Portada » Lengua y literatura » Evolución de la Literatura Española: De la Épica Medieval al Renacimiento
Los juglares eran actores profesionales que recorrían pueblos, cortes y castillos recitando o cantando poemas. Acompañaban sus interpretaciones con instrumentos musicales para narrar historias o leyendas. A diferencia de los trovadores, los juglares provenían de orígenes humildes y no eran los autores de los versos que interpretaban. El oficio de juglar se denominaba Mester de Juglaría.
Este mester abarca la poesía épica y lírica de carácter popular difundida durante la Edad Media por los juglares.
El espectáculo del juglar, que a menudo incluía música, acrobacias, juegos malabares y animales amaestrados, se asemejaba a un espectáculo teatral callejero. Su sustento dependía de la generosidad del público, por lo que debían agradar y entretener a los espectadores.
Los juglares de narraciones épicas, o juglares de gesta, eran los más numerosos, dedicados a relatar las hazañas de héroes locales.
Los cantares de gesta son extensas narraciones en verso que relatan sucesos históricos y legendarios centrados en un héroe que encarna los valores de un pueblo. Poseen un tono heroico, exaltando las hazañas de un guerrero, de ahí el término ‘gestas’ (hazañas).
El origen de los cantares de gesta es difícil de precisar debido a su carácter oral y anónimo, lo que ha provocado la pérdida de gran parte de ellos. Inicialmente, la épica cumplía una función informativa, transmitiendo al pueblo analfabeto fragmentos gloriosos de su historia. Además, proponía un modelo de héroe para la colectividad, exaltando las virtudes guerreras, caballerescas y aristocráticas.
De la épica castellana se conservan solo tres cantares:
Este cantar narra las hazañas del Cid Campeador, un noble injustamente desterrado que lucha por recuperar su honor. El héroe se presenta como un modelo de caballero.
El argumento relata una historia que comienza con grandes dificultades y culmina de forma gloriosa.
El poema se divide en 3 partes o Cantares:
El poema inicia con el héroe, llorando, abandonando su hogar tras ser desterrado injustamente por su rey. Tras dejar a su familia en un monasterio, se lanza a la conquista de tierras. El Cid debe recuperar su honor, gloria y la confianza del rey, partiendo de la infamia y el deshonor. Tras numerosas batallas, adquiere prestigio y riquezas, enviando regalos y reiterando su fidelidad al rey.
El Cid conquista Valencia y obtiene el perdón real. El monarca permite que su familia se reúna con él y solicita que case a sus hijas con dos nobles castellanos, los infantes de Carrión. El Cid accede, recuperando así su honor como caballero al ser reconocido su lealtad y al emparentar con la nobleza.
Se inician con anécdotas que revelan la cobardía de los infantes de Carrión. Tras ser objeto de burlas por parte de los vasallos del Cid, los infantes deciden vengarse: llevan a sus esposas a Carrión, donde las azotan y abandonan. El Cid solicita justicia al rey, quien convoca cortes en Toledo. En ellas, los representantes del Cid vencen, y los infantes de Navarra y Aragón piden casarse con las hijas del héroe, culminando así su ascenso social.
El tema central del poema es la recuperación del honor en dos vertientes:
El Cid reúne diversas virtudes. Como caballero, es el modelo de vasallo perfecto: fiel a su rey, valiente, generoso y clemente. Es también un hombre familiar, preocupado por el bienestar de su esposa, hijas y vasallos. En definitiva, el Cid representa el modelo de caballero difundido por la épica medieval.
Protagonistas: El Cid, la familia del Cid, los infantes de Carrión, el rey, los árabes, los vasallos del Cid.
El Cantar de Mio Cid es la primera manifestación épica en lengua castellana. Su carácter oral y su vinculación al mester de juglaría se reflejan en varios rasgos:
El Cantar de Mio Cid es una obra medieval de carácter épico, de autor desconocido, cuya transmisión y divulgación se debió en gran parte a los juglares. El poema se divide en tres partes: Cantar del Destierro, Cantar de las Bodas y Cantar de la Afrenta de Corpes. Los versos presentan distinta medida y riman en asonante. La cesura en la mitad del verso, que lo divide en dos partes, es un indicio de la evolución hacia el romance.
Todos los rasgos estilísticos del Cantar de Mio Cid se explican por su carácter de narración oral y son propios del estilo juglaresco:
Se emplea un lenguaje arcaizante, con la finalidad de otorgar al poema un valor histórico y un tono aristocratizante.
En el siglo XIII, surgió una nueva forma narrativa conocida como Mester de Clerecía, es decir, el oficio de clérigos o personas cultas. Iniciada por Gonzalo de Berceo, esta escuela se caracterizó por narraciones didácticas en una nueva métrica (la cuaderna vía), que recogían temas de la tradición culta y utilizaban recursos juglarescos.
Ante el éxito de los cantares de gesta, Gonzalo de Berceo inició, en el siglo XIII, el mester de clerecía, cuyas narraciones presentan los siguientes rasgos:
Gonzalo de Berceo es el primer autor castellano conocido. Inició el Mester de Clerecía con narraciones de tema religioso, como Milagros de Nuestra Señora, escritas en la métrica culta de la cuaderna vía. Para llegar a un público iletrado, empleó un lenguaje relativamente sencillo con recursos expresivos juglarescos.
La obra más conocida de Gonzalo de Berceo es Milagros de Nuestra Señora. En ella, el autor reúne breves relatos que repiten un esquema: personajes devotos de la Virgen se encuentran en problemas o peligros y se salvan por un milagro de esta. Muchos relatos tienen origen folclórico y abundan los detalles humorísticos. La Virgen María se presenta con rasgos humanos, propios de la religiosidad popular.
