Portada » Psicología y Sociología » Explorando la Experiencia Humana: Emociones, Razón y Conexiones Significativas
Son las vivencias íntimas de aceptación y rechazo, duraderas en el tiempo y no observables físicamente, sino que pueden ser ocultados e incluso falseados durante años.
La admiración y el rechazo, la tristeza y la alegría, el amor y el odio, la culpa y la inconsciencia, el deseo y la apatía, la confianza y los celos, el respeto y la displicencia, el miedo y la valentía, la soberbia y la inferioridad, la desesperación y la esperanza, el arrepentimiento y la prepotencia, la empatía y la antipatía.
Son las expresiones espontáneas de los sentimientos, que son poco duraderas y se manifiestan de manera observable físicamente a través de reacciones del organismo como la risa, el llanto, ruborizarse, erizarse el vello, desmayarse, etc. Las emociones escapan a nuestro control en la mayoría de los casos, aunque se puede aprender a tener cierto dominio sobre ellas.
Que no pasan por ningún “filtro” previo a su manifestación, sino que casi se apoderan de nosotros. Surgen en nosotros de manera involuntaria, a veces por una causa conocida y en otras ocasiones de forma fortuita, y podemos tener serias dificultades para controlarlas y para conocer el motivo que las ha ocasionado.
Los sentimientos (de los que tenemos conciencia la mayoría de las veces) y las emociones.
Sentiente, emocional o afectiva.
No, porque nacemos con él. Sí podemos modificarlo, por medio de las decisiones que vayamos tomando a lo largo de nuestra vida, o lo que es lo mismo, por el uso que hagamos de nuestra libertad. De este modo forjamos (construimos) nuestro propio carácter y nos hacemos dueños de nosotros mismos y de nuestros actos para no vivir esclavos de las circunstancias, de las opiniones ni del qué dirán de los demás sobre lo que hacemos nosotros.
Es la capacidad humana que nos permite conocer la realidad en torno a nosotros mismos y a quienes nos rodean, y hace posible igualmente expresar esos conocimientos mediante el lenguaje.
Porque pensar es hacer uso del lenguaje en nuestra mente, y hablar o escribir es utilizar el lenguaje en intercambio con los demás.
A) Los sentidos (vista, oído, olfato, gusto, tacto) son los primeros canales a través de los cuales nos llega la información y la ordenan; por eso son inteligentes. B) La memoria, gracias a la cual podemos recordar lo que hemos vivido. C) La imaginación, que nos permite hacer una representación mental de cosas y situaciones que no están en la realidad; algunas de ellas podrían llegar a existir. D) Y la voluntad, por la cual podemos querer (elegir) o rechazar.
Como la capacidad de reconocer los propios sentimientos, reconocer los sentimientos de los demás, motivarlos y manejar adecuadamente las relaciones que se mantienen con otras personas.
En saber lo que se siente en cada momento, en reconocer las propias preferencias y, conforme a estas, conducir y orientar la toma de decisiones, teniendo en cuenta las capacidades propias y confiando en ellas.
En manejar las emociones para que faciliten las tareas y no interfieran con ellas. También hace referencia a la capacidad de recuperarse rápidamente del estrés.
En perseguir los propios objetivos conforme a las prioridades fijadas por uno mismo y ayudando a tomar iniciativas; es decir, ser eficaces y seguir adelante a pesar de los contratiempos y frustraciones que se puedan presentar.
En darse cuenta de lo que sienten los demás, ponerse en su lugar y cultivar relaciones con personas diversas.
En manejar adecuadamente las propias emociones en las relaciones con los otros, interpretando de modo correcto las situaciones sociales y logrando interactuar positivamente con los demás.
Puede conducirlos a la depresión, a los trastornos alimentarios, a comportamientos violentos y a la delincuencia.
Porque realizamos acciones comunicativas, actos de habla, y nos comprometemos con lo que decimos y con las reglas por las que se rige el uso del lenguaje.
Nos reconocemos unos a otros como interlocutores, nos comprometemos a reconocer la validez de los argumentos (cuando la tienen) y a actuar según tales argumentos, y a reconocer como personas a los demás y a nosotros mismos.
Nos damos cuenta de que participamos en el mundo de la intersubjetividad. Salimos desde el sujeto interior al mundo exterior y objetivo, que compartimos con los demás. Nos convertimos en seres interdependientes. Es en este espacio de encuentro y diálogo donde se hace posible la ciencia (como búsqueda racional de la verdad) y también se hace posible la ética (como búsqueda racional de la justicia y la felicidad).
Que la norma pueda satisfacer intereses universalizables (que pueda ser aceptada por toda la humanidad y no solo por algunos individuos o grupos). Por ejemplo, una norma que discriminase a las mujeres frente a los varones no sería aceptable, porque no defendería intereses universales, sino únicamente los intereses de una parte de la humanidad. Un ejemplo de esto fue la noticia en noviembre de 2008, cuando en Afganistán los talibanes radicales rociaron con ácido a niñas por el simple hecho de querer asistir a la escuela.
Para que realmente pueda funcionar el diálogo racional, de manera que avancemos en las cuestiones de justicia, y porque la razón no puede ser verdaderamente dialógica si no es una razón cordial.
Procede del latín cor, cordis, que significa “corazón”, en el sentido del núcleo más profundo e íntimo de cada persona, donde se guardan las convicciones, las creencias, los sentimientos y los anhelos que atesoramos como una parte valiosísima de nuestras vidas.
