Portada » Filosofía » Marx y Nietzsche: Conceptos Filosóficos Clave, Alienación y Superhombre
Karl Marx concibe al ser humano desde una perspectiva materialista, alejándose del idealismo y subrayando la capacidad transformadora de los individuos. Para él, la característica central del ser humano no es la racionalidad, sino el trabajo, entendido como la acción creativa mediante la cual las personas modifican sus condiciones de vida. A través del trabajo, los humanos no solo sobreviven, sino que expresan su esencia.
Sin embargo, Marx señala que esta capacidad se ve distorsionada en el capitalismo. En este sistema, la conciencia no es libre, sino que está determinada por la realidad social y las relaciones de producción. La ideología dominante, impuesta por la clase que detenta el poder, presenta sus intereses como si fueran universales, haciendo que los oprimidos no sean conscientes de su situación. Por ello, el primer paso para la emancipación es desarrollar una conciencia de clase.
Marx analiza también el fenómeno de la alienación en los proletarios. Esta se da en varias dimensiones:
El fetichismo es una expresión de esta alienación: se atribuyen poderes mágicos al capital y a las mercancías, ignorando que todo es resultado de la acción humana. Asimismo, la religión actúa como “opio del pueblo”, calmando y justificando las condiciones de explotación.
Marx cree que esta alienación solo podrá superarse con un cambio en las condiciones materiales: una revolución que permita a los seres humanos desarrollarse libremente mediante su trabajo y creatividad.
Friedrich Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX, realizó una crítica radical a los valores dominantes de su época, al considerarlos contrarios a la vida. Para él, la sociedad estaba marcada por formas de existencia decadentes que negaban la posibilidad de vivir con potencia e intensidad.
El ser humano es visto por Nietzsche como un ser frágil cuya mayor herramienta de supervivencia es la inteligencia, instrumento fundamental para desplegar la voluntad de poder, entendida como el impulso vital que nos lleva a afirmar la vida y buscar la fuerza y la superación.
Sin embargo, esta voluntad de poder se ve afectada por los valores sociales y culturales. En Así habló Zaratustra, Nietzsche ilustra este proceso a través de las tres transformaciones del espíritu, representadas por tres animales simbólicos:
El superhombre es aquel que acepta la existencia tal como es, con alegría y tragedia, abrazando el amor fati, es decir, el amor al destino. Rechaza el igualitarismo promovido por el cristianismo y el socialismo, y no se rige por la voluntad de verdad racionalista. Vive como un artista que se guía por la intuición y encarna la idea del eterno retorno: vivir como si cada instante debiera repetirse eternamente. Frente a la moral del esclavo del camello, el superhombre crea nuevos valores, haciendo de su vida una auténtica obra de arte.
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX que criticó los valores éticos tradicionales por considerarlos contrarios a la vida. Rechazó los modos decadentes de vivir, aquellos que glorifican el sufrimiento, la humildad y el sacrificio. Para analizar esto, propuso una genealogía de la moral, con la que rastreó el origen y función de los valores dominantes en la historia.
Según Nietzsche, nuestra cultura actual está marcada por un enfoque nihilista que desprecia la vida terrenal. Esta mentalidad tiene su origen en Sócrates y Platón, quienes rompieron el equilibrio originario entre dos grandes fuerzas: el espíritu dionisíaco y el espíritu apolíneo. El primero está vinculado al culto a Dionisos, a la embriaguez, la música y la fiesta, simbolizando lo irracional, lo trágico y el amor por la vida sin límites. El segundo, asociado a Apolo, representa la belleza, la medida, la razón y el orden. Los antiguos griegos sabían integrar ambas fuerzas, especialmente en la tragedia.
Pero Sócrates y Platón impusieron lo apolíneo y racional, despreciando lo dionisíaco e irracional. Con su teoría de los dos mundos, Platón afirmó que la verdadera realidad estaba más allá del mundo físico, en el mundo de las Ideas, donde habitan la Verdad, el Bien, la Razón y la Justicia. Esta visión fue heredada y popularizada por el cristianismo, que para Nietzsche no es más que un “platonismo para el pueblo”.
El cristianismo consolida una moral basada en el rechazo de la vida y en el culto a un Dios trascendente. Además, impone la moral de los esclavos, nacida del resentimiento hacia la antigua moral de los señores, aristocrática y afirmadora de la vida. La primera enaltece la obediencia, la paciencia, la compasión y niega lo vital.
Nietzsche propone superar esta moral mediante la figura del superhombre, quien, tras la muerte de Dios, crea sus propios valores. Vive con voluntad de poder, abraza el amor fati y afirma incluso lo trágico de la vida. Este superhombre está preparado para aceptar el eterno retorno: vivir como si cada instante debiera repetirse infinitamente, amando la vida con toda su intensidad.
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX que criticó profundamente los valores de su época, a los que consideraba contrarios a la vida. Rechazó los ideales del sufrimiento, la humildad y el sacrificio, y dirigió su crítica especialmente hacia la religión cristiana y la metafísica occidental.
Según Nietzsche, los orígenes del pensamiento decadente se encuentran en Sócrates y Platón. Sócrates valoró solo lo apolíneo —lo racional, armónico y ordenado— y despreció lo dionisíaco —relacionado con los instintos, lo irracional y lo vital—. Platón desarrolló la teoría de los dos mundos, según la cual el mundo real es solo una copia imperfecta de otro mundo ideal, habitado por los valores supremos.
Nietzsche considera que el cristianismo heredó esta visión y la volvió accesible al pueblo, promoviendo una vida centrada en el más allá y en la salvación, despreciando así la vida terrenal. En este contexto, Dios simboliza todo lo trascendente y perfecto, pero también representa un rechazo a lo vital. Por eso, el cristianismo es para Nietzsche el principal causante de la decadencia de Occidente.
Pero en la modernidad se produce un giro radical: la muerte de Dios. Para Nietzsche, Dios ha muerto porque la sociedad moderna ha dejado de basar su vida en la divinidad. Este hecho marca una era de nihilismo, que implica una fase de desorientación, pero también la oportunidad de crear nuevos valores.
La muerte de Dios no es solo el fin de la religión, sino el comienzo de una nueva forma de pensar. Abre la posibilidad de una existencia más libre y plena, guiada por el amor fati y la afirmación de la vida. Así se abre paso la figura del superhombre, capaz de vivir intensamente y transformar el mundo con nuevos valores.