limitación que define y caracteriza al ser humano, cuyos barrotes pueden ser tan invisibles como los de la cárcel en que están encerrados Tomás y sus compañeros, pero que no por ello resultan menos consistentes. La vida solo puede ser digna si se acepta lúcidamente esa condición. Aquí se afirma que esta actividad reflexiva debe completarse dialécticamente con la acción. Al salir de una cárcel, de una Fundación, podrá pasarse a otra solo un poco mayor.
Los procedimientos técnicos son uno de los mayores aciertos de esta obra, que es la que más éxito de público y de crítica ha tenido. Un procedimiento técnico importante es el efecto de inmersión. La utilización de este procedimiento en La Fundación supone resultados muy teatrales y efectivos. Toda la obra está envuelta en este procedimiento, ya que los lectores o espectadores de la obra solo vemos y oímos lo que Tomás ve, oye y entiende. Nuestra percepción de la realidad queda limitada a la del propio Tomás, con lo cual el autor nos obliga a compartir su locura.
Merece también un cierto detenimiento, en el terreno de los efectos de inmersión, el significado que puede tener para el lector y el espectador la presencia de un personaje atípico en el drama: Berta. Ella, una especie de Dulcinea del Toboso contemporánea, existe solo en la imaginación del muchacho trastornado. Se ha señalado por especialistas que Berta es un desdoblamiento de la personalidad de Tomás. A cualquier espectador le llama enseguida la atención la frase “Aborrezco la Fundación”, y aún nos encontramos en el mundo idílico de la institución, sin que el espectador sospeche lo más mínimo la locura de Tomás.
Berta supone la primera y más importante ruptura del sistema establecido en su alucinación, al tiempo que es un reflejo del subconsciente que experimenta así los primeros momentos de claridad. En definitiva, la figura de Berta, como un elemento de la alucinación tan lleno de sensibilidad y de poesía, desempeña un decisivo papel a la hora de ir entendiendo lo que ocurre y lo que va a suceder cuando Tomás despierte a la trágica realidad, al mismo tiempo que todos los espectadores y lectores. Los efectos de inmersión apuntan hacia una definición del mundo como algo engañoso y a una concepción perspectivística de la vida.
Por medio de esta técnica, Buero denuncia lo pobre y equívoco de nuestra sociedad y está practicando la comprensión hacia el delator, al que el público, cómplice del personaje alucinado por compartir sus mismas experiencias mentales, llegará a entender y perdonar como quiere el noble Asel.
En ese sentido, los hologramas, que son el proyecto en el que uno de los presos, Tulio, es un maestro, simbolizan la condición ilusoria de la realidad. Los hologramas son las ilusiones ópticas que engañan a la percepción y representan una extrapolación de la locura de Tomás a todos los demás; quizás la realidad sea tan inasible para todos como un holograma. Pero también con ellos podemos crear una realidad favorable y feliz. Son un modo de poder superar la miseria en la que se encuentran, la esperanza en un mundo mejor. Esta esperanza se derrumba, no obstante, y se convierte en un desahogo estéril y engañoso.