Portada » Filosofía » Ortega y Gasset en la Era Digital: Reflexiones sobre la Masa y la Cultura
La reflexión parte de la obra La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset, donde el filósofo describe al “hombre-masa” como aquel individuo que, aunque se beneficia del saber y del progreso, carece de autocrítica, ambición de mejora y sentido de responsabilidad intelectual. En la actualidad, esta figura puede reconocerse en el entorno digital, especialmente en el comportamiento masivo en redes sociales y plataformas en línea.
Por un lado, se argumenta que sí estamos ante una nueva forma de rebelión de las masas, esta vez en el ámbito digital. Las redes sociales permiten una participación abierta, pero muchas veces dominada por la inmediatez, la emoción y la falta de profundidad. Las opiniones se difunden sin el respaldo de conocimiento, y los algoritmos tienden a favorecer los contenidos extremos o simples. Esto crea un clima donde la masa impone su visión sin espacio para la crítica, el debate o la reflexión, lo cual refleja la advertencia de Ortega sobre una masa que no acepta límites ni autoridad intelectual. La desinformación, el acoso digital y el descrédito del saber especializado son síntomas preocupantes de esta dinámica.
Sin embargo, esta visión también tiene matices importantes. El entorno digital no solo es un lugar de alienación, sino también de democratización del conocimiento y la expresión. Gracias a estas tecnologías, muchas personas antes invisibles han ganado voz y visibilidad. Movimientos como el feminismo, el ambientalismo o la lucha por los derechos civiles han encontrado en Internet un canal para crecer y organizarse. Además, existen usuarios reflexivos y críticos que utilizan estos espacios con responsabilidad y profundidad. Esto demuestra que la “masa digital” no es uniforme ni pasiva.
En conclusión, sí se puede hablar de una “rebelión de las masas digitales”, pero no solo en un sentido negativo. Ortega no rechazaba la participación de muchos, sino la participación sin conciencia ni exigencia. Lo peligroso no es que todos opinen, sino que se opine sin criterio ni formación. Por eso, la filosofía orteguiana sigue siendo actual: invita a formar ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y actuar con responsabilidad en medio del nuevo entorno tecnológico.
En una sociedad dominada por la tecnología, la eficiencia y el valor de lo útil, muchas veces se considera la cultura —arte, literatura, filosofía— como algo secundario o prescindible. Frente a las urgencias económicas y técnicas, lo cultural parece un lujo que solo algunos pueden permitirse. Sin embargo, esta visión práctica y limitada del mundo contrasta con la de Ortega y Gasset, quien defendía que la cultura no es un adorno, sino una necesidad vital del ser humano.
Para Ortega, la cultura es lo que nos da forma como seres conscientes. Su célebre frase “yo soy yo y mi circunstancia” expresa que el ser humano no está hecho, sino que debe construirse en diálogo con su entorno. Esta construcción se da a través de la reflexión, la educación y la acción consciente, y todo ello es posible gracias a la cultura. La cultura proporciona un marco de interpretación del mundo, una brújula ética y estética que permite al individuo orientarse, decidir y elevarse sobre lo inmediato.
Ortega también advertía sobre el peligro de una civilización que desprecia la cultura. En La rebelión de las masas y La barbarie del especialismo, criticaba al técnico o especialista que domina una materia concreta pero carece de una visión integral del ser humano. Cuando el conocimiento se desconecta de la cultura general, el riesgo es que se vuelva ciego, automático y deshumanizado. Sin cultura, decía Ortega, incluso los más sabios pueden comportarse como bárbaros.
No obstante, hay quienes señalan que en contextos de desigualdad, la cultura sí puede parecer un lujo. Muchas personas no tienen tiempo, dinero ni acceso para disfrutar del arte o la reflexión filosófica. Parece algo reservado a las élites. Sin embargo, Ortega sostendría que es precisamente en los momentos de crisis cuando más necesitamos la cultura. No como distracción, sino como herramienta para entender el presente, imaginar alternativas y actuar con dignidad.
En resumen, la cultura no es un lujo inútil, sino una necesidad profunda del ser humano. Nos permite vivir con sentido, resistir la deshumanización y actuar con libertad. Según Ortega, una sociedad que desprecia la cultura no gana en eficiencia, sino que se vuelve más frágil, manipulable y vacía. Por eso, defender la cultura es defender al ser humano en su forma más plena y consciente.