El estilo de Gonzalo de Berceo es, en general, sencillo, aunque a pesar de su aparente simplicidad, encontramos muchos cultismos.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escribió la obra más brillante y original del siglo XIV: El Libro de Buen Amor. Aunque por su forma podría incluirse en el mester de clerecía, sus temas y vitalismo reflejan una sensibilidad alejada del didactismo.
Del autor solo se conoce su nombre y su condición de sacerdote en Hita. Su obra, sin embargo, revela una personalidad divertida y vital, que canta los placeres del mundo y, al mismo tiempo, posee una sincera religiosidad. La forma autobiográfica se interpreta como un recurso expresivo para aproximarse al lector. La obra demuestra que su autor era un gran conocedor de la literatura culta y popular de su época.
Tema y estructura: Escrita en verso, con predominio de la cuaderna vía, se incluye en el Mester de clerecía. Narra de forma autobiográfica diversos episodios amorosos en los que el autor intenta conseguir el amor de alguna mujer, recurriendo a intermediarias o alcahuetas. Junto a estos episodios, se mezclan textos muy diferentes: cuentos, composiciones líricas, una batalla alegórica entre don Carnal y doña Cuaresma, digresiones morales y composiciones burlescas.
Originalidad: Lo más innovador es la mezcla de elementos aparentemente contradictorios: la religiosidad y el vitalismo profano, el tono serio junto al aire divertido y burlesco de algunas parodias sobre el amor cortés. Esa suma de temas y tonos hace que El Libro de Buen Amor sea difícil de interpretar. El objetivo del autor no queda claro; la ambigüedad aparece ya en el prólogo, donde indica que quiere prevenir contra «el loco amor», pero que si algunos no desean hacerle caso y quisieren usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello». En conjunto, llama la atención la actitud irónica y vitalista que aparece por primera vez en una obra culta.
Estilo: Muestra un lenguaje rico y variado, empleando el registro culto y el coloquial. Posee un léxico amplio y plástico, con expresiones pintorescas, afectivas y populares que reflejan la variedad del habla urbana del siglo XIV. Las formas métricas también son variadas; junto a la cuaderna vía aparecen formas típicas de la poesía popular, como el zéjel.
Tras el mester de juglaría y el de clerecía, la nobleza se suma a la tarea literaria desde una vertiente culta. El hecho de que sean los últimos en sumarse a la escritura literaria se debe a que los nobles se dedicaban casi exclusivamente a guerrear y gobernar. A medida que se consolida el territorio cristiano, resulta menos necesario combatir, ganando tiempo para estudiar, reflexionar, leer y escribir. A estos autores se les ha dado el nombre de «mester de cortesía», ya que viven en la corte.
Se utilizó siempre la forma de la prosa para ámbitos legales y cortesanos, con la intención educativa de formar nobles y políticos que pudiesen prosperar en las difíciles condiciones de la revuelta Edad Media española. A esta intención responden las numerosas compilaciones de cuentos, las obras históricas y los diversos escritos de Don Juan Manuel y otros escritores en castellano y latín. Este ámbito trata sobre la iglesia, la escolástica y los caballeros medievales.
Su obra, de carácter fundamentalmente didáctico y narrativo, está impulsada por una gran preocupación sobre la adecuada formación en cuerpo, alma e inteligencia de un perfecto caballero medieval. Se clasifica en la habitual denominación de «educación de príncipes». Consta de pequeños opúsculos (Crónica abreviada, Libro de la caza, Libro de las tres razones, Tratado de la Asunción de la Virgen María y el Libro infinido o Libro de los castigos y consejos a su hijo don Fernando) y de otras obras de más extensa ambición por las que se le recuerda fundamentalmente: el Libro del caballero y el escudero, el Libro de los estados y el Libro de Patronio o Conde Lucanor.
El estilo de Don Juan Manuel se caracteriza por la selección, la sobriedad y la precisión, y por una conciencia plena de autoría artística literaria. La variedad temática es amplísima, como lo es el origen de las fuentes.
Su obra maestra se considera el Libro de Patronio o Conde Lucanor, concluida en 1335. Consta de una cincuentena de cuentos, precedida de un prólogo y seguida de cuatro breves tratados en prosa en los que se ensaya una forma preliminar de conceptismo. El autor cuenta que se le requirió que utilizase un estilo menos llano y explícito para dirigirse a personas de educación superior y concentrase más significado en menos palabras. No solo por eso se trata de una obra de extraña originalidad, sino por la inaudita variedad de sus fuentes y por formar parte de la primera colección europea de género novelesco. Asimismo, se puede apreciar una originalidad en su tratamiento literario y estilístico, que no excluye sagaces razonamientos sobre la pluriforme naturaleza humana desde la primera narración.
La estructura de los cuentos refleja el ordenancismo y la jerarquización medieval. En primer lugar, un joven noble, Lucanor, expone en tono abstracto un problema que exige pronta resolución a su viejo consejero y ayo Patronio. Después, este le cuenta un apólogo del que el joven extrae la solución de su conflicto, que aplica y le resulta bien. Entonces Don Juan Manuel introduce unos versos (de métrica muy interesante y variada para la época) que condensan la moraleja. Finalmente, se expone una estoria o viñeta dibujada alusiva al problema expuesto, dibujos que desgraciadamente no se conservan y por tanto no aparecen en las ediciones de la obra. Este riguroso orden expositivo responde a una intención claramente didáctica, que marcha de lo más abstracto a lo más concreto. Donde realmente aparece el arte y el genio de Don Juan Manuel es en la estructura interna de los pasajes meramente narrativos que constituyen los cuentos y en la penetración psicológica de los motivos últimos que mueven a los personajes.
