Portada » Psicología y Sociología » Psicopatología Infantil y Adolescente: Comprensión, Diagnóstico y Estrategias de Intervención
Se relaciona con la palabra latina «ánima» (alma o principio de vida) y se refiere a un modo afectivo de estar en el mundo que involucra la totalidad de la vida psíquica, oscilando alrededor de un equilibrio basal.
Es un área de reciente atención. El diagnóstico es difícil en infantes debido a la influencia del desarrollo en la manifestación clínica (la sintomatología varía con la edad) y la limitación del lenguaje en niños pequeños para expresar sus estados de ánimo, lo que lleva a que los adultos sean la principal referencia.
Actualmente, se acepta que los trastornos del ánimo, especialmente la depresión, pueden manifestarse en cualquier edad, aunque su forma de presentación es modulada por la etapa evolutiva.
Es el más frecuente en niños de los trastornos del ánimo.
Presencia de cinco o más síntomas durante 2 semanas, incluyendo estado de ánimo depresivo o pérdida de interés/placer, que representen un cambio en la actividad previa. No deben ser debidos a enfermedad médica, sustancias, o explicarse mejor por un duelo (si persiste más de dos meses o con incapacidad funcional, ideación suicida, psicosis, o enlentecimiento psicomotor).
Se caracteriza por la presencia persistente (al menos dos semanas) de síntomas que apuntan a un estado de ánimo negativo o triste, acompañados de quejas somáticas, problemas cognitivos y conductuales, provocando deterioro social.
El ánimo triste puede variar durante el día (los niños son más reactivos), y la tristeza puede manifestarse como irritabilidad.
Comparte síntomas con el trastorno de conducta, síndrome de déficit atencional, trastornos psicosomáticos y trastorno bipolar.
Se recomienda una intervención multimodal que incluya uso de fármacos, consideración de factores biológicos y ambientales, y psicoterapia.
Para niños muy pequeños, el trabajo se centra en el entorno familiar y las dinámicas interaccionales, tratando a los adultos con trastornos del ánimo en paralelo. Después de los cinco años, se incrementan las técnicas terapéuticas y la derivación a fármacos. Se enfoca en aumentar la autoestima, trabajar la desesperanza, la incapacidad, la resolución de conflictos, y se considera el contexto escolar como coadyuvante.
Se observa un estado de ánimo deprimido o disfórico de manera crónica, con una historicidad de al menos un año, sin periodos de bienestar anímico de más de una semana. Se diferencia del TDM por ser menos intensa pero más duradera.
Presenta síntomas maníacos (ánimo irritable o exaltado, elevada autoestima, disminución de horas de sueño, verborrea, hiperactividad, conductas de riesgo) y síntomas depresivos (duración mínima de una semana). Se clasifica en manía o hipomanía (menor gravedad de los síntomas) y en trastorno bipolar I, II o mixto, similar al adulto.
Alta prevalencia y es una alteración del desarrollo cerebral que afecta la maduración de zonas cerebrales y la función.
Con predominio de desatención, con predominio de hiperactividad-impulsividad, y combinado.
Su intensidad se escapa de lo esperado para la edad e interfiere significativamente en la adaptación social y escolar. Los síntomas deben presentarse antes de los 7 años y en más de un contexto.
Alteraciones en la corteza prefrontal (función ejecutiva), cuerpo calloso (comunicación hemisférica), ganglios basales (control de impulsos) y cíngulo anterior (gestión afectiva, regulación de atención). Problemas en los neurotransmisores dopamina y noradrenalina que comunican el córtex prefrontal y los ganglios basales.
No existen pruebas médicas. Se utiliza entrevista, cuestionarios y observación directa del niño. Es crucial la información de padres y profesores.
Multimodal, incluyendo apoyo farmacológico, psicoeducación a los padres, intervención en el sistema escolar (para evitar el etiquetamiento) y técnicas cognitivo-conductuales.
Más frecuente en niños menores de 9-10 años. Conductas desafiantes, provocaciones, enfrentamientos, resistencia a la autoridad, desobediencia y uso de vocabulario grosero. Comportamiento oposicionista y hostil persistente que afecta el desempeño. Generalmente, comienza en el hogar y se extiende a otros contextos.
Aumenta el riesgo de problemas de conducta social en la adolescencia y desarrollo de personalidad antisocial en la adultez.
Entre 2 y 16%, más común en el sexo masculino.
Mayor gravedad que el TND, con un patrón de inicio más frecuente en la adolescencia. Violación de normas sociales (ej. ausencias escolares) y desrespeto por los derechos de los demás, incluso problemas con la ley (robos, destrucción de propiedad, agresiones físicas). Los menores con TD son difíciles de abordar, carecen de empatía, sentimientos de culpabilidad, y tienen disminuida la internalización de normas.
Variable, pero un inicio temprano indica una evolución menos favorable. Puede remitir, pero también puede evolucionar a una personalidad antisocial, especialmente si estuvo precedido por TND.
Varía entre 4-6% a 6-16% en hombres menores de 18 años.
Es crucial diferenciar entre TND y TD basándose en la gravedad de las conductas (las antisociales privilegian el TD). Comparten síntomas con el TDAH (actividad elevada, baja tolerancia a la frustración, bajo rendimiento escolar), pero el TDAH no tiene el carácter oposicionista. También se diferencia de los periodos oposicionistas normales del desarrollo y los trastornos adaptativos (estos últimos tienen un estresor psicosocial claro).
Multimodal, considerando todos los factores precipitantes y mantenedores. Enfocada en la intervención familiar, para la organización, funcionamiento y establecimiento de normas y límites, fortaleciendo el subsistema parental. En algunos casos, se requiere apoyo farmacológico.
Son respuestas patológicas de intensidad anómala frente a situaciones o estímulos estresantes (estresores psicosociales). Estos pueden ser «crisis normativas» (propias del ciclo vital) o «crisis no normativas».
Indagar antecedentes personales, familiares, del desarrollo y educativos del niño o niña, con una mirada longitudinal, que permita comprender el contexto de aparición del síntoma actual.
Síntoma actual que preocupa.
Evaluar las capacidades psicológicas y síntomas actuales del niño/a, observables durante la entrevista clínica. Permite detectar signos de alteración en el funcionamiento afectivo, cognitivo, conductual y relacional.
Aseo personal, vestimenta, postura corporal, presencia de tics o estereotipias. Ejemplo: «Niña de 8 años, bien aseada, vestimenta acorde a la edad y clima, postura relajada, sin movimientos anómalos.»
Cooperativo/a, tímido/a, ansioso/a, evitativo/a, agresivo/a.
Fluidez, articulación, coherencia del discurso, comprensión.
Descripción del estado emocional (tristeza, irritabilidad, euforia). Congruencia entre afecto y contenido verbal. Rango afectivo (reducido, estable, variable, aplanado).
Actividad motora (inhibida, normal, agitada). Presencia de movimientos repetitivos, hiperactividad, impulsividad.
Nivel de atención sostenida durante la entrevista. Facilidad o dificultad para concentrarse en tareas simples.
Capacidad de comprensión, razonamiento, memoria reciente. Nivel de vocabulario y lógica acorde a su edad.
Orientación en personas, lugar y tiempo. (Dependiendo de la edad, se evalúa parcialmente).
Curso: coherente, tangencial, bloqueado. Contenido: ideas de miedo, culpa, autovaloración negativa, delirios o pensamientos mágicos fuera de lo normativo para la edad.
Presencia o ausencia de alucinaciones o distorsiones perceptivas. Miedos intensos (oscuridad, soledad, fantasmas), diferenciando entre imaginario infantil y posibles signos clínicos.