A) La atracción por determinados valores (justicia, dignidad, libertad, igualdad, solidaridad…). B) El proceso de formación del carácter (que nos hace cada vez más dueños de nosotros mismos, automotivándonos, eligiendo las mejores posibilidades, haciendo un esfuerzo por conseguir nuestras metas, aprendiendo a controlar nuestros estados de ánimo y nuestros impulsos y, sobre todo, desarrollando la capacidad de saber esperar la gratificación por nuestros esfuerzos). C) La experimentación de los sentimientos morales (como generar situaciones de armonía y evitar siempre la violencia, buscar la cooperación y no la competitividad y, sobre todo, desarrollar la compasión, sentimiento que nos lleva a preocuparnos por la justicia, porque esta nos lleva a compartir el sufrimiento y el gozo cuando nos ponemos en el lugar de los otros, nuestros iguales).
La comunicabilidad, los valores, el carácter y los sentimientos morales. Quien la posea podrá elegir y tomar decisiones prudentes (realistas, atentas a las consecuencias) y, al mismo tiempo, orientadas a la justicia y a la felicidad.
A) El sentido de la justicia (con él convertimos nuestros valores e ideas en creencias que nos llevan a obrar y a intentar vivir de acuerdo con la justicia, que es a su vez la primera exigencia ética). B) El sentido de la gratuidad (nos damos cuenta de la necesidad de compartir con los demás los bienes del corazón que no pueden ser exigidos, que son gratuitos, que son un regalo que hacemos, pero que los necesitamos para ser felices, como son el cariño, el consuelo, la esperanza, la amistad).
Jean-Paul Sartre, existencialista.
Se trata de los conflictos que surgen por nuestra escasa responsabilidad en la realización de nuestras tareas (trabajo en casa, estudio, distribución del tiempo de ocio…) y también ocasionados por la poca consideración que los padres tienen por la autonomía de sus hijos, a los que ven siempre pequeños desde su punto de vista.
Se trata de los conflictos que aparecen porque nos dejamos arrastrar por la prisa en satisfacer los propios deseos y porque nos faltan hábitos sanos de convivencia, como si el exceso de confianza nos empujara a faltarle el respeto al otro.
A) El respeto, porque si no nos valoramos a nosotros mismos y a los demás como personas, si no tomamos conciencia de que nuestra vida y la de los demás son dignas de ser vividas, de que somos únicos e irrepetibles, será difícil que vivamos una vida auténticamente humana y menos que ayudemos a los otros a hacerlo. B) El afecto, porque el ser humano no es solo ni principalmente racional, ya que es racional precisamente gracias al cariño que recibe, desde que nace, de las personas de su entorno. Gracias al afecto que recibimos, desarrollamos nuestras facultades físicas y mentales.
Su desarrollo personal se vería seriamente mermado y la persona quedaría expuesta a riesgos graves de padecer depresión, adicciones y trastornos de diversos tipos.
Tratar mal a alguien o consentir que alguien nos trate mal es una indicación clara de que esa relación no nos va a hacer mejores, ni a la otra persona ni a nosotros mismos.
Para que podamos tratar con respeto y afecto a todos. No podemos dejar que se manifiesten el rechazo, el desagrado, la censura o la desconsideración hacia los otros. Y como no nacemos con un cupo de relaciones asignado de antemano, si vemos que en una de ellas falta el afecto y el respeto, lo mejor es dejarla, pues ya vendrán otras, ya que el mundo está lleno de personas muy diversas.
Generalmente no, porque la felicidad casi nunca está asegurada. Además, se confunde la felicidad con el bienestar, ya que la felicidad es un estado psíquico y el bienestar responde a un estado material.
La primera es descubrir que no es lo mismo “tener mucho” que “ser mucho”. Tener mucho responde a poseer bienes materiales e incluso personas, pero luego nos damos cuenta de que las cosas y bienes nos esclavizan y que las personas no nos pertenecen jamás. La conclusión es que, en el esfuerzo de poseer todo, no podemos abandonar nuestra propia construcción personal, pues si lo hacemos es fácil perder el sentido de nuestra vida. Y la segunda razón es que nos damos cuenta de que carecemos de criterios propios para resolver determinados problemas, por falta de conocimiento, poca creatividad y ausencia de principios morales, ideológicos o religiosos para afrontarlos. Entonces, la situación nos desborda.
La frase “ese no es mi problema” no solo es falsa, sino también cruel. No hay problemas de las personas a las que conocemos que no nos incumban desde el momento en que tenemos noticia de ellos.
No, ninguna lo es, del mismo modo que tampoco es un completo éxito. Siempre hay aspectos de nuestra existencia: buenos, regulares e incluso malos. Cuando, por un aspecto negativo, una persona decide acabar con su vida, lo probable es que lo intente hacer porque es el único aspecto de su vida que los demás han tenido en cuenta y, al fracasar, esa persona ya no encuentra sentido para seguir adelante. Por eso es muy importante aprender a valorar con justicia todos los aspectos de nuestra vida y de la de los demás, para saber compensar la insatisfacción que unos procuran con la satisfacción que otros nos dan.
Debemos reconciliarnos con nuestra historia personal (en un ejercicio de mirar hacia dentro), debemos perdonar y perdonarnos los errores, debemos aprender de lo vivido y debemos comprometernos (en un ejercicio de mirar hacia afuera) con principios morales de justicia y felicidad, con ideas políticas que nos lleven a una sociedad mejor y con creencias religiosas que animen en nosotros la esperanza. De este modo, nuestra vida será para nosotros mismos y para los demás fuente de felicidad.