Las exempla: Fórmula narrativa preferida en la Edad Media, una de las más constantes estructuras de toda la obra, cuya función es didáctica.
La literatura del siglo XV abarca temas, formas y géneros en los que se mezclan rasgos medievales y humanistas o prerrenacentistas. Los modelos literarios de la época son los humanistas italianos: Boccaccio, Dante, Francesco Petrarca.
La combinación de medievalismo y humanismo se manifiesta en diversos aspectos.
La poesía culta del siglo XV es de estilo conceptista y trata temas variados: amorosos, satíricos, morales, etc. También se denomina poesía cancioneril, porque se conserva en los cancioneros de la época.
Jorge Manrique fue un buen poeta de cancionero. Su poesía amorosa, dentro de lo artificioso del género, muestra una de las voces más personales del momento. Pero si hoy se le valora como el mejor poeta de su siglo es por un único poema: las Coplas a la muerte de su padre.
El autor: Jorge Manrique perteneció a una de las grandes familias de la nobleza castellana. Participó en diferentes batallas junto a su padre y murió en pleno combate a los treinta y nueve años. Su figura encarna el ideal cortesano, la valentía en el combate y la habilidad en las letras. Fue uno de los últimos representantes de la aristocracia guerrera en la que aún pervivían muchos ideales medievales, y un hombre culto, como exigía el modelo humanista.
Jorge Manrique compuso las Coplas a raíz de la muerte de su padre, don Rodrigo; el poema es, pues, una elegía, una composición que expresa el dolor del poeta.
➤ El tema: Las Coplas desarrollan el tema de la muerte: parten de una meditación genérica sobre la fugacidad de la vida y acaban presentando la muerte del padre del poeta. El progreso de lo general a lo particular acentúa la emotividad del final de la composición.
El tema de la muerte fue muy frecuente en la Edad Media. Desde la perspectiva cristiana, la muerte era vista como liberadora, ya que abría las puertas a la vida eterna. Sin embargo, en los siglos XIV y XV, era habitual presentar la muerte como un personaje terrorífico (un esqueleto con una guadaña) que igualaba a todos bajo su poder, como escenificaban las populares Danzas de la Muerte. También era usual exponer la descomposición del cuerpo humano de forma detallada y macabra. En general, el poema de Manrique se inscribe en la visión medieval de la muerte, pues exalta los valores espirituales que no perecen y los contrapone a los caducos bienes terrenales. No obstante, Manrique ofrece una novedad: presenta un tema muy tratado anteriormente con una visión serena, exenta de cualquier tono macabro desagradable.
Por los temas sobre los que trata, la obra se organiza en tres partes:
➤ El estilo: Es sencillo, antirretórico, sobre todo si se compara con el modelo dominante en la época. La naturalidad del lenguaje contrasta con la gravedad del tema. Posiblemente, esa combinación de sencillez y profundidad es la que convierte a Manrique en un autor especialmente valorado por los poetas posteriores; es un poeta de poetas.
➤ El sentido: La obra de Jorge Manrique recoge la sensibilidad del final de la Edad Media, mientras que la figura de su padre, el protagonista del poema, encarna las virtudes caballerescas y cristianas medievales. La obra refleja las contradicciones de la época al expresar la tensión entre la concepción cristiana medieval y una nueva sensibilidad, más receptiva a la belleza de la vida. Mientras que la visión cristiana infravalora los bienes terrenales por efímeros, el amor a la vida se manifiesta en la nostalgia por la brillantez del mundo desaparecido, nostalgia que se intensifica cuando el poeta evoca el esplendor del pasado más cercano. Asimismo, Manrique muestra otros rasgos prerrenacentistas, como la valoración de la fama y la delicadeza y elegancia con que trata el tema de la muerte.
Continúa el teatro religioso de tradición medieval y aparece una nueva generación que inicia el teatro renacentista, pero el género teatral más interesante del siglo XV lo constituye el teatro para ser leído, a imitación de la comedia humanística italiana, modalidad a la que pertenece La Celestina.
El libro apareció en 1499, y en esa edición no constaba el nombre del autor. En 1502 se publicó una edición ampliada, con un prólogo donde Fernando de Rojas dice que lo escribió para advertir a los locos enamorados de los peligros del amor, y justifica que ha añadido unos actos porque gentes le pedían que ampliase los episodios amorosos. Esa edición también incluye unos versos acrósticos: a través de las letras iniciales se lee que «Fernando de Rojas es el autor de La Celestina».
► Los personajes: Son realistas y evolucionan a lo largo de la obra. En conjunto, parece que todos son arrastrados por las pasiones: Calisto y Melibea actúan movidos por el amor, mientras que la codicia domina a Celestina y a los criados. Sin embargo, cada uno de ellos muestra matices variados, como ocurre con las personas: son personajes diferenciados, que no responden a los modelos literarios anteriores. Un rasgo renacentista e innovador de la obra es que los personajes comparten un fuerte individualismo y una visión del mundo pagana y trágica: no se sienten culpables, sino víctimas de la caprichosa Fortuna, que rige sus destinos.
