Portada » Historia » Nacimiento de Naciones: Unificaciones de Italia y Alemania, y la Cuestión Balcánica en el Siglo XIX
A principios del siglo XIX, la península itálica estaba dividida en varios Estados:
Durante el proceso de unificación, influyeron diversos factores clave:
La unificación se llevó a cabo mediante una combinación de acción militar y diplomática, dirigida por el Reino de Piamonte-Cerdeña, una monarquía cuyo rey era Víctor Manuel II. Sus principales impulsores fueron el conde de Cavour, primer ministro de Piamonte-Cerdeña; el militar y político Giuseppe Garibaldi; y el liberal y nacionalista Giuseppe Mazzini.
El proceso fue iniciado en 1859, cuando el conde de Cavour se alió con Napoleón III para luchar contra el Imperio Austriaco y conquistar la Lombardía. A cambio de esta ayuda, Niza y Saboya fueron entregados a Francia. Poco después, los ducados de Parma, Módena y Toscana se unieron a Piamonte. Se incorporaron algunos territorios de los Estados Pontificios (Romaña y Umbría). Garibaldi y sus Camisas Rojas expulsaron a los Borbones y conquistaron el Reino de las Dos Sicilias, que fue anexionado a Piamonte-Cerdeña.
El nuevo Estado nació con significativos desequilibrios: el norte de Italia era rico e industrializado, mientras que el sur permanecía pobre y agrícola.
En 1815, tras el Congreso de Viena y la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico, se creó la Confederación Germánica, que unía a 39 Estados alemanes bajo la influencia austriaca.
En el proceso de unificación alemana influyeron diversos factores clave:
Al igual que en el caso italiano, el proceso de unificación alemana se llevó a cabo tanto por la vía militar como por la diplomática, y fue impulsado por el Estado más próspero económica y militarmente: Prusia. El principal artífice de este proceso fue el canciller prusiano Otto von Bismarck. Con el apoyo de la nobleza terrateniente (Junkers) y la burguesía industrial, Bismarck buscaba convertir a Alemania en una gran potencia europea.
La unificación alemana se desarrolló entre 1862 y 1871, y estuvo marcada por tres fases asociadas a conflictos bélicos:
Prusia se alió con Austria para luchar contra Dinamarca y conquistaron los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg, que pasaron a formar parte de la Confederación Germánica.
La falta de acuerdo entre Prusia y Austria por los territorios causó una guerra entre ellos. La victoria prusiana supuso la disolución de la Confederación Germánica y la creación de la Confederación Alemana del Norte (excluyendo a Austria). Los territorios de la Confederación del Norte quedaron bajo el poder de Guillermo I de Prusia.
Esta guerra, percibida como nacional contra Francia, resultó en la derrota francesa y sirvió de estímulo para la unión de los territorios del sur de Alemania. Se firmaron tratados de paz en Fráncfort y Versalles, y se pactó la entrega de los territorios de Alsacia y Lorena al nuevo Imperio Alemán.
Se proclamó a Guillermo I de Prusia como Káiser (emperador) y se estableció el Segundo Imperio Alemán (II Reich). El Segundo Imperio Alemán se formó por 26 Estados federales que, aunque mantenían cierta autonomía, estaban bajo la hegemonía de Prusia. El nuevo Estado fue dirigido por Bismarck, quien implementó una política basada en el nacionalismo conservador y un poder autoritario.
A mediados del siglo XIX, la península balcánica permanecía bajo el control del Imperio Otomano. En esta región, una compleja mezcla de naciones y culturas comenzó a reclamar su independencia. Paralelamente, los Imperios Austriaco y Ruso competían por imponer su hegemonía en la zona, lo que exacerbaba las tensiones.
En la segunda mitad del siglo, el Imperio Otomano perdió progresivamente muchos de estos territorios. Rumanía, Serbia y Montenegro alcanzaron su independencia en 1878. Ese mismo año, Bosnia-Herzegovina fue ocupada por el Imperio Austro-Húngaro, y Bulgaria se convirtió en un principado autónomo. Finalmente, Albania se declaró independiente en 1912.
En la mayoría de estos nuevos Estados se implantaron monarquías autoritarias y surgieron nuevas oligarquías. El difícil equilibrio en esta zona, conocido como la Cuestión de Oriente, provocó que las tensiones territoriales y políticas se prolongaran y fueran un factor clave hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.