Portada » Griego » La Poesía Lírica en Roma: Orígenes, Catulo y Horacio
Se llama poesía lírica a las composiciones poéticas que en sus orígenes, en Grecia, se cantaban con el acompañamiento de una lira (que da nombre al género) o de otro instrumento musical; es decir, es una poesía cantada. Tiene como características principales su carácter personal, ya que el poeta expresa en ella sus sentimientos (amor, odio, amistad, enemistad…) y la utilización de gran variedad de metros (polimetría) para potenciar su musicalidad.
El cultivo de la lírica en Roma es tardío: no aparece hasta la última etapa de la República, en la que al ambiente de crisis política provocado por las sucesivas guerras civiles se suma una crisis de valores que incita al abandono de la tradicional y patriótica épica para buscar refugio en la personal lírica.
En esta época surgen los que podrían ser considerados como los primeros poetas líricos: el círculo de Lutacio Cátulo. De ellos conservamos pocos fragmentos, pero sabemos que su poesía era de tema erótico y tenía una gran variedad de metros.
En el siglo I a.C. florece en Roma una corriente a la que Cicerón denomina de los poetas nuevos o neotéricos (poetae novi). Se caracterizan estos por su inclinación hacia la poesía griega, particularmente la alejandrina, la cual, en poemas breves y muy cuidados, buscaba la belleza a través de la perfección formal, utilizando una gran variedad de recursos estilísticos y métricos. Los neotéricos alardean también de su condición de poetae docti, a la que dan rienda suelta mediante el cultivo del subgénero épico del epilion, composiciones cultas de extensión media y temática mitológica.
El más brillante de los neotéricos, y el único del que se conserva una colección completa de poesías, es Cayo Valerio Catulo, joven veronés asentado en Roma, donde se codea con la alta sociedad y mantiene una tormentosa relación con la aristócrata Clodia, quien bajo el pseudónimo de Lesbia inspira buena parte de su poesía. Su obra incluye composiciones breves de temática personal en metros variados, y algunos epilios.
Mutatis mutandis, es una figura análoga a los grandes poetas románticos del s. XIX.
Aunque también cultiva con brillantez otros géneros (sátira, poesía didáctica y epistolografía), Horacio destaca sobre todo como poeta lírico, gracias a sus Épodos, su Carmen Saeculare y, especialmente, sus Odas o Carmina (cantos).
Son 17 poemas cortos, de tono agresivo y/o sarcástico, inspirados por el poeta griego Arquíloco. Tocan temas diversos: ataques a personajes públicos, enemigos personales o mujeres perversas, su amistad con Mecenas…
Son composiciones líricas agrupadas en cuatro libros, en las que Horacio fue muy exigente en su búsqueda de la perfección formal. Consciente de que constituyen su obra cumbre, afirma que serán más duraderas que el bronce. Utiliza metros griegos y estrofas eólicas. Se inspira en Alceo, Safo y Anacreonte.
Aunque la temática de las Odas es muy variada, en los tres primeros libros destaca, en relación directa con las doctrinas estoicas y epicúreas, el programa de regeneración moral y religiosa de Augusto, que se concreta en el tratamiento de los siguientes temas:
En el cuarto libro de las Odas, un Horacio ya próximo a la vejez es más personal e íntimo, obsesionado con la cercanía de la muerte, que le induce a buscar la inmortalidad a través de la poesía.
Por último, dentro de su producción lírica destaca también el Carmen Saeculare, compuesto por encargo de Augusto para los Juegos Seculares del 17 a. C. Es un himno a los dioses, especialmente a Apolo y Diana, en el que se les pide protección para Roma.
En cuanto al estilo, Horacio comparte con Virgilio la condición de “clásico”. Características de su estilo son el equilibrio, la perfecta concordancia entre el pensamiento y la expresión, y el sentido de la perfección.
Horacio plasma las líneas estilísticas maestras de su lírica en su Epistula ad Pisones, verdadero tratado de preceptiva literaria donde hace hincapié en los siguientes preceptos: