Portada » Historia » Respuestas Gubernamentales a la Gran Depresión y el Auge del Socialismo Soviético
La Gran Depresión impulsó a los gobiernos de todo el mundo a adoptar políticas económicas intervencionistas. En Estados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt implementó el New Deal, un conjunto de programas de empleo público y reformas sociales destinados a aliviar la crisis.
En Europa, las respuestas variaron significativamente:
El proteccionismo se intensificó a nivel global. La imposición de aranceles, si bien buscaba proteger las economías nacionales, terminó por agravar la crisis al contraer el comercio internacional. Un ejemplo claro fue la Ley Smoot-Hawley en Estados Unidos, que exacerbó las tensiones comerciales.
La era de Roosevelt (1933-1945) estuvo marcada por la implementación del New Deal, cuyo objetivo era aliviar la pobreza y reactivar la economía. Este programa se desarrolló en tres fases:
El New Deal transformó la relación entre el gobierno y los ciudadanos, fortaleciendo la intervención estatal en la economía, aunque no logró resolver completamente la Gran Depresión.
El sistema económico socialista en la Unión Soviética (URSS) se caracterizó por ser un modelo centralizado y planificado, fundamentado en el marxismo-leninismo. Su objetivo era erradicar las desigualdades sociales y establecer una economía socialista bajo el control del Estado.
A pesar de la falta de competencia y la inherente ineficiencia del sistema, la URSS consiguió avances significativos en educación, ciencia y tecnología, además de la construcción de infraestructuras importantes.
Las raíces de la Revolución Rusa se encuentran a finales del siglo XIX, en un contexto donde Rusia se presentaba como un país atrasado en comparación con Europa. Su sistema político era el absolutismo, y la gran mayoría de la población (aproximadamente el 80-81%) estaba compuesta por campesinos que vivían en condiciones de extrema pobreza. A pesar de que el zar Alejandro II abolió la servidumbre en 1861, los campesinos continuaron soportando pesadas cargas económicas.
A finales del siglo XIX, Rusia inició un proceso de industrialización impulsado por capital extranjero, lo que conllevó un aumento de la población asalariada. Sin embargo, las condiciones laborales eran precarias, con largas jornadas y salarios bajos. La alta concentración de trabajadores en las fábricas facilitó el surgimiento de una conciencia de clase obrera. No obstante, la ausencia de derechos sindicales y la represión de las protestas agravaron el conflicto entre los trabajadores y el poder estatal.
El zar Nicolás II, quien ascendió al trono en 1894, gobernó con el apoyo del Ejército y la Iglesia Ortodoxa. En este escenario, emergieron diversos grupos opositores, como el Partido Social Revolucionario (fundado en 1901), que defendía los intereses campesinos, y el Partido Social Demócrata (creado en 1898), influenciado por las ideas de Marx. Este último partido se dividió en 1903 en dos facciones: los bolcheviques, liderados por Lenin, y los mencheviques, de carácter más moderado. Paralelamente, se formó el Partido Constitucional Demócrata (conocidos como «cadetes»), que abogaba por un sistema parlamentario.
La Revolución Soviética fue un proceso que culminó en 1917 con la caída del Imperio Ruso y el establecimiento de un régimen comunista. Este acontecimiento fue fundamental en la historia del siglo XX y marcó el inicio de la Unión Soviética. La revolución se articuló en dos eventos cruciales: la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre, ambas impulsadas por un profundo descontento popular.
La Revolución de Febrero resultó en la abdicación del zar Nicolás II y el fin de la dinastía Romanov. Este desenlace se debió a la crisis económica y social, agravada por la participación en la Primera Guerra Mundial. Se estableció un gobierno provisional que prometió reformas democráticas, pero que perdió rápidamente el apoyo de la población.
En octubre de 1917, los bolcheviques, bajo el liderazgo de Lenin, organizaron una insurrección armada en Petrogrado, conocida como la Revolución de Octubre. Tomaron el control de los centros de poder y establecieron un gobierno basado en los soviets de obreros y soldados. Esto condujo a la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial y a la implementación de medidas como la nacionalización de la industria y la redistribución de tierras.
La llegada al poder de los bolcheviques no fue pacífica, ya que desencadenó una guerra civil entre los bolcheviques («rojos») y las fuerzas contrarrevolucionarias («blancos»). Esta guerra, que se extendió de 1918 a 1921, culminó con una victoria decisiva para los bolcheviques, consolidando su poder. Durante este periodo, se impusieron las políticas del «comunismo de guerra», que incluyeron la nacionalización total de la economía.
La Revolución Soviética transformó radicalmente la sociedad rusa, implementando reformas como un sistema de salud pública universal y educación gratuita, aunque también se instauró un régimen autoritario bajo Lenin y, posteriormente, Stalin. La creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922 marcó el nacimiento de un estado socialista que perduraría hasta 1991. La Revolución Soviética tuvo un impacto global, inspirando movimientos comunistas en otros países y alterando el equilibrio de poder mundial, lo que eventualmente condujo a la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS a lo largo del siglo XX.