Portada » Geografía » Regulación y Gestión Sostenible de la Caza: Modalidades, Hábitat y Prevención de Daños en España
La primera ley de caza en España data de principios del siglo pasado, pero la actualmente vigente es la Ley de Caza de 1970 y su Reglamento de 1971. Si bien el artículo 36 de dicha Ley fue derogado por la Ley 4/1989 de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres.
La legislación más reciente sobre la regulación de la caza se establece en la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, cuyo artículo 33 deroga la Ley 4/1989.
Además, existen Reales Decretos como el 1095/1989, del 8 de septiembre, por el que se declaran las especies objeto de caza y pesca comerciales y se dictan normas al respecto; y el Real Decreto 137/1993, del 29 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de Armas.
Con el objeto de regular el ejercicio de la caza y partiendo de la inserción de la caza en la política de conservación de los recursos naturales, sobre la base de la consideración de las especies cinegéticas como patrimonio público, nació la Ley 2/1989, de 6 de junio, de Caza del Principado de Asturias. Una de las finalidades primordiales de esta ley es la protección y conservación de las especies cinegéticas en su medio natural, mediante la adecuada ordenación del aprovechamiento cinegético.
Esta ley se divide en 6 capítulos:
En cuanto a la legislación autonómica, también cabe citar el Decreto 32/1990, del 8 de marzo, por el que se crea el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de la Fauna Vertebrada del Principado de Asturias, y se dictan normas para su protección. Por otra parte, la disposición general de vedas correspondiente a cada temporada, publicada antes del comienzo de la misma en el BOPA, recoge las consideraciones específicas que han de tenerse en cuenta.
La realiza un único cazador que recorre el campo, generalmente auxiliado por perros cuya misión es localizar la pieza, señalarla o levantarla, dando tiempo al cazador a efectuar el disparo y, posteriormente, cobrarla. Mediante esta técnica se abaten aves como perdices rojas, arceas, faisanes, codornices o agachadizas. Para otras especies como la paloma torcaz o los zorzales no suelen utilizarse perros, salvo en raras excepciones y exclusivamente dirigidos al cobro de las piezas, siendo el cazador el que debe localizar las aves.
La caza en mano es aquella practicada por varios cazadores conjuntamente, abiertos en ala y a una distancia aproximadamente equidistante, generalmente ayudados por perros, con el objeto de batir el campo. Cada mano se compone comúnmente de una partida de entre dos y seis cazadores. En las Reservas Regionales de Caza de Asturias, la caza en mano se autoriza a grupos de 4 a 6 cazadores que se ayudan de un máximo de 8 perros y son acompañados por un guarda durante una jornada completa de caza. Está dirigida a la captura de la arcea.
El ojeo es una de las modalidades tradicionales de la caza menor española, practicada normalmente sobre la perdiz roja. Sobre un terreno predeterminado se colocan los puestos o pantallas en disposición normalmente semicircular. Los ojeadores o batidores (en número de dos o tres por escopeta) se colocan en la dirección opuesta a la de las pantallas, también en semicírculo. Avanzan hacia los puestos y profieren voces y ruidos con el objeto de dirigir las perdices, levantadas y en huida, hacia los cazadores. Se practica sobre todo en el centro y sur de la península.
En esta modalidad de caza, el reclamo (un macho de perdiz enjaulado) atraerá a sus congéneres salvajes durante el periodo del celo hasta aproximadamente quince metros del puesto del cazador. La jaula con el reclamo ha de colocarse sobre un pequeño promontorio consistente en alguna piedra o arbusto ligeramente elevado llamado «pulpitillo». El elemento más importante de esta forma tradicional de caza no es tanto el lance final y el disparo como el comportamiento del reclamo.
Esta modalidad es especialmente practicada para la caza de palomas, tórtolas, zorzales y aves acuáticas. Los cazadores esperarán ocultos, perfectamente cubiertos y camuflados para no ser descubiertos, en puestos establecidos en el paso natural y querencioso de las aves mencionadas, en sus distintas trayectorias hacia las zonas de alimentación, bebida, sesteo o dormidero.
Se realiza en zonas donde se localizan los bardales o conejeras.
Utilizada para la caza de conejos, para la realización de descastes y la reducción de las densidades de conejo.
Caza con galgos, practicada habitualmente en Castilla para la reducción de liebres.
Con aves de presa adiestradas se cazan conejos, perdices, palomas y liebres.
Los restos fecales, producto del metabolismo animal, pueden permitirnos calcular el tamaño de la población que los produce. Este método, sencillo y económico, se utiliza habitualmente en la estima de las poblaciones de cérvidos, aunque requiere conocer la tasa de defecación. Esto requiere una investigación previa, pues la tasa depende del tipo de alimento ingerido (algo que varía según especies y, dentro de especies, según el hábitat y el momento del ciclo anual).
Además, es importante conocer la tasa de descomposición de los restos fecales (si estos duran menos que los días utilizados en el estudio, se infravalorarán los resultados). La tasa varía según la consistencia y composición de los excrementos (algo que depende de la dieta); pero también puede verse afectada por la climatología (la lluvia la favorece), la cobertura vegetal que los proteja o la abundancia de insectos coprófagos.
Para ello, se delimita un elevado número de unidades de muestreo (cuadrículas o círculos de 1 m de lado o radio normalmente) en el área de estudio. Se limpian de restos fecales y se dejan un número ‘d’ de días. Se vuelve luego y se cuentan los restos para obtener un número medio ‘n’ de restos por cuadrícula. Si conocemos la tasa de defecación (T) de la especie (número de restos fecales producidos por día), estaremos en condiciones de calcular el número medio de individuos por unidad de muestreo (u) pues u = n/(d·T).
Los parámetros que permiten evaluar el hábitat de una población cinegética son la capacidad de acogida y la capacidad de carga trófica:
Se puede definir como el número de individuos de una población cinegética que el territorio es capaz de albergar en función del medio físico, la competencia, la depredación, la perturbación humana, enfermedades y parásitos, etc. Se considera que la capacidad de carga de una zona determinada es la que tiene en la época más desfavorable (época limitante), que en la Península Ibérica suele ser a finales de verano y principios de otoño. En esos momentos se suele aplicar un aporte extra de comida.
Se define como el número de individuos de una población cinegética que el territorio es capaz de alimentar sin que se lleguen a deteriorar los recursos alimentarios producidos por este. La carga trófica se calcula mediante el cociente entre las disponibilidades totales del terreno cinegético y las necesidades unitarias de un individuo medio del censo poblacional. Con el fin de permitir la regeneración de la vegetación, se considera un coeficiente de consumo por parte de la población cinegética igual al 50% de las disponibilidades totales, es decir, las disponibilidades reales serán la mitad de las totales.
Son heridas provocadas en los tallos de los árboles, tanto en frondosas como en coníferas, por el frotamiento de la cuerna. Los daños se observan primero con el descorreado de la cuerna y se mantienen hasta el desmogue, dado que marcan su territorio sobre los árboles con una glándula situada entre las cuernas. En el occidente de Asturias, este tipo de daño tiene una gran incidencia en el arbolado joven y provoca marras en el pino y en el castaño.
Consiste en la ingestión de los brotes y hojas de la vegetación leñosa, que afecta tanto a frondosas como a coníferas. Suele ser más fuerte en frondosas, afectando tanto a la yema apical como a las yemas laterales. En las coníferas, se ha detectado en pino Pinaster en Asturias y en abetos en Europa. Los daños suelen limitarse al primer año de vida en el caso del pino, de forma que el árbol reacciona con ramosidad excesiva y la aparición de individuos con bifurcaciones del tronco debido a la pérdida de la guía terminal. No suele provocar la muerte del árbol, sino una pérdida de crecimiento anual. En el caso de las frondosas, la incidencia es mayor y se prolonga a lo largo de todo el año. El ramoneo es reiterado hasta que el árbol supera 1,5 m de altura.
Tiene más incidencia en el caso del venado que del corzo, provocando pudriciones en el tronco que acaban en su rotura.