► El tema: La Celestina combina los tres temas del momento: fortuna, amor y muerte. La fortuna, el azar, mueve a los personajes mediante las pasiones y los conduce hacia la muerte. Sin embargo, junto a esta visión del mundo como un caos, el argumento encadena los acontecimientos con una sólida lógica de causa-efecto. Así, el final se presenta como algo inevitable, lo que aumenta el tono trágico de la obra. La fuerza de la pasión amorosa mueve a Calisto y Melibea, la codicia empuja a los criados y a Celestina, y todos van hacia la muerte, víctimas de un destino incomprensible.
► La intención: Fernando de Rojas dijo que había escrito la obra para «prevenir a los locos enamorados que, vencidos por su desordenado apetito, a sus amigas llaman e dizen ser su Dios» y para avisar «contra los engaños de las alcahuetas y de los malos sirvientes». En ese sentido, la intención moralizadora parece clara, como en la literatura medieval, ya que presenta la muerte de personajes como un castigo divino por su rebelión contra las normas morales de la época. Sin embargo, el texto presenta también otros aspectos que no son moralizantes, sino que reflejan la influencia renacentista y el pesimismo del siglo XV: el individualismo de los personajes, la visión pagana del mundo y el sentido trágico de la vida, la sensualidad de ciertas escenas y la inclusión de un suicidio que no se condena. Esta visión global del mundo se resume en el monólogo del padre de Melibea que cierra el libro.
► El estilo: Es el más variado de su época. En general, cada personaje habla como le corresponde desde una perspectiva realista. La clase alta (Calisto, Melibea y sus padres) refleja el habla culta de la época, más retórica en el joven Calisto; los criados y las prostitutas, en cambio, usan el habla viva de la calle, espontánea y coloquial. Celestina, como la vida le exige, es el personaje que se mueve entre esos ambientes y se adapta con gran facilidad a las diferentes situaciones: es retórica con Calisto y emplea el lenguaje popular con sus compañeras y con los criados.
A pesar de que en este siglo conviven varias tendencias poéticas, lo que define a la lírica del s. XVI es la irrupción del petrarquismo, un nuevo modelo de lírica que transforma el panorama literario. Su renovación esencial, proveniente de Petrarca, se debe sobre todo a su intimismo y sensibilidad estética.
Al comienzo del siglo XVI conviven tres corrientes:
Forma: El endecasílabo sustituye al octosílabo. Se cultivan estrofas como el soneto, los tercetos encadenados y aquellas en que el endecasílabo combina con el heptasílabo, como la silva y la lira.
Temas: El amor, la naturaleza y la mitología son los temas más representativos.
Es el poeta más representativo del espíritu renacentista, introductor del petrarquismo e inicia una nueva sensibilidad intimista.
Garcilaso de la Vega (1501?-1536), de familia noble, fue un poeta-soldado parte del séquito del rey. Se familiarizó con los poetas italianos y tuvo una formación cultural humanista. Murió a los 36 años en el asalto a una fortaleza en Provenza.
➤ Obra: Su obra es breve; destacan los sonetos y las églogas.
La Égloga I es la más valorada. Salicio y Nemoroso expresan sus quejas a la naturaleza, y, representando a Garcilaso y lo que hizo con su amada, Salicio se lamenta por los desdenes de su amada Galatea, mientras que Nemoroso llora la muerte de Elisa.
La II recoge los desgraciados amores de Albanio y la pastora Camila; es la égloga más extensa, la primera que escribió y la menos brillante.
La III trata sobre cuatro ninfas que tejen en unos tapices trágicas historias amorosas. Tres de ellos son personajes mitológicos, y el cuarto trata de los amores entre Nemoroso y Elisa; termina con el canto de dos pastores.
➤ Temas: Garcilaso incluye el amor y la naturaleza en sus obras; de hecho, incorpora la naturaleza a la poesía castellana.
➤ Estilo: La obra de Garcilaso supone la creación del lenguaje poético renacentista, elegante y natural. La renovación del estilo se basa en el léxico refinado pero al mismo tiempo sencillo, en los abundantes epítetos y en la suave musicalidad del endecasílabo. A partir de Garcilaso, el soneto se convierte en la estrofa básica de la poesía culta castellana; se podría decir que él condiciona toda la poesía posterior.
En la segunda mitad del siglo XVI, la lírica incorpora temas religiosos y morales, con autores tan señalados como Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Al mismo tiempo, Fernando de Herrera inicia un estilo cultista y continúa los temas renacentistas (amor, naturaleza, mitología…).
Con la Contrarreforma y el aislamiento, la lírica pierde los ideales de universalidad y el entusiasmo pagano anterior. Y aunque las corrientes renacentistas no se pierden, quedan fundidas con el catolicismo y se asimilan a él. Es lo que se ha llamado Segundo Renacimiento o Renacimiento cristiano, en el que aparecen poetas moralistas y religiosos, como Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Paralelamente, Fernando de Herrera continúa la lírica amorosa e inicia una poesía épica culta, con un estilo que se aleja de la naturalidad del primer Renacimiento, el de Garcilaso, y anuncia la complicación del Barroco.
En este periodo se ha hablado de 2 escuelas o tendencias poéticas:
Junto a estas dos tendencias surge la poesía religiosa: la ascética, que trata sobre cómo conseguir la perfección moral, y la mística, que refleja la unión del alma con la divinidad. San Juan de la Cruz es el mejor representante de este tipo de poesía.
La poesía de Fray Luis de León sintetiza la cultura renacentista y el pensamiento cristiano. Plantea temas morales, influido por Platón, Virgilio y Horacio, de quien procede su estoicismo: el deseo de lograr la virtud, el ansia de paz espiritual o la alabanza de la vida sencilla.
