Portada » Filosofía » La Influencia de Vitoria, Lutero y Calvino en el Derecho Natural y la Moralidad
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Vitoria defiende un intelectualismo moderado: las cosas son buenas o malas en sí mismas porque responden a un orden racional, pero ese orden existe porque hay un Dios legislador que ha querido establecerlo. Por eso, la ley natural es simultáneamente ley (porque procede de un legislador) y natural (porque está inscrita en la esencia humana y puede ser conocida por la razón). Esta ley obliga a todos, incluso a quienes no conocen a Dios. Vitoria tiene un concepto elevado de la naturaleza humana, común a todos los hombres y fundamento de sus derechos naturales (como la libertad, la educación o la dignidad), que nunca se pierden ni por el pecado original ni por fallos personales. Con este fundamento, afirma que los pueblos de América son tan hombres como los europeos, con los mismos derechos. Es considerado padre del Derecho Internacional, porque transforma el antiguo ius gentium en un derecho que regula las relaciones entre Estados. Este derecho se basa en la sociabilidad natural y reconoce derechos como la comunicación, el comercio o el tránsito. Además, defiende la soberanía popular: el poder político viene del pueblo y el gobernante es solo un administrador del bien común, cuya autoridad se puede revocar si no cumple.
Vázquez es un intelectualista objetivista radical: cree que la razón puede conocer la esencia de las cosas y que el bien y el mal existen objetivamente, independientemente de Dios. Para él, la ley natural no es preceptiva, sino indicativa: expresa el orden racional de la naturaleza, pero no es un auténtico mandato jurídico porque le faltan las notas propias de una ley. La regla moral es la misma naturaleza racional del ser humano. Las cosas son buenas o malas por su propia esencia, y la moral existe antes y al margen del juicio humano. Con esta idea, Vázquez abre el camino hacia un derecho natural sin necesidad de recurrir a Dios, basado exclusivamente en la racionalidad inherente a la naturaleza humana.
Lutero parte de una profunda angustia personal y una mala conciencia, que le hace buscar desesperadamente la salvación. Esto influye en toda su teología. Conoce el voluntarismo de Ockham y lo radicaliza: Dios es absolutamente omnipotente y su voluntad no tiene límites. Dios quiere salvarle, y eso basta para confiar en la salvación. Su visión del hombre es extremadamente pesimista. Para Lutero, la naturaleza humana está totalmente corrompida por el pecado: la razón es ignorante, la voluntad es mala, y el hombre no puede hacer obras meritorias por sí mismo. La salvación solo puede venir de Cristo. Por eso, distingue dos reinos radicalmente separados: uno natural y temporal, donde actuamos movidos por nuestros instintos corrompidos; y otro sobrenatural, que pertenece exclusivamente a la fe. Por este motivo, para Lutero, la fe es un asunto privado: el cristiano puede ser príncipe, juez o campesino, pero esas funciones pertenecen al orden natural, no al espiritual. Niega el valor del derecho canónico, pues lo ve como una creación humana que confunde la conciencia. Para él, los fieles no necesitan derecho: se salvan por la fe y viven según la ley evangélica. En cambio, los infieles sí necesitan derecho y coacción, porque están dominados por el mal. El derecho —creado por el Estado— tiene únicamente fines temporales: paz y orden, y se sostiene por la fuerza (“espada”), que considera un instrumento de Dios. Políticamente, es absolutista: el príncipe ha sido designado por Dios y queda por encima de la ley, pudiendo legislar como quiera. Dios respalda su autoridad. Las consecuencias del luteranismo son profundas: rompe con la tradición del derecho natural, introduce la idea de una naturaleza radicalmente corrompida y genera una fuerte desconfianza en la razón, dando prioridad total a la fe.
Calvino asume casi todo lo esencial de Lutero, pero añade algunos matices que serán decisivos en el futuro. En primer lugar, introduce la idea de los “destellos de razón”: aunque el pecado ha dañado nuestra naturaleza, la razón conserva pequeñas luces que permiten intuir cómo debe vivirse. Así intenta corregir el rechazo radical de Lutero a la razón. Además, afirma que el hombre posee “semillas de orden político”: una inclinación natural a la vida social y a obedecer las leyes, imprescindible para la convivencia. La naturaleza social del ser humano sigue presente pese al pecado. Para Calvino, la ley natural es un sentimiento interior: un juicio de conciencia que cada persona experimenta como un “sentir” lo que debe hacer. Pero este sentimiento es vago y subjetivo, no un conocimiento seguro. Los reformistas, en general, conciben el derecho natural como una ley divino-positiva, dirigida especialmente a los infieles. La Biblia debe interpretarse literalmente, y cada persona debe extraer por sí misma lo que Dios quiere de ella, lo que hace que la ley natural adquiera un carácter profundamente individual. Este derecho, entendido directamente a partir de la Escritura, es el derecho que se aplica a quienes no viven por la fe.
