Portada » Lengua y literatura » La Búsqueda de la Identidad Humana: Realización Personal, Sentimientos y el Diálogo entre el Ser Subjetivo y Objetivo
La vida es una búsqueda de un final significativo. No podemos decidir encontrarlo o no, ni decidir ser felices. Como dice Píndaro: “Hombre, sé el que debes llegar a ser”. Lo que está en tu interior. La dignidad humana consiste en encontrar su fin; el que no lo encuentra no es feliz.
La pregunta fundamental es: ¿Quién soy? La identidad se divide en objetiva y subjetiva. El cambio de ambiente o el contexto hace que dudemos de nuestra identidad, lo que produce una crisis. En ese momento, empezamos a forjar una identidad y a calcular (¿voy de chulo, de duro, de fuerte, de gracioso…?), buscando cambiar la imagen.
Nadie es idéntico a nadie; eres idéntico a ti mismo, tú eres tu identidad. Sin embargo, el hombre nunca se siente idéntico, siempre está desdoblado. La identidad subjetiva es el “Yo soy yo”. Cuando intentamos recordar los buenos momentos de nuestra vida, lo que intentamos es retener la alegría. La vida es pasajera, y las cosas pasan; si intentas retenerlo, sufres. El que lleva su identidad subjetiva hasta el final sufre porque no puede retener aquello que lleva dentro. Además, pierde protagonismo, porque lo que hace es lo que le sale, y eso no lo entienden los demás, solo él.
Es la imagen que tienen de mí, es el papel que me ha tocado. La reflexión consiste en salirse de uno mismo para ver cómo nos ven. Cuando vemos la identidad objetiva decimos: ‘esta es mi historia, así es como me ven’. Uno se integra en un grupo para ser reconocido como algo (modas). La marginación hace que la persona acabe siendo como le ven (si le ven como un ladrón, al final se vuelve ladrón).
Para entendernos a nosotros mismos, para tener una autoestima (sentirnos alguien, tener un peso), es necesario sentirnos reconocidos e integrados; y para eso tenemos que reconocer la imagen que tienen los demás de mí, es decir, la identidad objetiva. La I.O. tiene más entidad y da más seguridad.
Llevar a cabo la I.O. consiste en cumplir el papel que tenemos en esta vida. Cuando no se está a gusto con él, nos sentimos alienados. Si el papel que nos marca la I.O. no nos gusta y no lo cumplimos, se produce la esquizofrenia: al no sentirnos identificados con los papeles, estos se contraponen, y cada vez tengo un papel distinto, actuando de diferente manera en diferentes situaciones, por lo que no soy coherente.
Pero lo importante es: ¿tú quién eres? Llevar a cabo la I.O. hasta el final produce la pérdida de identidad en grupos; me reconocerán en un grupo, pero no en todos, y no haré el papel que en realidad me gusta. La I.O. no siempre es lo que queremos, no nos sentimos identificados, por eso no se puede vivir siempre con la I.O., porque seríamos infelices toda la vida.
La película plantea un lugar con unos límites (la academia) y unas personas relacionadas entre sí. Todos los hijos son lo mismo que sus padres; ya tienen escritos sus papeles y solo deben seguirlos, lo tienen solucionado, pues sus padres han trabajado para ellos. La identidad objetiva es la profesión que cada uno tiene asignada por sus padres, es el papel que les ha tocado vivir (unos chicos en una academia para hacer una carrera específica).
El profesor Keating plantea ejercicios para enseñarles a pensar por ellos mismos. Cada uno tiene una forma de ser y de actuar, y deben sacar eso fuera; cada uno tiene una perspectiva, una identidad subjetiva que lleva dentro. Ellos descubren el Club de los Poetas Muertos y allí sacan lo suyo, cada uno hace lo que quiere, lo que le sale, lo que lleva dentro; allí está la identidad subjetiva. Quieren distinguirse (“llamadme Nuwanda”), es un grupo donde son reconocidos.
