Portada » Filosofía » Explorando las Dimensiones Humanas y el Sentido de la Existencia
Las tres dimensiones esenciales de la persona son el afecto, la inteligencia y la voluntad. El afecto es la dimensión del emotivismo, el plano emocional de las cosas. La inteligencia es la dimensión racional, y la voluntad es el plano de la toma de decisiones. Se interrelacionan de la siguiente manera: el afecto se relaciona con la belleza y la sensibilidad; la inteligencia, con la verdad y el criterio; y la voluntad, con el bien y el carácter. Estas unidades complementarias no pueden separarse.
Por ejemplo, al contemplar una obra de arte (afecto por la belleza), nuestra inteligencia busca comprender su significado y contexto (verdad), y nuestra voluntad decide si nos involucramos o no con ella, o si la valoramos como buena (bien).
El realismo es la actitud que prioriza la observación completa, apasionada e insistente de los hechos y acontecimientos reales, sin imponer esquemas o ideas preconcebidas sobre la realidad. Es la urgencia de no primar un esquema mental previo por encima de la experiencia directa.
Un ejemplo de realismo sería conocer a alguien nuevo: aunque puedan surgir prejuicios instintivamente, el realista es consciente de ellos y los deja a un lado para atender a la persona tal como es, sin que las ideas preconcebidas distorsionen su percepción. Un realista confía en que puede conocer la realidad y formular juicios válidos.
A diferencia de un idealista, que prioriza las ideas y la mente sobre la realidad externa, o un escéptico, que duda de la posibilidad de conocer la verdad, el realista afirma la capacidad de la razón para aprehender la realidad tal cual es.
El concepto de método proviene de la palabra griega “méthodos”, que significa “a través del camino”. Esto implica que, si el método lo impone el objeto, dependiendo del objeto tendremos que seguir un camino u otro.
Existe un cuarto tipo de conocimiento, que no se aborda con los métodos anteriores, como el sentido de la vida, el amor o la belleza. Estas son verdades morales o realidades existenciales. Se descubren a través de la experiencia personal profunda, la reflexión existencial y la apertura a la realidad en su totalidad, lo que a menudo se relaciona con la búsqueda del sentido religioso.
Tomarse en serio la vida equivale a vivir intensamente. Nos comprometemos con la vida para vivir intensamente en dos aspectos fundamentales:
En la necesidad que tenemos de encontrar una respuesta al sentido de nuestra vida, siempre hay una exigencia de profundizar constantemente en las realidades con las que nos topamos. Sin embargo, no agotamos las preguntas, porque nuestra capacidad intelectual o nuestro tiempo son limitados. Nos encontramos con una contradicción entre el ardor de la exigencia de una respuesta total y la limitación de la capacidad humana para buscarla.
La implicación principal es que, al ser nuestro ‘yo’ estructuralmente finito (una característica esencial a la que no podemos renunciar), nos encontramos como seres limitados con un deseo inherente de infinito.
El sentido religioso es la capacidad que tiene la razón (como dimensión de la persona, es decir, la inteligencia y la capacidad de razonar) de expresar su naturaleza más profunda en un interrogante último. La naturaleza profunda de la razón es la constante búsqueda, el querer comprender y encontrar un sentido a todo. El sentido religioso es constitutivo en cada individuo; en el fondo de todo lo que hacemos, encontramos esta pregunta fundamental: ¿por qué hacemos lo que hacemos?