Portada » Lengua y literatura » Personajes de La Casa de Bernarda Alba: Roles y Simbolismo
Bernarda Alba es la encarnación de la autoridad y la represión, representando las normas sociales tradicionales con una rigidez extrema. Su bastón simboliza el poder y el control absoluto sobre su hogar, donde impone disciplina basada en el miedo y la obsesión por la honra y la pureza de sus hijas. Es ciega ante la realidad y se niega a aceptar los deseos de sus hijas; incluso al final, cuando Adela se suicida, insiste en que murió virgen. Su fuerte sentido de la clase social la lleva a despreciar a quienes considera inferiores.
Angustias, la mayor, es la única hija del primer matrimonio de Bernarda y, por lo tanto, la heredera de una gran fortuna. Esta posición la convierte en la candidata ideal para el matrimonio con Pepe el Romano, quien la pretende más por su dinero que por amor. Angustias, consciente de la realidad, intenta aferrarse a la idea del matrimonio como su única salvación: «Afortunadamente pronto voy a salir de este infierno», dice. Sin embargo, no experimenta una pasión verdadera y se muestra más resignada que ilusionada, lo que la diferencia de sus hermanas menores.
Magdalena es la más resignada y melancólica. Se dice que era la única que realmente amaba a su padre y, desde su muerte, ha adoptado una actitud de profunda tristeza. Es la primera en expresar abiertamente su desilusión con el destino de la mujer en su sociedad, afirmando con amargura: «¡Malditas sean las mujeres!». Su desencanto la lleva a aceptar que nunca se casará y a preferir un destino masculino: «Prefiero llevar sacos al molino». Aunque no se rebela como Adela, su tristeza es una forma de protesta silenciosa.
Amelia es el personaje más apagado de las hermanas, representando la aceptación sumisa de su destino. No protagoniza grandes conflictos y parece resignarse sin cuestionar demasiado las normas impuestas por Bernarda. A diferencia de Magdalena, no expresa una queja abierta sobre su situación, pero tampoco posee la fuerza o el deseo de desafiar las reglas como Adela o Martirio. Su presencia sirve para reforzar la idea de un grupo de mujeres condenadas a la reclusión, algunas más combativas que otras.
Martirio es uno de los personajes más complejos. Su vida ha estado marcada por la frustración y el resentimiento desde que Bernarda le prohibió casarse con un hombre a quien ella amaba, por considerarlo de una clase social inferior. Esta pérdida la ha convertido en una persona amargada y llena de rencor, especialmente hacia su madre y sus hermanas. Al inicio, dice despreciar a los hombres: «Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo», pero cuando se enamora de Pepe el Romano, su pasión reprimida la transforma en un ser vil y envidioso. Se convierte en la principal rival de Adela y, movida por la envidia y la desesperación, llega a traicionarla, lo que la acerca a la figura de Bernarda en términos de crueldad.
Adela es la hija más joven y la única que se atreve a rebelarse abiertamente contra su madre y contra el destino impuesto. Es la más vitalista, la más apasionada y la única que desafía el orden establecido sin miedo a las consecuencias. Desde el inicio deja claro su rechazo a la opresión, diciendo: «Este luto me ha cogido en la peor época de mi vida para pasarlo». Su ansia de libertad se refleja en su deseo de decidir sobre su propio cuerpo y su futuro: «¡Yo hago con mi cuerpo lo que me parece! ¡Mi cuerpo será de quien yo quiera!». Al final, rompe simbólicamente el bastón de Bernarda, desafiando su autoridad, pero su rebeldía es trágica, ya que no puede vencer a la sociedad que la oprime. Creyendo que Pepe ha muerto, se ahorca, lo que convierte su acto de desafío en una tragedia inevitable.
La Poncia es un personaje clave en La casa de Bernarda Alba, representando la voz de la experiencia y el resentimiento. Como criada principal, mantiene una relación ambigua con Bernarda: aunque la obedece y depende de ella, la critica en privado y siente rencor por el trato humillante que recibe. A lo largo de la obra, actúa como consejera, observadora y un «coro trágico» que presagia el desenlace y advierte sobre las consecuencias de la represión extrema. Su lenguaje directo y su visión realista contrastan con la rígida moral de Bernarda. Con las hijas, especialmente con Adela, muestra cierta compasión, pero su lucidez no puede evitar la tragedia. Aunque desprecia a su señora, depende de ella.
María Josefa, la madre de Bernarda, es encerrada por su supuesta locura. Sin embargo, su discurso, aparentemente incoherente, refleja en realidad el deseo reprimido de libertad, matrimonio y maternidad que anhelan las hijas, convirtiéndose en una voz profética y simbólica dentro de la casa.
Pepe el Romano, aunque nunca aparece en escena, es el eje sobre el que gira gran parte de la trama y el catalizador de los conflictos. Representa el objeto de deseo masculino en un mundo femenino y opresivo, así como la hipocresía social de la época. Juega con los sentimientos de Adela y Martirio mientras busca casarse con Angustias por su dinero. Su figura ausente adquiere un tono casi mítico, descrito con frases como «Pepe el Romano es un gigante» o «respira como un león», encarnando la fuerza instintiva que falta en la casa.
Otros personajes menores refuerzan el ambiente opresivo y las dinámicas de poder: