Portada » Religión » La Revelación Divina: Cómo Dios se Comunica con la Humanidad
La palabra revelar procede del latín revelare, que significa ‘quitar el velo’. Esta comunicación de Dios no ha sido instantánea, sino un proceso histórico: el mensaje divino se ha ido completando poco a poco. Dios fue preparando gradualmente al ser humano para que pudiera acoger esta revelación.
La revelación sobrenatural es la manifestación progresiva que Dios hace de algunas verdades que el ser humano no habría podido conocer o que habría conocido con dificultad.
Dios no pretende que el ser humano conozca unas verdades simplemente teóricas, sino unas verdades que le permitan entablar una amistad profunda con Él. Estos signos y palabras están estrechamente ligados entre sí: las obras que Dios realiza confirman la verdad de Dios, y las palabras proclaman las obras y explican su misterio.
Ya en el principio, Dios se manifestó a Adán y Eva, y los invitó a una íntima comunión con Él. Después del pecado original, Dios les prometió que enviaría un Salvador. Tiempo después, esta relación con Noé se convirtió en una alianza que alcanzó a todos los seres vivientes.
Esta historia de salvación continúa con el patriarca Abraham y sus descendientes. De él formará un pueblo destinado a preparar la reunión de todos los hijos de Dios en la Iglesia. Dios salvó a su pueblo, Israel, de la esclavitud de Egipto y estableció con él la alianza del Sinaí.
Enseñó a su pueblo que Él era el único Dios, fiel y compasivo, y otras verdades. Y lo instruyó sobre el modo de darle culto y sobre los principios básicos del comportamiento humano. Esta ley se resumía en el Decálogo que Dios entregó a Moisés.
Dios envió a los profetas para que el pueblo no olvidase la promesa de una salvación que abrazaría a todas las naciones en una alianza nueva y eterna, que sería grabada en los corazones. De Israel nacería el Mesías: Jesús.
El deseo de Dios es que todo aquello que reveló se conserve y llegue íntegro a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Jesús mandó a los Apóstoles a predicar por todo el mundo las verdades que les había enseñado y a comunicar su fuerza salvadora. Obedeciendo el mandato del Señor, estos transmitieron el Evangelio de dos maneras: oralmente, mediante su ejemplo, su predicación, su culto y sus instituciones; o por escrito, lo cual ellos y otros discípulos llevaron a cabo inspirados por el Espíritu Santo. Pero este tesoro de salvación debía perdurar hasta el fin de los tiempos. Por eso, los Apóstoles nombraron sucesores, los obispos, quienes han continuado la transmisión fiel e íntegra de la revelación, con la ayuda del Espíritu Santo.
En consecuencia, la Iglesia transmite la verdad de la fe de dos modos:
Las dos están íntimamente unidas y compenetradas, es decir, tienen su origen en Dios y hacen presente a Cristo en la Iglesia.
Por lo tanto, la misión de transmitir e interpretar correctamente en cada época la enseñanza de Jesucristo corresponde solo al Magisterio de la Iglesia (el Papa y los demás obispos en comunión con él).
Los libros que componen la Biblia fueron escritos por autores humanos, los hagiógrafos. Dios no anuló su voluntad: cada autor escribió según su estilo, su personalidad, la cultura de su tiempo, etc. Pero el Espíritu Santo utilizó todo esto para transmitir lo que Él quería.
Los libros que componen la Biblia tienen una íntima unidad, a pesar de la diversidad que presentan. No hay contradicciones entre ellos.
Los libros enseñan la verdad que Dios quiso revelar. Ahora bien, la Biblia no pretende ser un libro de historia o de ciencia tal y como estos saberes se entienden actualmente. Su finalidad es única y exclusivamente religiosa.
El Antiguo y el Nuevo Testamento no se pueden separar. Dios es el autor que inspira todos sus libros, de tal manera que en el Antiguo se esconde el Nuevo, y el Nuevo explica e ilumina el Antiguo. Para comprender a Jesús, es necesario conocer también la historia y la fe de su pueblo. Por eso los cristianos leen el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo.
Para una correcta interpretación, es crucial atender a la intención de los hagiógrafos y leerla con el mismo Espíritu que la inspiró. Dios habla a los hombres de manera que estos le entiendan. Por eso, para hacer una correcta interpretación de la Biblia es necesario atender a lo que los autores humanos quisieron decir y cómo lo dijeron. Para leerla e interpretarla con este Espíritu, la Iglesia señala tres criterios:
La cruz está presente en todas las iglesias y en los hogares cristianos. A continuación, algunos ejemplos de su importancia:
Cuando contemples a Jesús crucificado:
