Portada » Historia » España 1788-1833: Ocaso del Absolutismo y el Impacto Revolucionario
Apenas comenzado el reinado de Carlos IV, estalló la Revolución Francesa, que fue un levantamiento contra los fundamentos del Antiguo Régimen.
Estos pensadores:
Las ideas que esparcían los revolucionarios franceses provocaron una conmoción entre las monarquías europeas, incluida España. El conde de Floridablanca, ministro con Carlos IV, ordenó el cierre de las fronteras con Francia para tratar de impedir la entrada de las ideas revolucionarias en la Península.
Carlos IV estuvo más pendiente de sus aficiones y devociones que de gobernar el reino en un tiempo agitado. En buena medida, al monarca lo manejó su esposa María Luisa de Parma, quien se encandiló con un oficial de la Guardia de Corps llamado Manuel Godoy. La reina aprovechó los enfrentamientos entre las camarillas cortesanas para encumbrarlo a la Secretaría de Estado y entregarle numerosos títulos y honores. Con Godoy renació la figura del valido.
Godoy, quien compartía algunas ideas de los ilustrados, hubo de hacer frente a la difícil coyuntura que supuso la radicalización de la revolución en Francia, que llevó al monarca francés a la guillotina.
La reacción de las monarquías absolutistas fue declarar la guerra a la naciente república francesa. La denominada Guerra del Rosellón comenzó con la invasión de este territorio por el ejército español, que logró algunos éxitos iniciales. Pero el cambio de signo de la guerra y la amenaza de invasión francesa obligaron a firmar la Paz de Basilea. Por ella, la España absolutista de Carlos IV se convertía en aliada de la Francia revolucionaria, donde la llamada Reacción Termidoriana dio paso al Directorio y a planteamientos políticos más moderados.
La Paz de Basilea supuso un giro completo de la política diseñada por Godoy. España se convirtió en un satélite de Francia, lo que nos condujo al enfrentamiento con Gran Bretaña y con Portugal. En la Guerra de las Naranjas, las tropas españolas invadieron el país vecino y ocuparon Olivenza, que pasó a manos de España.
En 1802 se firmó la Paz de Amiens, que fue solo un respiro temporal porque quedaban pendientes las cuestiones esenciales que habían enfrentado a Gran Bretaña y Francia, ya gobernada por Napoleón Bonaparte.
En 1804, una flotilla española que regresaba de las Indias fue atacada por los ingleses frente a la costa del Algarve y hundieron la fragata Mercedes. El ataque británico supuso la declaración de guerra entre ambos países, y de este modo España se incorporó al enfrentamiento que Napoleón sostenía con Gran Bretaña.
España entró en el conflicto en apoyo de Bonaparte, cuyo episodio más importante tuvo lugar en aguas de Trafalgar, donde la flota inglesa venció a la franco-española. La derrota de Trafalgar supuso el hundimiento del poderío naval español y la imposibilidad de que Napoleón pudiera invadir Gran Bretaña, como tenía proyectado.
El ascenso político de Godoy, su política de sometimiento a Francia y algunas decisiones tomadas le granjearon numerosos enemigos y antipatías. La aristocracia lo consideraba un advenedizo. También se había ganado las antipatías de buena parte del clero por las medidas tomadas en consonancia con la Ilustración. Y entre las clases populares despertaba un rechazo generalizado.
La firma del Tratado de Fontainebleau con Francia estableció los términos de la conquista y del reparto de Portugal en tres principados.
El pretexto para invadir Portugal fue la negativa de este país a secundar el bloqueo económico decretado por Napoleón contra Gran Bretaña, aunque los planes del emperador francés contemplaban incorporar también España a sus dominios y colocar como rey a su hermano José Bonaparte. Las tropas francesas comenzaron a ocupar diversos puntos estratégicos de la Península, levantando sospechas. Mientras, en la corte se libraba una dura batalla entre Godoy y Fernando, el Príncipe de Asturias, y sus partidarios. El príncipe generaba tantas expectativas que popularmente se le conocía como el Deseado. En la capital, la tensión había llegado a tal extremo que la corte se había trasladado a Aranjuez, como primer paso para marchar a Sevilla y retirarse a las Indias si los franceses entraban en Madrid.
El Motín de Aranjuez, orquestado por el conde de Montijo, provocó la caída de Godoy. Carlos IV, aterrorizado ante un estallido revolucionario, abdicó en su hijo, que fue proclamado rey como Fernando VII. Pocos días después entraba en Madrid Joaquín Murat, el general a cuyo mando estaban las tropas francesas en España.