Portada » Historia » Restauración Borbónica en España: Política, Nacionalismos y Movimiento Obrero (1875-1902)
En enero de 1875, Alfonso XII fue coronado como nuevo rey, iniciando la Restauración Borbónica en España. Su propuesta de gobierno, reflejada en el Manifiesto de Sandhurst redactado por Cánovas del Castillo, sentó las bases para una nueva constitución.
La Constitución de 1876, similar a la de 1845, estableció un sistema liberal pero no democrático con las siguientes características:
Este sistema político excluía al movimiento obrero (socialismo y anarquismo) y a los partidos demócratas y republicanos, mostrando un carácter liberal pero antidemocrático.
Cánovas del Castillo ideó un sistema político basado en la alternancia de dos grandes partidos liberales: el Partido Conservador, liderado por él mismo, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta. El objetivo era turnarse en el poder bajo la supervisión del rey, quien disolvería las Cortes y daría paso al otro partido cuando lo considerara oportuno. Para garantizar la victoria electoral, se recurría al pucherazo (manipulación de votos) y a la influencia de los caciques locales.
Entre 1875 y 1885, los conservadores gobernaron y lograron resolver dos conflictos bélicos: la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de los Diez Años en Cuba con la Paz de Zanjón. En 1885, Alfonso XII falleció repentinamente y en 1886 nació su hijo póstumo, Alfonso XIII.
María Cristina de Habsburgo asumió la regencia hasta 1902, pactando con los liberales para mantener los principios básicos de la Restauración: la Constitución de 1876 y el turnismo. El Pacto del Pardo, firmado por Cánovas del Castillo, consolidó la alternancia política entre conservadores y liberales.
Durante el gobierno de Sagasta, se aprobaron importantes reformas:
Sin embargo, la Regencia también enfrentó problemas como la Guerra de Independencia cubana y el conflicto con Estados Unidos, que culminó en el Desastre del 98. El auge del movimiento obrero, dividido entre el socialismo pacífico del PSOE y el anarquismo radical, generó tensiones sociales y atentados, como el asesinato de Cánovas del Castillo. Además, surgieron movimientos nacionalistas en el País Vasco, Cataluña y Galicia.
En 1902, Alfonso XIII fue proclamado rey, poniendo fin a la regencia de su madre.
El nacionalismo catalán surgió como un movimiento cultural alrededor de 1830, con la Renaixença, que buscaba recuperar la lengua y la literatura catalanas. Posteriormente, evolucionó hacia un movimiento político con figuras como Valentí Almirall, fundador del Diari Català, que reivindicaba mayor autonomía y criticaba el centralismo del gobierno. En 1891, se fundó la Unió Catalanista, liderada por Prat de la Riba, que unificó las diferentes tendencias nacionalistas y creó las Bases de Manresa, un documento que defendía el federalismo, los valores tradicionales catalanes y la autonomía política.
En 1901, la Unió Catalanista se integró en la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, que fue ganando cada vez más seguidores.
El nacionalismo vasco surgió durante el siglo XIX, impulsado por las transformaciones sociales y económicas en el País Vasco. Inicialmente, se centró en la defensa de la lengua vasca (euskera) y su literatura, así como en una visión idealizada del pueblo vasco. Con la industrialización, la llegada de mano de obra de otras regiones de España generó un aumento del racismo y la xenofobia, influenciados por el darwinismo social.
La abolición de los fueros vascos tras la Tercera Guerra Carlista impulsó un discurso nacionalista conservador, católico y tradicionalista. Sabino Arana, líder del movimiento, fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, defendiendo la etnia y las tradiciones vascas. Tras su muerte, el discurso nacionalista se dividió entre la independencia y la autonomía.
El regionalismo gallego surgió como una reivindicación de mayor desarrollo económico y social para Galicia, una región con escasa presencia de la burguesía. Evolucionó hacia un movimiento cultural con figuras como Rosalía de Castro y Manuel Murguía. Alfredo Brañas creó una asociación política que defendía el carácter tradicional gallego desde una perspectiva liberal.
El movimiento obrero tuvo un desarrollo limitado hasta 1868 debido al escaso desarrollo industrial de España. Durante la Primera República experimentó un cierto auge, especialmente en el mundo rural andaluz, vinculado al anarquismo.
A partir de 1881, con la Ley de Asociaciones, el anarquismo salió de la clandestinidad y se extendió por Cataluña y Andalucía. Defendía la igualdad de derechos y la eliminación de las clases sociales, considerando a la burguesía liberal como su principal enemigo. Tras un brote de violencia campesina en Andalucía, el gobierno acusó a una supuesta asociación anarquista, «La Mano Negra», lo que sirvió de excusa para perseguir al movimiento. La primera Federación Regional Española de la AIT, liderada por Anselmo Lorenzo, fue desmantelada. En 1911, se creó la CNT como sindicato anarquista.
El socialismo tuvo un desarrollo menor que el anarquismo, concentrándose en zonas industrializadas. Su método de lucha era la huelga, como forma de presionar a los empresarios. En 1879, Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la clandestinidad, que se legalizó en 1881. El PSOE se integró en la Segunda Internacional y creó el periódico «El Socialista» para difundir sus ideas. En 1888, fundó la Unión General de Trabajadores (UGT) como sindicato. A principios del siglo XX, el PSOE tenía pocos seguidores y no obtuvo su primer diputado hasta 1910. Tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, el partido experimentó un aumento de afiliados.