Se produce una rebelión del Club (la llamada telefónica diciendo que quieren chicas en la academia), y Keating les regaña, porque no es cuestión de rebeldía (solo I.S.), sino de que esa identidad subjetiva vaya unida a la objetiva. “Está bien que seáis médicos, abogados, etc… (I.O.), pero la poesía nos hace más humanos (I.S.).”
En una ocasión, los padres le regalan a Todd un juego de escritorio. Otro chico le pregunta: “¿No estás cansado de que te regalen todos los años el mismo juego de escritorio?”. Todd coge el juego de escritorio y lo tira por el puente. El juego de escritorio representa la identidad objetiva, el papel que sus padres le han asignado. Por el automatismo, la gente realiza gestos para que le respeten (Todd tira el juego de escritorio) en los que se expresa la identidad subjetiva. Pero no se realiza su identidad, porque en ese momento Todd no une la identidad objetiva con la subjetiva, sino que ante la identidad objetiva va a responder con la subjetiva.
De la I.S. se crea uno su propio lenguaje, el lenguaje que lleva dentro, lo que uno siente. Así se produce la incomunicación. ¿Qué aportan a los demás aquellos que solo hacen lo que les sale de dentro?
El pianista debe hacer suya la partitura. Puede tocar la partitura que le pongan (I.O.) o puede tocar lo que le salga de él (I.S.), pero en este caso la gente no le va a entender, porque toca cosas que siente solamente el pianista, no la gente. El pianista debe tocar lo que le salga a través de la partitura.
Para realizarme tiene que haber un diálogo entre el papel que me ha tocado (I.O.) y mi identidad subjetiva, lo que siento:
A través de la vida buscamos nuestro estilo personal. El estilo personal solo se encuentra si hay una sinceridad expresiva (sinceros con nuestro papel y con lo que sentimos). Cuando una persona aparenta, está cogiendo un papel que no es el suyo, es una máscara que no es expresiva, una identidad objetiva que no le pertenece.
Lo más expresivo del ser humano es el rostro, el yo, la intimidad. Pero hay miedo a que al mostrar el rostro, seamos rechazados. El miedo a ser rechazado hace que se pierda la sinceridad expresiva, hace que cojamos un papel que no nos pertenece y que actuemos como en realidad no somos. Lo importante es mi vida, lo que me pasa, mi verso. Cada uno tiene que ver su verdad personal (qué siente y qué papel le toca) para introducir un verso, su verso.
Neil es un chico obligado a estudiar medicina por su padre, pero en realidad quiere dedicarse al teatro. Tiene miedo a enfrentarse a su padre, a la vida, a decirle que quiere hacer teatro. Ese miedo que tiene a su papel, a la identidad objetiva, hace que se dispare en la cabeza; quiere salir del papel que le ha tocado. Y por eso ya no es aceptado por los demás (no aceptan que se suicide).
Knox (Nuwanda) lleva a cabo la identidad subjetiva sin la objetiva, por lo que es expulsado (representa la identidad subjetiva al máximo).
Todd es el que acierta, está en clase y se levanta del asiento cuando Keating sale por la clase, porque es el que les ha descubierto la identidad subjetiva de cada uno, da un cauce de reconocimiento y hace que los demás le sigan. Los demás también han unido la identidad subjetiva (lo que sienten en su interior) con la identidad objetiva (lo que les ha tocado vivir).
En el estilo personal es importante la sinceridad expresiva, la autenticidad. Neil es apasionado (no acepta la derrota ni la identidad objetiva y se suicida). Todd es la mezcla de IO e IS, porque tiene prudencia. Hay que apasionarse (I.S.), pero con prudencia. La prudencia une la identidad subjetiva con la identidad objetiva.
