Portada » Historia » El Liberalismo en España: Regencias y Reinado de Isabel II (1833-1868)
Con la llegada de los liberales al poder en España, durante el periodo de las Regencias, surgieron dos corrientes políticas principales:
Sus primeros gobiernos estuvieron formados por reformistas (como Cea Bermúdez) y algunos liberales moderados (como Martínez de la Rosa). En 1834, Martínez de la Rosa elaboró el Estatuto Real, una carta otorgada que establecía:
Las constantes protestas callejeras forzaron a la regente a nombrar al progresista Mendizábal como primer ministro. Sus medidas, especialmente las desamortizaciones, provocaron su destitución. María Cristina restableció temporalmente la Constitución de 1812 y nombró otro gobierno progresista (liderado por Calatrava), que suprimió viejas instituciones e impulsó la aprobación de una nueva Constitución, la de 1837. Se formaron juntas progresistas y numerosas revueltas. El general Espartero se puso de su lado, y María Cristina abandonó la regencia, marchando exiliada a Francia.
Espartero disolvió las Cortes en 1842 y se mostró muy duro con quienes se le oponían. La revuelta en Barcelona de obreros y empresarios de la industria textil, furiosos con el tratado librecambista firmado por Espartero con Gran Bretaña, culminó con el bombardeo de varios barrios de la ciudad. Espartero perdió casi todos sus apoyos y, tras varios pronunciamientos fracasados, en 1843 el general Narváez lo derrotó en Torrejón de Ardoz. Espartero se exilió a Inglaterra.
Tras el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II, esta encargó en 1844 al general moderado Narváez formar gobierno. Se iniciaron diez años de predominio del Partido Moderado, en los que destacaron las siguientes medidas:
En junio de 1854, el general moderado Leopoldo O’Donnell se sublevó con sus tropas y se unió al general Serrano. Ambos publicaron el Manifiesto de Manzanares, que, mediante promesas reformistas, pretendía atraer a sectores menos radicales del liberalismo progresista. Debido a las revueltas populares y la formación de juntas revolucionarias progresistas, la reina Isabel II entregó el gobierno al general Espartero, con O’Donnell como ministro de la Guerra.
El proyecto estrella del Bienio, la Constitución progresista de 1856, no llegó a promulgarse (conocida como la Constitución non nata). Durante este periodo, se consolidó el Partido Demócrata (formado por progresistas y exaltados) y se organizaron las primeras huelgas importantes en España. Espartero recurrió entonces a su autoritarismo, pero fue O’Donnell quien terminó con las insurrecciones y, apoyado por la reina y el ejército, obligó a Espartero a dimitir.
Entre 1856 y 1868, se alternaron gobiernos del nuevo partido de centro liberal creado por O’Donnell, la Unión Liberal, y del Partido Moderado. De la Unión Liberal formaban parte generales como Prim y Serrano, y políticos civiles como Antonio Cánovas del Castillo.
En 1864, Isabel II volvió a nombrar primer ministro a Narváez (marginando de nuevo a los progresistas). A esto se sumó la escandalosa vida personal de la reina y una profunda crisis económica.
En 1865, los catedráticos progresistas Sanz del Río y Emilio Castelar fueron apartados de sus cátedras por el gobierno moderado. Esto provocó una revuelta estudiantil en Madrid brutalmente reprimida, apoyada por el intento de pronunciamiento de Prim en Villarejo de Salvanés, y después por la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil.
En 1866, Prim, Serrano y otros firmaron un pacto en Bélgica (el Pacto de Ostende) con dos objetivos: la convocatoria de Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal y el fin del reinado de Isabel II. En 1868, el pacto se puso en práctica con la revolución conocida como «La Gloriosa».