Portada » Psicología y Sociología » Psicología Profunda: Erich Fromm y Carl Jung sobre la Individuación, la Libertad y los Arquetipos
Para Fromm, la vida humana exige una adaptación activa al mundo y a los otros. Esta adaptación se organiza en torno a dos tendencias esenciales:
Estas dos funciones expresan las necesidades básicas del ser humano: incorporarse al mundo (asimilación) y vincularse socialmente (socialización). Cuando ambas se integran, el sujeto se desarrolla productivamente. El límite de la adaptación aparece cuando el individuo no logra articular estas dos tendencias de manera equilibrada: en lugar de vincularse libre y creativamente, queda atrapado en la dependencia, la sumisión, la hostilidad o el aislamiento. Allí surgen defensas neuróticas y formas de carácter improductivas. La adaptación sana implica apropiarse del mundo y, al mismo tiempo, establecer lazos auténticos con los otros.
Fromm se distancia del biologicismo de Freud: en el ser humano, los instintos son lábiles y no determinan rígidamente la conducta, sino que se moldean culturalmente. Esta flexibilidad hace posible la libertad, pero también la angustia. Al separarse de la autoridad tradicional, el sujeto experimenta la libertad “de”: liberarse de la opresión externa (dogma, tradición, autoridad). Sin embargo, esta libertad negativa deja un vacío si no se orienta hacia algo nuevo. La verdadera realización surge con la libertad “para”: capacidad de crear, amar, elegir y hacerse responsable. La primera libera del yugo; la segunda da sentido y proyecto. Si la libertad queda solo en la forma negativa, aparece miedo, aislamiento y la tendencia a huir de ella.
Para Fromm, la individuación es un proceso dialéctico mediante el cual el ser humano se separa de los lazos de dependencia primaria para convertirse en un individuo autónomo, pero sin perder su capacidad de vincularse con el mundo. Esta dialéctica tiene dos movimientos simultáneos:
El resultado de esta tensión puede conducir a dos salidas opuestas. La salida sana o productiva es la adaptación de la libertad, es decir, una nueva unión con el mundo basada en la creatividad, el amor, la solidaridad activa y el trabajo, donde el sujeto se vincula desde la autonomía. La salida neurótica, en cambio, es la huida de la libertad, que aparece cuando la soledad y la angustia resultan intolerables: allí el individuo cae en la sumisión autoritaria, la destrucción o el conformismo, intentando reestablecer vínculos primarios a costa de su autonomía, lo que produce un abandono de la fuerza del Yo y un retorno regresivo que anula la individuación. En síntesis, individuarse es sostener la tensión entre autonomía y vínculo, y lograr una unión nueva con el mundo sin renunciar al propio Yo.
Fromm distingue dos tipos de autoridad:
La primera inmoviliza; la segunda favorece la libertad y la responsabilidad.
La asimilación (vínculo activo con el mundo) y la socialización (vínculo activo con los otros) son las dos funciones básicas del desarrollo. Si se integran, el sujeto construye un carácter productivo o creador, basado en el amor, la libertad y la responsabilidad: puede amar sin poseer y crear sin dominar. Cuando esta articulación fracasa, surgen caracteres neuróticos, que huyen de la libertad. Fromm describe cuatro vías:
El creador afirma la vida; el neurótico la evade.
Jung distingue cuatro funciones de la conciencia:
Dos son racionales (pensamiento–sentimiento) y dos irracionales (sensación–intuición). Estas funciones se combinan con dos actitudes —introversión y extraversión— formando ocho tipos psicológicos posibles. La salud consiste en flexibilizar la actitud y desarrollar la función inferior, para no quedar fijado en un modo único de percepción.
La psique está estructurada en distintos niveles que deben integrarse a lo largo del desarrollo:
El camino hacia el Self es el proceso de individuación, en el cual el sujeto integra su mundo interno, relativiza la Persona, se hace consciente de la Sombra y reconoce su polaridad interna (Ánima/Ánimus).
Los arquetipos son formas universales heredadas del inconsciente colectivo, que organizan la experiencia y se manifiestan mediante símbolos en sueños, mitos, religiones y obras de arte. Entre los arquetipos principales se encuentran la Sombra, que contiene los aspectos reprimidos y negados del Yo, y la Ánima/Ánimus, que encarna la polaridad femenina-masculina interior y media entre el Yo y el inconsciente.
Los sueños son la vía privilegiada por la cual emergen estos contenidos y pueden ser:
Cada elemento del sueño representa aspectos del propio sujeto. Para interpretar sueños, Jung propone el método de los opuestos (la psique compensa), el método sintético-constructivo (buscar el “para qué” del sueño) y la amplificación (asociaciones personales y culturales guiadas por el analista). La sincronicidad es la coincidencia acausal significativa entre mundo interno y acontecimiento externo, y el saber absoluto es la vivencia numinosa vinculada a los contenidos arquetípicos. Integrar los arquetipos permite avanzar en la individuación.
Para Jung, la libido es energía psíquica general, una fuerza vital continua que expresa la voluntad de existencia del sujeto. No es sexual por naturaleza, aunque pueda manifestarse en lo sexual; es una energía con intencionalidad, orientada hacia fines, por lo cual la teoría es energetista y finalista. La psique se ordena según dos principios:
La libido se autorregula mediante dos modos de circulación:
Además, la energía se mueve en dos sentidos:
Cuando la adaptación falla, la libido se acumula y se disocian los pares de contrarios, generando síntomas. La dirección de la energía define las actitudes: la extraversión dirige la libido hacia afuera y la introversión hacia el mundo interno.
Un complejo es un núcleo afectivo cargado de energía, estructurado en torno a una idea central, con emociones, recuerdos y conductas asociadas, que se aloja en el inconsciente personal. Tiene autonomía relativa, lo que significa que escapa a la voluntad del Yo y puede manifestarse en actos fallidos, reacciones desmedidas o fijaciones afectivas. No es necesariamente patológico, pero puede interferir en la libertad psíquica si no es reconocido e integrado.
