Portada » Arte » Pintura Barroca Europea: Maestros y Estilos en Flandes, Holanda y España
La pintura flamenca se caracteriza por su temática religiosa, plasmada en grandes cuadros de altar, y la pintura mitológica de gran tamaño, ideal para decorar los salones de los palacios. Los retratos suelen ser individuales y resaltan el rango social del personaje.
Los bodegones, con cocinas y despensas llenas de alimentos, reflejan la abundancia de una sociedad opulenta.
En Holanda, la pintura aborda temas bíblicos, pero con cuadros de pequeño tamaño, destinados al ámbito doméstico. Esto se debe a que luteranos y calvinistas habían suprimido las imágenes de las iglesias. También son frecuentes las escenas costumbristas, que a menudo tienen objetivos moralizantes.
Los retratos muestran grupos que tienen un significado en la organización democrática de la sociedad, como los oficiales de las guardias cívicas que protegían las ciudades.
Las cocinas y despensas holandesas, a diferencia de las flamencas, muestran platos y bebidas frugales, reflejo del ascetismo protestante.
Durante ocho años, Rubens se formó estudiando las principales obras del arte realizado en Italia. En una visita a España, pintó el Retrato ecuestre del Duque de Lerma. Fue nombrado pintor de los archiduques, y construyó una casa-taller que se convertiría en la más importante del Barroco europeo. Este palacio incluía un gabinete de antigüedades y un amplio espacio para la familia y los colaboradores. Instaló en un frente una tribuna desde la que podía vigilar a oficiales y aprendices, y donde los clientes podían observar el progreso de los trabajos encargados.
Cerca de 3000 cuadros llevan la firma de Rubens. El maestro firmaba los contratos, hacía el boceto preparatorio, supervisaba el trabajo y cobraba. Si el precio era alto, lo pintaba él mismo; si era bajo, se limitaba a retocarlo o lo dejaba igual. Entre sus aprendices, destacó Jacobo Jordaens.
Rubens dominó diversas técnicas pictóricas: el óleo, el fresco, los cartones para tapices, el diseño de arcos triunfales y la ilustración de libros y misales. Aportó su visión personal a una amplia gama de temas: religiosos, históricos, mitológicos, paisajes, bodegones y retratos.
Su trayectoria como pintor religioso se inicia con La elevación de la cruz y El descendimiento, conservados en la Catedral de Amberes y encargados por los archiduques. Su obra cumbre en este ámbito es El triunfo de la Eucaristía, un conjunto de veinte tapices encargado por la archiduquesa Isabel Clara Eugenia.
Rubens decoró importantes palacios, como el Salón de Banquetes de Carlos I de Inglaterra, la Torre de la Parada de Felipe IV y la Galería de María de Médici. María le encargó dos series con escenas de su glorificación y la de su marido, el difunto Enrique IV.
La primera serie, de 22 cuadros, dedicada a la reina, se divide en cuatro periodos:
Entre otras representaciones, encontramos:
Los cuadros se trasladaron al Museo del Louvre cuando el Palacio de Luxemburgo fue destinado a sede del Senado. Problemas financieros y políticos impidieron que Rubens pintara la galería de Enrique IV. En 1628, visitó España, donde conoció a Velázquez y copió los cuadros de Tiziano. Helena Fourment fue su musa en numerosos cuadros.
Rembrandt es el primer artista holandés que no dependió de reyes ni nobles, manejándose económicamente mediante la venta de cuadros, grabados y dibujos en el mercado. Se formó con el pintor Pieter Lastman, quien, recién llegado de Roma, le aportó los secretos del tenebrismo de Caravaggio.
Rembrandt, sin embargo, creó un estilo propio en el que los contrastes de luz y sombra no envuelven sus figuras en penumbras graduadas, sino en atmósferas misteriosas y doradas.
En Ámsterdam, una sociedad civil emergente necesitaba hacer visible su importancia, y lo hizo a través de retratos colectivos para decorar las salas de las corporaciones. Rembrandt contribuyó con tres cuadros memorables:
Rembrandt sufrió una crisis que le afectó artísticamente. De su última etapa, podemos destacar:
Vermeer es la otra gran figura de la pintura holandesa, conocido como el pintor de interiores. Sus cuadros reconstruyen la vida apacible de las casas con una visión intelectual de las relaciones entre el espacio, la luz y los personajes.
Sus composiciones, casi siempre de pequeño tamaño, muestran casas holandesas en las que sus habitantes leen, escriben, bordan o realizan tareas domésticas, como en La lechera o La encajera. La luz, que entra por ventanas laterales, y la combinación de todos los elementos crean una atmósfera que reproduce líricamente la vida burguesa, como se aprecia en Mujer leyendo una carta. Los colores, bañados por la luz, se vuelven cristalinos en estancias donde el tiempo parece detenido, como en Dama ante la espineta.
