Portada » Arte » Obras Maestras del Renacimiento: Miguel Ángel, Leonardo, Tintoretto y El Escorial
La Piedad del Vaticano, obra de Miguel Ángel, del siglo XV, del Cinquecento italiano, es una escultura en mármol de grandes dimensiones con un punto de vista preferentemente frontal. Fue encargada por un cardenal y representa a la Virgen María joven y bella, idealizada (influencia del neoplatonismo), lo que refuerza su virginidad y pureza. Su rostro irradia serenidad mientras sostiene el cuerpo de Cristo, quien aparenta una edad mayor a la de su madre. Se percibe una “terribilità” contenida antes de estallar en llanto. La composición es triangular, equilibrada y simétrica, transmitiendo una sensación de paz.
Un elemento clave es el contraste entre la desnudez de Cristo y los voluminosos pliegues del ropaje de la Virgen. El cuerpo de Jesús está ligeramente reducido en escala para armonizar con la composición general, logrando una postura en zigzag que enfatiza su liviandad y el peso sostenido por María. Destaca también su tratamiento lumínico: el mármol pulido del cuerpo de Cristo brilla en contraste con las sombras generadas por los pliegues de la vestimenta de la Virgen. Como muestra de orgullo, Miguel Ángel dejó su firma en la cinta que cae del hombro de María, siendo esta la única obra en la que lo hizo.
El David de Miguel Ángel, del siglo XV, del Cinquecento italiano, es una escultura monumental esculpida en un solo bloque de mármol de Carrara, con acabado pulido. Representa al joven David en el momento previo a enfrentarse a Goliat. Se aprecia la “terribilità” en su postura aparentemente estática, pero un leve giro de cabeza y la tensión de sus músculos transmiten un movimiento contenido. La escultura abandona el contrapposto clásico al representar brazos tensos y piernas separadas, aunque mantiene un tratamiento anatómico riguroso.
Su expresión denota superioridad moral y tensión en el rostro. El estilo clásico se observa en la minuciosa representación anatómica, el cabello esculpido a trépano y la fusión de la estética de los atletas de la Antigüedad con lo cristiano. A diferencia del David de Donatello, Miguel Ángel representa un héroe imponente y seguro. Bernini, en el Barroco, lo plasmaría en movimiento. Inicialmente, fue encargada para la catedral de Florencia, pero se convirtió en un símbolo de la República Florentina y se colocó en la Plaza de la Signoria, antes de ser trasladada en 1873 a su ubicación actual.
El Moisés, obra de Miguel Ángel, del siglo XV, del Cinquecento italiano, fue realizada en mármol de Carrara y tiene una altura de 2,30 metros. Se encuentra en la Iglesia de San Pietro in Vincoli, en Roma. Es representado en el momento de descender del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley y descubrir la traición de su pueblo con el becerro de oro. Su expresión de ira contenida, ceño fruncido, ojos hundidos y mirada furiosa, son características de la “terribilità” propia de Miguel Ángel.
La escultura es majestuosa y poderosa, con una musculatura influenciada por el Laocoonte. Se distingue también por los pliegues dinámicos de su túnica, que generan profundos claroscuros. Un detalle llamativo son los dos cuernos en su cabeza, que provienen de una errónea traducción del hebreo. En la pierna izquierda se observan indicios de la técnica del “non finito”, que Miguel Ángel desarrollaría en obras posteriores.
El Lavatorio de Tintoretto, del siglo XV, del Cinquecento italiano, es un óleo sobre lienzo de gran tamaño, representativo del Manierismo veneciano. Fue un encargo de la Iglesia de San Marcuola en Venecia.
El tema es el episodio bíblico de Cristo, en un gesto de humildad, lavando los pies a los apóstoles antes de la Última Cena. La obra se aleja de la composición clásica y ordenada, ubicando el punto de fuga en un arco de triunfo en la parte superior izquierda, en lugar del centro. Además, el tema principal (Cristo lavando los pies a San Pedro) está desplazado al extremo derecho, en un lugar secundario. Los personajes se agrupan de manera independiente y dispersa por la escena, perdiendo la unidad compositiva tradicional. La iluminación, con múltiples fuentes de luz, genera efectos contradictorios. Sin embargo, si el cuadro se observa desde la derecha, como se planteó en su emplazamiento original, la composición se reordena siguiendo una diagonal que parte de Cristo y se dirige hacia la mesa, eliminando espacios vacíos y dando coherencia a la escena.
La Gioconda, de Leonardo da Vinci, del siglo XV, del Cinquecento italiano, es un óleo sobre tabla de álamo de mediano tamaño, conservado en el Museo del Louvre. Fue encargada por un Médici, y se teoriza que la modelo pudo ser Lisa Gherardini, esposa del marqués del Giocondo (teoría aún debatida).
Este retrato renacentista sigue el esquema de tres cuartos y medio cuerpo, con la figura sentada en un sillón y los brazos apoyados, formando una composición piramidal característica de Leonardo. El fondo es un paisaje inspirado en los Alpes, con una atmósfera difusa lograda mediante la técnica del sfumato, que suaviza los contornos y crea una transición gradual entre luces y sombras. Sus ojos tienen una gran brillantez y la figura se modela con colores pálidos, rosados y grises. La obra destaca por el detallado de las manos y, sobre todo, por su enigmática sonrisa, que parece cambiar de expresión dependiendo del ángulo, dándole una “vida propia”. Leonardo nunca se separó de la pintura, lo que sugiere que trabajó en ella durante muchos años en su búsqueda de perfección. El cuadro fue robado en el siglo XX y recuperado en Italia años después. Hoy se exhibe en el Louvre.
El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, obra de Juan de Herrera, del siglo XVI, de estilo herreriano y Renacimiento, fue construido entre 1563 y 1584 bajo el encargo de Felipe II, en honor a la Batalla de San Quintín.
El edificio tiene una planta rectangular con una estructura que evoca una parrilla (en alusión a San Lorenzo). Su composición combina un palacio, un monasterio, una basílica y un panteón. El Patio de los Evangelistas, una de sus áreas más destacadas, exhibe la influencia manierista con una fuente central inspirada en Bramante. La iglesia, situada en el centro del complejo, presenta una planta de cruz griega en un cuadrado, con una gran cúpula. En su interior, se encuentra el Panteón Real.
El exterior del Escorial es sobrio y monumental, con muros de granito desnudos y techos de pizarra con chapiteles. La fachada principal, aunque más decorada que el resto del edificio, sigue una rigurosa geometría con columnas dóricas y un frontón triangular coronado por la imagen de San Lorenzo. En su conjunto, El Escorial encarna la solemnidad del reinado de Felipe II, combinando funcionalidad y simbolismo religioso en una obra que marcaría el desarrollo de la arquitectura española posterior.