Vida de Fray Luis de León:
La vida de Fray Luis de León, como la de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, refleja fielmente el confuso momento que se vivía, las tensiones entre las tendencias humanistas o renacentistas y la susceptibilidad de los poderes eclesiástico y civil. Fray Luis de León fue un hombre muy culto, un humanista, descendiente de conversos y fraile agustino, que enseñó teología en la Universidad de Salamanca. La Inquisición lo condenó por defender la lectura de la Biblia en su lengua original (no a través de las traducciones latinas) y por haber vertido al castellano el libro bíblico del Cantar de los Cantares, obra que fue fundamental para el desarrollo de la mística posterior. Tras cuatro años de cautiverio, lo absolvieron y acabó alcanzando un alto cargo dentro de su orden religiosa.
Obra de Fray Luis de León:
Además de poeta, Fray Luis de León fue un extraordinario traductor del latín y del hebreo: tradujo a los poetas latinos Horacio y Virgilio, y también tradujo los Salmos bíblicos. Como prosista escribió libros de tema moral y religioso, como La perfecta casada, obra didáctica sobre la conducta de las esposas, y De los nombres de Cristo, comentario sobre las diferentes denominaciones que recibe Jesucristo en los libros sagrados.
La poesía de Fray Luis de León:
La mayor parte de la poesía de Fray Luis son odas, cantos de alabanza, escritas en liras, siguiendo el modelo introducido por Garcilaso. Los temas que trata tienen un tono moral que refleja la influencia de los clásicos. Muy conocida es la Oda a la vida retirada, que recrea el tópico del beatus ille (‘feliz aquel’), a imitación de Horacio. También compuso odas a sus amigos, como la que dedica al músico Salinas, cuya melodía le hace percibir la armonía del universo. Esa misma influencia muestra Noche estrellada, donde manifiesta el anhelo y la nostalgia del cielo. En la obra poética de Fray Luis se funden el platonismo y el cristianismo, porque presenta el mundo como un destierro doloroso, a partir del cual el ser humano puede elevarse a las verdades eternas a través de la contemplación de la naturaleza y el arte. También compuso algún poema de tono épico, como La profecía del Tajo.
Estilo de Fray Luis de León:
La lengua de Fray Luis de León es similar a la de Garcilaso y al modelo renacentista por ser natural y elegante, pero también refleja el influjo de Horacio por la amplitud de las frases y por los numerosos cultismos que encontramos en ella. Su estilo es muy cuidado, como demuestran el magistral uso de los encabalgamientos que marcan el ritmo de los poemas, y el uso de las aliteraciones, pero siempre huye de la brillantez formal que podría desdibujar el contenido, y todos los recursos se subordinan al significado de sus poemas.
La poesía mística es aquella que expresa la vivencia excepcional de la unión del alma con la divinidad. La lírica de San Juan de la Cruz —como la de Santa Teresa— expresa esa experiencia amorosa mediante símbolos sugerentes y emotivos, que se inspiran en la Biblia, el lenguaje amoroso y la naturaleza.
Vida de San Juan de la Cruz:
De familia humilde, fue protegido por un noble, lo que le permitió estudiar filosofía y teología. Dicen que allí conoció a Fray Luis de León y tuvo acceso a sus traducciones bíblicas.
Por su admiración hacia Teresa de Jesús, pasó a ser carmelita descalzo, aquellos que querían acercarse al cristianismo primitivo, y se dedicó, junto con Santa Teresa, a la fundación de nuevos conventos. San Juan de la Cruz escribió poemas sobre sus experiencias religiosas. Los frailes de su comunidad leían sus poemas, pero, dada la dificultad que los religiosos encontraban en algunos textos, Santa Teresa le sugirió que escribiera unos comentarios en prosa que aclarasen el sentido de la poesía.
Como Fray Luis, también San Juan de la Cruz padeció prisión. Fue acusado por sus excompañeros, los carmelitas calzados, que desconfiaban de la renovación religiosa que llevaban a cabo los descalzos.
La poesía mística:
La poesía mística expresa la experiencia de la unión del alma con la divinidad, lo que se denomina «éxtasis místico». En este sentido, la poesía de San Juan y la de Santa Teresa son poesía mística, porque tienen como tema central la expresión de esta vivencia religiosa. Para conseguir la unión entre el alma y la divinidad hay que emprender el camino de la ascética, la purificación del alma a través del sacrificio, las oraciones y el desprendimiento de las vanidades del mundo. La ascética es, por tanto, una vía que todo el mundo puede seguir, pero la experiencia mística, según el cristianismo, es un don que Dios concede a unos cuantos elegidos.
La poesía de San Juan de la Cruz:
La obra de San Juan de la Cruz se editó en 1618. Hasta entonces circulaban manuscritos de su obra entre los religiosos y las religiosas de su orden; por eso encontramos numerosas variantes de los textos. La primera poesía de San Juan de la Cruz suele tomar poemas amorosos tradicionales, a los que da un sentido religioso introduciendo pequeños cambios. Es lo que se llama poesía a lo divino. Este es el caso, por ejemplo, de algunos poemas amorosos que tienen como protagonista a un pastor.
La poesía más original de San Juan de la Cruz es, sin duda, aquella que recoge su experiencia mística. El poeta se encuentra con un lenguaje insuficiente para transmitir este tipo de vivencia y, como no puede describirla, la manifiesta a través de símbolos.
Los grandes poemas de San Juan de la Cruz reflejan el camino que lleva a la unión con Dios y el placer que ello proporciona.
Como se ha señalado, la obra en prosa nace más tarde que la poesía y tiene como finalidad explicar el sentido de los poemas.
Estilo: Crea una nueva lengua poética a través de los símbolos que tienen su origen en el lenguaje del amor humano, en la Biblia y en la naturaleza. Es un lenguaje muy emocional, expresivo e intenso.
Su estilo asimila diversas influencias, como la de la lírica tradicional, la de Garcilaso, la de Fray Luis y la de la Biblia.
En el siglo XVI conviven dos tendencias narrativas: la novela idealista (novelas sentimentales, libros de caballerías, novelas pastoriles, bizantinas y moriscas) y la novela realista (representada en la novela picaresca). A finales de siglo, la narrativa culmina en la obra de Miguel de Cervantes.
En la literatura castellana del siglo XVI triunfaron, como en el resto de Europa, las narraciones idealistas, tanto las que provenían de la Edad Media (novelas sentimentales y libros de caballerías) como las propias del Renacimiento: novelas pastoriles y bizantinas. Junto a ellas, aparecen otros tipos de relatos distintos: las novelas moriscas, narración idealista que entronca con la temática de los romances moriscos, y, sobre todo, la novela picaresca, que contrasta con las anteriores por su intenso realismo. La narrativa del siglo XVI alcanza su plenitud en la obra de Cervantes, que reúne todos los géneros de la época y que culmina en los primeros años del siglo XVII.
Las novelas idealistas que más triunfan en el siglo XVI son:
Los libros de caballerías eran la lectura en la corte; luego, la moda se extendió a estamentos inferiores. Se presentaban como relatos verídicos que habían sido escritos en alguna lengua extraña, y el autor se declaraba mero traductor de la novela. El éxito de los relatos caballerescos pudo deberse a que presentaban un modelo de caballero heredero del héroe épico: ejemplar guerrero, fiel enamorado y aventurero idealista, y a la tajante división entre personajes positivos y negativos. Las novelas de caballerías, que situaban la acción en la Edad Media y en países lejanos, y que narraban sucesos fantásticos, reflejaban una cierta nostalgia de la estética medieval, ya que empleaban un lenguaje arcaizante y estaban escritas en letra gótica; esos rasgos les daban un aire antiguo y aristocratizante. Los erasmistas y humanistas criticaron las novelas de caballerías por su inverosimilitud y sensualidad.
La novela pastoril incorpora el ambiente bucólico de las églogas; se inspira en Virgilio y en La Arcadia, de Sannazaro, y narra historias amorosas entre pastores. La más famosa es Los siete libros de la Diana, de Jorge de Montemayor. También Cervantes, como veremos, escribió una novela pastoril, La Galatea, publicada en 1585.
La novela bizantina o novela griega imita un relato de Heliodoro descubierto en 1534 y cuenta las aventuras de una pareja de enamorados, siempre de alto linaje. Combina la historia amorosa con innumerables peripecias: viajes, raptos, naufragios, separaciones y encuentros fortuitos. Suele tener un final feliz, muchas veces termina con la boda de los protagonistas, que han superado muchas pruebas antes del encuentro final. Este tipo de novela fue valorado por los erasmistas por su visión moralizadora y su exaltación del amor casto.
La novela morisca triunfó a raíz de la publicación de la historia de El Abencerraje, también conocida como Abindarraez y la hermosa Jarifa. El relato apareció intercalado dentro de otra novela, como una historia que narra una pastora dentro de La Diana, de Montemayor, quien probablemente fue el autor de este primer relato morisco. El protagonista es un joven moro, valiente y galante, tipo que ya había aparecido en los romances moriscos. El gusto por el exotismo, el refinamiento y el colorido de un idealizado mundo musulmán pervivirá en muchos escritores posteriores, como Cervantes, en el Quijote, y Lope de Vega, autor de romances moriscos.
La novela realista. El Lazarillo;
Con el Lazarillo se introdujo un nuevo tipo de relato: la novela picaresca, que representa la corriente realista y crítica de la novela del s. XVI. La obra cuenta las peripecias de Lázaro de Tormes, un criado de muchos amos. Está narrada en forma de epístola autobiográfica: es una extensa carta del protagonista en la que cuenta toda su vida. En ella, Lázaro va recordando y comentando sus experiencias desde que era un niño; retrata a sus diferentes amos y explica las ingeniosas tretas que ideaba para sobrevivir.
► El Lazarillo es una obra anónima, que fue publicada en los últimos años del reinado de Carlos V. La edición más antigua que se conserva, La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, es de 1554, pero en ella se dice que es una segunda edición, por lo que deberíamos situar la aparición de la novela en años anteriores. En el nacimiento de la novela picaresca pudieron influir razones literarias y sociales. La literatura renacentista omitía la realidad vulgar; la picaresca contrapone a los héroes idealizados de la novela pastoril o de los relatos caballerescos un nuevo protagonista antiheroico y real, que se mueve en unos ambientes vulgares, conocidos y pobres. La picaresca renueva, pues, el personaje y el espacio, y, como veremos, también transforma la técnica narrativa.
► Estructura del Lazarillo: La novela está escrita en forma de epístola autobiográfica, es decir, es una carta dirigida a un destinatario al que se alude como Vuestra Merced, y en ella, el protagonista, Lázaro, relata su vida desde el principio. Ese recurso da verosimilitud a la forma autobiográfica, al relato escrito en primera persona. El Lazarillo consta de un prólogo y siete tratados, muy desiguales en longitud. En el prólogo, como es habitual, se justifica el propósito de la obra, mientras que los tratados recogen las diversas peripecias del protagonista, Lazarillo de Tormes, al servicio de muchos amos, desde la infancia hasta llegar a la edad adulta. Cuando Lázaro narra su vida, es un hombre casado con la criada del arcipreste de San Salvador, su protector, y trabaja de pregonero en Toledo.
