Portada » Historia » Transformaciones Clave en España: Economía, Sociedad y Conflictos (Siglo XIX – Principios del XX)
Durante el reinado de Isabel II, se intentó llevar a cabo una reforma agraria y fomentar la industrialización. Sin embargo, la crisis del 98 marcó el final del siglo, a pesar del impulso económico generado por el regreso de capitales de las Antillas.
El sector agrario fue la base de la economía española hasta el fin del Antiguo Régimen. Sin embargo, enfrentaba problemas naturales (suelos pobres y clima seco) y sociopolíticos (gran parte de la tierra estaba en manos de la Iglesia, la nobleza y los municipios). La revolución liberal modificó el sistema de propiedad, promoviendo la propiedad privada con medidas como las desamortizaciones, la supresión de los mayorazgos (1836) y la abolición de los señoríos (1837).
Las desamortizaciones consistieron en la expropiación y venta de bienes eclesiásticos y municipales por parte del Estado, principalmente para obtener recursos y reducir la deuda pública. La primera desamortización importante fue la de Godoy (1798-1807). La de Mendizábal, desde 1836, perseguía tres objetivos:
Esta desamortización afectó al clero regular. Espartero (1841) amplió la desamortización a los bienes del clero secular, y finalmente Madoz (1855) incluyó tierras estatales, eclesiásticas y municipales, destinando los ingresos a la construcción de infraestructuras, especialmente el ferrocarril.
El proceso benefició a la burguesía y a los grandes propietarios, ya que los campesinos no tuvieron acceso a la compra de tierras. La agricultura no se modernizó, manteniendo técnicas tradicionales y la dependencia de jornaleros sin tierra.
Las principales consecuencias fueron:
España siguió siendo un país agrícola, con cultivos tradicionales y baja productividad.
La industrialización transformó la economía europea, requiriendo una previa revolución agraria, demográfica y tecnológica. En España, entre 1833 y 1874, los gobiernos liberales promovieron la liberalización de la economía y la entrada de capital extranjero. Se crearon sociedades anónimas, compañías mineras, bancos, aseguradoras (como La Peninsular) y empresas de transporte y servicios urbanos (como Gas Madrid).
Los sectores que se desarrollaron fueron el textil, el ferrocarril, la metalurgia y las telecomunicaciones. La minería adquirió gran importancia, con explotaciones de plomo en Linares, cobre en Riotinto, hierro en Ojén y Somorrostro, y carbón en Langreo y Mieres. Sin embargo, España carecía de recursos clave como el carbón de alta calidad. La producción de energía eléctrica y el desarrollo del ferrocarril fueron impulsados por empresas extranjeras, principalmente británicas y alemanas, que invirtieron en infraestructuras.
El ferrocarril se construyó tardíamente en España. Los primeros tramos construidos, que eran cortos, fueron Barcelona-Mataró (1848), Madrid-Aranjuez (1851) y Gijón-Langreo (1853). Con la Ley de Ferrocarriles de 1855, se produjo un auge en la construcción de la red ferroviaria, con un trazado radial y un ancho de vía superior al europeo.
Las empresas privadas, constituidas en sociedades por acciones, financiaron la construcción, con un 40% del capital procedente del extranjero y otro 40% de inversores nacionales. El Estado otorgó subvenciones y facilitó la importación de material ferroviario. Entre 1855 y 1866, se construyó la red básica.
El ferrocarril permitió la creación de un mercado nacional, pero también tuvo efectos negativos:
A lo largo del siglo XIX, el comercio exterior aumentó. Al principio, las principales exportaciones fueron aceite y vino, mientras que las importaciones incluían tejidos de algodón y lino. A finales de siglo, los minerales y los productos textiles se sumaron a las exportaciones, mientras que el algodón en rama y el carbón dominaron las importaciones.
Tras la independencia de las colonias americanas, el comercio español se reorientó hacia Europa. Francia y Gran Bretaña se convirtieron en los principales socios comerciales.
El bajo desarrollo agrícola e industrial generó un debate entre librecambistas y proteccionistas.
Los sectores industriales y agrícolas más influyentes (textil catalán, cerealistas castellanos, minería asturiana y siderurgia vasca) presionaron a los gobiernos para adoptar medidas proteccionistas. Así, la política comercial pasó de un primer periodo de librecambio hasta 1870, a un predominio del proteccionismo en la segunda mitad del siglo.
La Conferencia de Algeciras de 1906 estableció Marruecos como un protectorado, con Francia controlando la mayor parte y España la franja norte, conocida como el Rif. La región era pobre y montañosa, y sus habitantes, los rifeños, resistieron la ocupación española, lo que derivó en la Guerra de Marruecos (1909-1926). Esta guerra fue impopular en la sociedad española, pero fue respaldada por la monarquía, la oligarquía minera y sectores del ejército como los llamados «africanistas», que buscaban obtener fáciles ascensos y rápidas carreras. A pesar de la debilidad rifeña, España sufrió derrotas significativas como la del Barranco del Lobo en 1909 y el Desastre de Annual en 1921, donde murieron más de 10 000 soldados españoles y se perdió el territorio conquistado hasta Melilla. Estas derrotas evidenciaron problemas de corrupción y desorganización militar. La dictadura de Primo de Rivera en 1923 evitó la depuración de responsabilidades por estos fracasos.
Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno español, liderado por Eduardo Dato, declaró la neutralidad. Esta decisión fue aceptada en general, aunque la opinión pública se dividió entre:
La guerra tuvo un impacto económico significativo: tras una recesión inicial, España se convirtió en un importante proveedor de alimentos, materias primas y productos industriales para los países beligerantes. Se registró un superávit en la balanza comercial entre 1915 y 1919. Esto generó un auge económico durante esos años, con beneficios empresariales elevados, pero también provocó desabastecimiento y alta inflación, lo que intensificó la conflictividad social y el movimiento obrero.
La crisis de 1917 se manifestó en tres frentes: protestas militares, políticas y obreras.
Los sucesos que estaban teniendo lugar en Europa estimularon al movimiento obrero y la huelga general del 13 de agosto de 1917, dirigida por la UGT. El comité de huelga estaba dirigido por Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro. Como resultado,…