Portada » Lengua y literatura » El Comienzo de Don Quijote: Capítulo 1
El primer capítulo de Don Quijote de la Mancha presenta al protagonista y establece el tono de la obra, subvirtiendo las convenciones de las novelas de caballerías.
Ninguna novela de caballería tradicional podría empezar de esta manera, ya que el lugar geográfico debe ser místico o legendario. Sin embargo, la Mancha es un lugar árido, sin importancia particular, solo conocido por el lector de la época. La frase «De cuyo nombre no quiero acordarme» introduce a un narrador que elige qué contar y qué no, rompiendo con la norma de los narradores del siglo XVII, quienes debían ser omniscientes y detallarlo todo.
Esta expresión indica que el protagonista de la historia es contemporáneo al que la escribe. La forma verbal «ha» significa ‘no hace’. Las novelas de caballería solían estar ambientadas 400, 500 o mil años antes, lo que crea una especie de contradicción temporal desde el inicio.
Presenta al protagonista. Un hidalgo es un puesto menor de la nobleza que, en el siglo XVII, comenzó a empobrecerse.
Esta descripción detalla las posesiones del hidalgo, que reflejan su estatus y la decadencia de la caballería:
No se le da una identidad individual al hidalgo; se le nombra como parte de un grupo, destacando su falta de singularidad inicial.
El narrador detalla la dieta del hidalgo, algo inusual para presentar a un héroe. La elección de alimentos subraya su pobreza:
Presenta a un héroe a través de su rutina alimentaria. Tres cuartas partes de sus ingresos se iban en comida, lo que confirma su pobreza.
La cuarta parte restante de sus ingresos la gastaba en ropa:
Describe a las personas que viven con él:
«Frisaba» significa que se aproximaba; aproximadamente tenía cincuenta años. Cincuenta años, en el siglo XVII, representaban una edad en la que la vida productiva ya había pasado, no un momento ideal para empezar algo nuevo. La descripción física:
Para ser un caballero, se esperaba ser joven, tener buenas condiciones físicas y ser noble. El hidalgo solo cumple con lo último. Esto muestra cómo no cumple las características esperadas para un caballero andante. Ser «gran madrugador y amigo de la caza» hace referencia a su rutina; madruga y practica una de las pocas actividades propias de la nobleza. Como no tiene mucho más que hacer, madruga.
El narrador no sabe el nombre exacto del personaje, lo que sugiere que no es importante. El personaje no era conocido, tenía una vida rutinaria y sin sentido, por lo que el narrador debe inventarle un nombre. «Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad» es una frase irónica, ya que el narrador siempre se sale de la verdad. Se menciona que la historia es una supuesta traducción de un árabe.
El narrador lo llama el «sobredicho hidalgo»; más adelante, lo llamará «pobre caballero». El primer verbo que aparece es «leer», que después se transforma en «olvidó». Una cosa es leer y la otra es olvidar; la fantasía le ganó a la realidad. Leer por gusto es una cosa, pero leer hasta el punto de olvidarse de las obligaciones es un grado más preocupante. En este caso, se olvida de administrar la hacienda, que es su fuente de ingresos. Se sustituye la tierra por los libros; vende de lo que vive para comprar libros. La realidad va perdiendo terreno.
La afición y el gusto se transforman en «curiosidad y desatino»; perdió la razón. Se sustituye la tierra por los libros, es decir, vende de lo que vive para leer. La fantasía se va apoderando del hombre, y la realidad va perdiendo terreno. Hay una profundización del conflicto.
«Y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva; porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de vuestra hermosura». Y también cuando leía: «…los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza»
El narrador cita a Feliciano de Silva y dos fragmentos de su obra. Los fragmentos no dicen nada; son un conjunto de palabras vacías y sin sentido. Los cita para burlarse, por un lado, de la novela de caballería y, por otro lado, también se burla del hidalgo, porque a este los fragmentos le parecen «de perlas». El narrador es hiperbólico al decir que compró todos los libros que pudo. El autor es muy duro con el personaje.
Ahora lo llama «caballero»; cuando dice «pobre», es con un tanto de burla, no de compasión. Además, dice que el hidalgo se desvelaba por sacarle un sentido a estos fragmentos, y ni Aristóteles podría sacárselo, ya que no tienen sentido. El hidalgo está destinado al fracaso.
El hidalgo hace una evaluación de las novelas de caballería, aplicando un criterio de realidad a una historia de ficción. No se da cuenta de que es ficción. Piensa en Don Belianis y concluye que, si esas historias fueran verdad, estaría hecho paté por las heridas. No le cuadra esto porque aplica un criterio incorrecto. No distingue qué es ficción y qué es realidad.
No le gustaba el hecho de que Belianis estuviera sano. El narrador deja el final abierto. Al hidalgo le estorbaba que, antes de ser un narrador, es mejor convertirse en caballero. Le gustaba el final abierto que la historia dejaba y le daban ganas de continuarla y darle un final, pero los sentimientos que se le oponían eran sus ganas de ser el protagonista de la historia y no un simple autor.
Aquí presenta quiénes son los amigos de Quijano. Al presentar al cura, que era un doctor, lo hace con ironía porque en Sigüenza no había universidades en esa época. Se pone a conversar con el cura y con el barbero sobre las novelas de caballería; discuten. Eso significa que estaban informados porque las leían. Lectores eran todos, pero Alonso Quijano quiere ser protagonista; los demás distinguen la realidad de la ficción.