► Prólogo y Tratado VII: Tras el retórico título del libro —La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades—, el prólogo comienza con una parodia del estilo elevado característico de las novelas idealistas. Lázaro dice que narrar «cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas que deben llegar a noticia de muchos y no enterrarse en la sepultura del olvido». El tono recuerda el estilo de los libros de caballerías, sus héroes y sus hazañas, y preludia la ironía de Cervantes en el Quijote. Poco después, Lázaro pasa a narrar su historia en el estilo llano que mantendrá en el resto del libro, y entonces aparece el presunto destinatario del escrito: «Vuestra Merced». El personaje que se esconde bajo ese tratamiento de respeto no se desvela más que parcialmente al final del libro, en el tratado VII. De momento, el protagonista solo nos dice que Vuestra Merced escribe que le escriba «sobre el caso» de Lázaro, y que, para responder a esa petición, ha decidido contarle su vida desde el principio para que se entienda su situación actual, donde se encontraría el caso. Al final del libro, en el tratado VII, sabremos que Vuestra Merced es un superior del arcipreste de San Salvador a quien le habían llegado rumores sobre las relaciones entre el arcipreste y su criada, la mujer de Lázaro. El protagonista cuenta en esta parte final que los tres —el arcipreste, la mujer de Lázaro y él mismo— viven contentos, y que a él no le importan las habladurías de la gente, porque ha llegado a buen puerto tras una vida de enormes dificultades. El libro-carta sería, así, una justificación de la situación desairada en la que se encuentra Lázaro. Al mismo tiempo, la ficción de la carta y el destinatario hacen verosímil el relato autobiográfico de un protagonista humilde, tan alejado de los modelos literarios renacentistas.
►Tratado I “El ciego”: En el primer tratado, Lázaro cuenta que, siendo muy niño, encarcelaron a su padre por ladrón, y que su madre, moza de un mesón, lo entregó a un ciego para que le sirviera. El ciego es un hombre astuto y cruel, que personifica el mundo hostil en que se ve inmerso el niño. Con este amo, Lázaro se da cuenta de que está solo y debe ingeniárselas para sobrevivir. La soledad, el hambre y el sentimiento de desamparo del protagonista se hacen patentes con tal intensidad que provocan en el lector piedad y simpatía hacia Lázaro. Las anécdotas que se explican en este tratado son de origen folclórico, pero están integradas en la narración. Lázaro va evolucionando a partir de las duras lecciones que recibe del ciego, quien, como él mismo reconoce, «le despierta de la simpleza en que como niño estaba». Con el ciego empieza la educación moral del lazarillo, quien, a fuerza de golpes, desarrolla una gran astucia que le permite vengarse de su amo.
►Tratado II “El clérigo de Maqueda”: En esta parte, se intensifica el motivo del hambre del protagonista. Si el ciego era cruel, el clérigo es avaro, y Lázaro debe ingeniárselas para sobrevivir, inventando todas las artimañas imaginables para probar bocado. También en esta parte las anécdotas entre amo y criado proceden de la tradición, pero están encajadas magistralmente dentro de la narración y en el proceso educativo del protagonista. Se establece entre ellos una especie de competencia: el amo aguza el ingenio para no dar nada a su criado, y este, para conseguir algo de alimento.
►Tratado III “El escudero”: El tema del hambre culmina en este tratado, considerado el mejor del libro. Lázaro pasa al servicio de un orgulloso y pobrísimo escudero, que tiene un vacío sentido del honor que le impide trabajar, pero que, sin embargo, le permite contraer deudas. Lázaro ya es un niño con experiencias y, aunque el escudero oculta su verdadera situación, el niño acaba adivinándola. El retrato del escudero constituye una de las mejores partes del libro, y las reacciones que provoca en Lázaro, de piedad e irritación a la vez, son extraordinariamente ricas y matizadas. Vuelven a incorporarse en esta parte anécdotas tradicionales, integradas en la narración y en la evolución del protagonista.
►Tratado IV “El fraile de la Merced”: A partir de este tratado se rompe el ritmo narrativo, por su brevedad, porque el protagonista toma un papel de espectador-relator y porque no se sigue el desarrollo psicológico de Lázaro. En este tratado —brevísimo, casi un esbozo—, Lázaro relata que sirve a un fraile de la Merced, pero casi no hay anécdota ni narración.
Tratado V “El buldero”: El buldero era el hombre que vendía bulas, unos documentos con el sello del papa que concedían privilegios o dispensaban de alguna obligación religiosa; por ejemplo, había bulas que permitían comer carne en los días en que la Iglesia lo prohibía. El negocio de las bulas daba lugar a numerosos fraudes y protestas populares. El buldero del Lazarillo, según el protagonista, es «más desenvuelto y desvergonzado que jamás yo vi ni ver espero ni pienso que nadie vea». En este tratado, Lázaro hace de mudo espectador de los engaños del buldero: ha aprendido a callar y quedarse al margen.
►Tratado VI “Maestro de pintar panderos y el aguadero”: Esta parte es casi tan esquemática como la cuarta. En ella, se cuenta que Lázaro sirvió a dos amos y que, con el segundo, el aguador, estuvo cuatro años. Con los ahorros de su trabajo, Lázaro decide comprarse una espada y ropa “de hombre de bien”. Parece que ha pasado la adolescencia y ya es un adulto; sin embargo, no se alude a la evolución del personaje.
►Tratado VII “El arcipreste de San Salvador”: En esta última parte, Lázaro cuenta que ha estado con un alguacil, pero que lo ha abandonado porque le parece un oficio peligroso, para hablar de su situación en el momento en que escribe. Tras tantas penurias, ha llegado a ser pregonero; el arcipreste lo ha casado con su criada, le da a pregonar sus vinos y le alquila una casa. No le importa que la gente hable sobre el “caso”, esto es, sobre las relaciones entre ellos, pues con fuerza y maña ha ascendido socialmente, y se muestra satisfecho de su situación, cumbre de toda fortuna.
►El protagonista. Nacimiento de la novela moderna: Uno de los elementos más innovadores del Lazarillo es el tipo de protagonista: Lázaro es un antihéroe que va evolucionando. Pero el Lazarillo presenta el proceso educativo en un sentido irónico. El desequilibrio entre las partes es tan evidente que incluso hay quien considera esta novela una obra inacabada, totalmente desarrollada en su primera parte, pero solo esbozada en la segunda.
►Tema e intención del Lazarillo: En el Lazarillo encontramos burla y humorismo, pero también una crítica social y religiosa que entronca la obra con el erasmismo y con la visión desencantada de algún escritor converso. La estructura de la novela permite una visión amplia de la sociedad de la época: las penurias de los pobres; la dureza de la justicia para con ellos (por ejemplo, para con los padres de Lázaro); las miserias morales de los eclesiásticos y la falsedad y el vacío anacrónico que hay tras la retórica altisonante del escudero. Sin embargo, el tono general de la novela es de suave ironía y de comicidad, sin la acidez satírica que refleja la picaresca posterior.
El Lazarillo plantea una idea candente en la época: la valoración de la virtud personal frente al linaje, es decir, el mérito de los que, siendo pobres, consiguen ascender socialmente frente al nulo valor de quienes heredan. Ahora bien, las conclusiones sobre este tema son ambiguas, pues Lázaro, al final del libro, ha ascendido socialmente, pero no moralmente. Y aunque en el prólogo se defiende la supremacía del mérito personal, como hacen los erasmistas, Lázaro demostraría, en su evolución, la imposibilidad o dificultad de la movilidad social.
►Estilo del Lazarillo: El lenguaje del Lazarillo es natural, sencillo y muy coloquial. Este tono es un rasgo realista que añade verosimilitud a la novela, ya que responde a la forma de hablar de un personaje como Lázaro. En algún momento, como hemos señalado, hay una cierta parodia de la prosa idealista, sobre todo en el prólogo, pero predomina lo que Lázaro llama «estilo grosero», es decir, estilo llano, con giros y refranes populares. Responde al modelo que propone Juan de Valdés en el Diálogo de la lengua, donde aconseja «dezir las cosas con las menos palabras que pudiereis».
Además de por su realismo, el estilo del Lazarillo se caracteriza por el tono humorístico, irónico y socarrón del autor, reflejado muchas veces en los comentarios que entre dientes va haciendo Lázaro, desde una aparente ingenuidad.
► La picaresca posterior al Lazarillo: Aunque con algunos pasajes suprimidos por la censura, el Lazarillo tuvo un relativo éxito y dio lugar a un nuevo tipo de relato: la novela picaresca. Estas novelas mantienen la forma autobiográfica y narran las peripecias de un criado de muchos amos. No obstante, la picaresca posterior suele mostrar a un protagonista cruel, ladrón e insolidario, el pícaro (palabra que no aparece en el Lazarillo). En estas obras, además, se hace expresa la crítica social y el tono general es pesimista y desengañado. Destacan las novelas picarescas Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, y Vida del Buscón don Pablos, de Francisco de Quevedo, escritas en el siglo XVII.
Pertenece al género literario de la Edad Media, se encuentra dentro de la narrativa culta, el mester de clerecía en el siglo XIII. La escribió Gonzalo de Berceo.
Pertenece al género literario del Renacimiento, se encuentra dentro de la lírica.
Ascetismo: Ejercicio y práctica de un estilo de vida que pretende renunciar a placeres materiales para alcanzar la perfección moral y espiritual mediante este estilo de vida.
Mística: Es la actividad espiritual que aspira a unir el alma con la divinidad por medios como el ascetismo, devoción, amor, etc.
Las tres vías de la mística son: la vía purgativa, vía iluminativa y vía unitiva.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar,
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
y allegamos
al tiempo que fenescemos;
así que, cuando morimos, descansamos.
Coplas a la muerte de su padre → obra
El tema principal de esta copla es la comparación que establece el autor entre la vida y la muerte, con un camino y su final. Jorge Manrique compara el inicio del camino con el nacimiento, la vida con el tiempo que andamos y la muerte, con su fin, que según él, nos ayuda a descansar de la vida.
El poeta ve la vida como un camino hacia la muerte, algunas veces duro, donde hay que hacer méritos para conseguir un buen final. Con esto el autor nos da una pequeña luz de esperanza.
Para comprender este texto en su totalidad he buscado el significado de las siguientes palabras y términos que vemos a continuación:
Que es morada sin pesar: un hogar donde no existe el sufrimiento.
Fenecemos (fenecer): morir.
Mas cumple tener buen tino: pero conviene obrar adecuadamente.
Para andar esta jornada sin pesar: para realizar este viaje sin perderse.