Una de las obras que resume la combinación de representación doméstica y contenido intelectual es El arte de la pintura. Su cuadro Calle de Delft nos muestra su interés por los umbrales y las puertas.
La pintura barroca española estuvo muy influida por los modelos extranjeros, especialmente de Italia y Flandes. En el siglo XVII, distinguimos dos periodos principales:
En la primera mitad del siglo, predomina el naturalismo tenebrista, también conocido como realismo barroco. Los pintores imitan a Caravaggio y su técnica del claroscuro. Predominan los temas religiosos, aunque también se encuentran retratos y bodegones. Los temas mitológicos son escasos.
Conocido en Italia como «El Spagnoletto», José de Ribera se instaló en Italia, donde entró en contacto con discípulos de Caravaggio. Su estilo evolucionó desde el tenebrismo caravaggiesco hacia una expresión personal que mezcla su origen mediterráneo con el color y la luz de Tiziano y Rubens.
Sus principales clientes fueron las autoridades eclesiásticas de Nápoles y los virreyes españoles.
En 1635, Ribera abandonó el tenebrismo y su pintura adquirió un colorido excepcional. Ese año pintó una Inmaculada que influiría sobre las obras de Murillo.
Desde entonces, pintó un conjunto de lienzos mitológicos, como Apolo desollando a Marsias, y asuntos bíblicos, como La bendición de Isaac a Jacob. También comenzó la decoración de la cartuja napolitana de San Martino, con cuadros como La Piedad. Además, pintó una serie de obras para colecciones, como El sueño de Jacob.
Francisco de Zurbarán se marchó a Madrid, aunque se vio algo arrinconado por el éxito del joven Murillo, que le «robó» popularidad y encargos. Participó en la decoración del Salón de Reinos del Casón del Buen Retiro, donde pintó Los trabajos de Hércules.
Su estilo debe mucho al tenebrismo de Caravaggio, con figuras de contorno dibujado y sombras robustas. No obstante, en la recta final de su carrera, por influencia de Murillo, sus pinturas se volvieron más amables.
Zurbarán fue un «escultor de la pintura», como se observa en el Crucificado que realizó para el convento sevillano de San Pablo. Pasó a la historia como el pintor de los frailes y la vida monástica.
Desarrolló cinco episodios de la vida de San Buenaventura y pintó La visión del beato Alonso Rodríguez. En 1638, realizó dos importantes ciclos:
También pintó tres cuadros para la Sacristía de la Cartuja de Sevilla: La Virgen de la Misericordia amparando a los cartujos y San Bruno.
El interés de Zurbarán por los ciclos le llevó a pintar series de 12 o 7 personajes, como apóstoles, tribus de Israel o los trabajos de Hércules. Otros temas recurrentes del pintor fueron las Santas Mártires, el Niño Jesús y los Bodegones.
Velázquez es, quizás, el mayor genio del arte español y forma, junto con Bernini y Rubens, el trío más importante del arte barroco europeo. Abarcó todos los géneros de la pintura (el retrato, las fábulas mitológicas, los bodegones, los paisajes y los cuadros religiosos) y supo captar como pocos la naturaleza, la luz y el movimiento, interpretándolos siempre con la serenidad propia de su temperamento.
Se formó en el taller sevillano de Francisco Pacheco, con quien acabó emparentándose al casarse con su hija. Posteriormente, se instaló en Madrid para ocupar la plaza de pintor de cámara de Felipe IV.
Realizó dos viajes a Italia:
En la obra de Velázquez pueden advertirse dos épocas principales:
Murillo pertenece a la generación siguiente a la de Velázquez, con quien presenta notables diferencias biográficas:
En cambio, fue muy querido por la sociedad sevillana, que admiró sus obras religiosas, siempre amables y entrañables. Gozó de prestigio internacional, ya que sus obras fueron vendidas en toda Europa gracias a la amistad que entabló con dos comerciantes flamencos.
Su obra fue dividida por los románticos extranjeros en tres periodos:
Una parte importante de la obra de Murillo son las representaciones de la Inmaculada Concepción y las representaciones infantiles de San Juanito y el Niño Jesús, como Los niños de la concha, San Juanito con el cordero y El Buen Pastor. También encontramos temas profanos, como los dos cuadros conservados en la Pinacoteca de Múnich: Muchachos comiendo uvas y melón y Muchachos jugando a los dados.