Portada » Historia » Fuentes Históricas del Franquismo: Economía, Sociedad y Nacionalcatolicismo
El documento es un texto histórico-jurídico, de contenido político y económico. Es jurídico, ya que establece una normativa de carácter vinculante, y gubernamental, pues emana de la autoridad del Estado. Se trata de un fragmento de la Ley de Creación del Instituto Nacional de Industria (INI), promulgada el 25 de septiembre de 1941 por el régimen franquista. Su finalidad es justificar la creación del INI como un instrumento del Estado para el impulso y control de sectores industriales estratégicos. Además, tiene una función propagandística al resaltar el papel del franquismo en el resurgimiento de la industria española. El destinatario es toda la nación española.
El Instituto Nacional de Industria (INI) fue creado el 25 de septiembre de 1941 en un contexto de posguerra marcado por la autarquía económica impuesta por el régimen franquista. Tras la Guerra Civil Española (1936-1939), el país quedó devastado, con infraestructuras destruidas, una industria en ruinas y un sistema productivo gravemente deteriorado. A esto se sumaba el aislamiento internacional de España, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, debido a su afinidad con las potencias del Eje.
El franquismo adoptó un modelo económico autárquico y proteccionista, buscando reducir la dependencia del exterior y fortalecer la industria nacional. Sin embargo, la inversión privada no era suficiente para sostener grandes proyectos industriales, por lo que el Estado asumió un papel protagonista en la economía con la creación del INI. Este organismo tenía el objetivo de desarrollar sectores estratégicos como la siderurgia, la energía, la automoción y la industria química, con el propósito de reforzar la autosuficiencia del país y garantizar la defensa nacional. Además, el discurso del régimen vinculaba el crecimiento industrial con la exaltación de los llamados valores raciales y el destino histórico de España, en línea con la ideología nacionalista del franquismo.
No obstante, el modelo autárquico resultó ineficaz, generando ineficiencias, desabastecimiento y un lento crecimiento económico. En la década de 1950, el régimen comenzó a flexibilizar su enfoque económico, preparando el camino para los Planes de Estabilización de 1959, que acabarían con la autarquía y abrirían España a la inversión extranjera.
En definitiva, la creación del INI fue un intento del franquismo de impulsar la industrialización dentro de un modelo de autarquía, aunque sus efectos fueron limitados y el país acabaría viéndose obligado a cambiar de rumbo económico en décadas posteriores.
Se trata de un texto historiográfico de contenido socioeconómico y cultural sobre la evolución de España a partir de los años 60. Se trata de un extracto de Historia de la España Contemporánea, escrito por E. Temime, A. Broder y G. Chastagnaret, especialistas en historia económica y social. Se trata de una fuente secundaria para el estudio de la época, destinado a estudiantes e investigadores de Historia de España.
El texto se sitúa en el periodo del desarrollismo franquista (décadas de 1960 y 1970), una etapa de profundo cambio en España impulsada por los Planes de Desarrollo. Se produjo un éxodo rural masivo hacia las ciudades, especialmente Madrid y Barcelona, lo que transformó la estructura urbana y social. Al mismo tiempo, el turismo comenzó a modificar las costumbres y mentalidades de la sociedad española.
El texto refleja los efectos del crecimiento urbano descontrolado en España, con un aumento de la segregación social. Los barrios obreros periféricos crecieron rápidamente, a menudo sin infraestructuras adecuadas, mientras que las élites se concentraban en zonas privilegiadas. El pluriempleo, característico del franquismo, permitía mejorar el nivel de vida, pero era una solución precaria y agotadora para los trabajadores. El turismo fue un factor de cambio social, favoreciendo una apertura cultural que chocaba con la mentalidad conservadora del régimen. El desarrollo franquista logró un crecimiento económico notable, pero no resolvió problemas estructurales como la desigualdad social, la falta de planificación urbana o la dependencia del turismo.
Nos encontramos ante una fotografía histórica, una fuente primaria de carácter visual, tomada durante un acto religioso solemne. La imagen capta a Francisco Franco, jefe del Estado, arrodillado ante un alto representante eclesiástico (probablemente un cardenal o arzobispo), en un acto de fuerte simbolismo. Esta fotografía refleja el vínculo entre el régimen franquista y la Iglesia católica. La fotografía tiene una clara función propagandística, propia del franquismo, destinada a reforzar la imagen de Franco como líder providencial y católico, legitimado no solo por la victoria militar, sino también por la bendición de la Iglesia. Se busca presentar una comunión perfecta entre Estado e Iglesia, como garantía del orden social, la tradición y la moral. También persigue enviar un mensaje al exterior, especialmente al Vaticano y a países católicos, sobre la legitimidad moral del régimen, especialmente en los años 40 y 50, cuando España estaba aislada internacionalmente.
En el centro, vemos a Francisco Franco vestido de uniforme militar, en actitud de sumisión y reverencia, arrodillado ante un obispo, que lo bendice o le ofrece un objeto religioso. El obispo está acompañado de un séquito de clérigos con vestimenta litúrgica, lo que indica la solemnidad del acto. La escena parece tener lugar en el interior de una iglesia o catedral. Esta imagen representa la unión entre el poder político-militar del dictador y el poder espiritual de la Iglesia, reforzando la idea de que ambos pilares sostenían el régimen. El gesto simbólico de Franco arrodillado transmite la imagen de un gobernante piadoso, casi elegido por Dios, según la visión propagandística del nacionalcatolicismo.
La imagen se sitúa en el marco del nacionalcatolicismo, ideología oficial del franquismo en sus primeras décadas (1939-1959). Tras la Guerra Civil, Franco estableció una dictadura de carácter autoritario, antidemocrático y ultraconservador, cuyo poder se legitimó en parte gracias al apoyo de la Iglesia católica, que consideraba la victoria del bando sublevado como una «cruzada».
Durante la posguerra, el régimen reforzó su alianza con la Iglesia a través de múltiples medidas:
La Iglesia legitimó el régimen con declaraciones públicas de adhesión y ceremonias como las que muestra esta imagen.
Este contexto ideológico dio lugar a una sociedad profundamente católica, con moral tradicional, rígida separación de sexos, prohibición del divorcio, penalización de la blasfemia y del aborto, y control sobre los medios de comunicación y la vida cultural.
A lo largo del tiempo, sectores de la Iglesia evolucionaron y se distanciaron del régimen, especialmente a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) y del surgimiento de movimientos cristianos de base y clérigos comprometidos con los derechos humanos y la justicia social.