El hombre es el protagonista, que se realiza en la historia, y la historia revela al protagonista. A la hora de entender “qué me pasa” utilizamos una comprensión narrativa: pensamos en nosotros mismos o en los demás, vemos una historia o película que interpretamos y decimos “eso me pasa a mí”, por eso nos gusta. El miedo a la desesperación o la amistad solo se siente cuando vemos una historia y nos sentimos identificados con el protagonista. (Titanic hará llorar a la gente que en ese momento esté en época de enamoramiento, y no a un niño de 13 años). Existen tipos de miedos, lo mismo que tipos de amistad.
¿Lo importante es mi vida? El fundamento de esta pregunta (Carpe Diem) es la afirmación “pon tu verso”. En la adolescencia el niño despierta. En la preadolescencia vive para afuera, hace lo que le sale; es un niño, y depende de sus padres sin juicio sobre ellos. Los amigos son los que le han puesto (en el barrio, en el colegio…), no los elige él. En cambio, en la adolescencia, el joven descubre otro mundo que no solo es el exterior, sino también el interior (intimidad), los sentimientos. Es un despertar con incertidumbres, no sabe qué es lo que le pasa, y nota que nadie le entiende. Pasa por incertidumbres, alegrías, angustias, soledad… Es un momento de inseguridad.
Se pregunta si es verdad lo que le dicen sus padres. Intenta buscar puntos firmes en qué apoyarse, y como duda de lo exterior, comienza a criticar, hace muchos juicios humanos y se da explicaciones, para salir de esa inseguridad. El adolescente hace cuatro grandes descubrimientos:
Descubre qué es la interiorización. No acepta las cosas de fuera sin más. Ej.: su habitación la llena de elementos con los que se siente reconocido, él es el que decora. El mundo interior está lleno de promesas. Busca sentir más cosas y le gustan, para sentirse más vivo. También descubre que ese mundo le puede herir… el corazón, y ve una vida cargada, no solo de promesas, sino también de amenazas. Le parece entonces un mundo contradictorio (los sentimientos son contradictorios). Quiere aclararse, quiere explicaciones. El adolescente tiene la intención de no ser relativo sino absoluto. Le molesta que le etiqueten, que le digan lo que le pasa (“son cosas de los adolescentes”, “a ellos no hay quien los entienda”). Se siente innombrable, no le gusta eso. No sabe tampoco quién es, por tanto se siente incomunicable e intenta desahogarse… escribiendo, leyendo poesía, viendo películas, bailando, cantando, tocando el piano… cauces de expresión. A veces se encierra en su mundo, se aísla, se intenta explicar a sí mismo.
Descubre que él puede contarle sus cosas a alguien o disimular. Descubre el compañerismo (hay personas que me acompañan en lo que me pasa). Este es el comienzo de la amistad de los adolescentes (¿un club?, el de los poetas muertos) en el que descubre la comunicación, y por eso se aíslan, y pasan momentos de euforia juntos (correr por el prado lloviendo, ir a hablar, hacer locuras, tocar el piano con un saxo…). Se acaba el primer mundo interior, y se comunica, pero… llega cierto punto en el que le pueden fallar los amigos (dolor de corazón). Para afirmar lo absoluto de la personalidad necesita una persona que no le falle (amor irrepetible).
Esa relatividad de los amigos se supera con lo que él cree que es absoluto y se siente que existe. Pero tiene un problema, y es que la persona del otro puede cambiar.
El adolescente necesita comunicación íntima, una persona que le escuche, alguien absoluto, una persona que no cambie. El dios de los adolescentes. El videoclip Losing My Religion ilustra esto: El adolescente apunta alto, tiene alas, y cree en muchas cosas (amor, amistad…) pero en el momento en el que sufre el desengaño, una caída, muestra una actitud pasota (este mundo me hace sufrir). Ese es un movimiento de defensa (no se cree el amor absoluto). Ese mundo superior que creía se convierte en un mundo raro, hostil, melancólico. Algunos intentan ayudarle, pero solo le “hurgan en las heridas”. Cree en un mundo interior, en el amor, y le gustaría un Dios íntimo:
El episodio de las Bodas de Caná: Jesucristo cambia de opinión, no había llegado su hora y su Madre le dice a los sirvientes que hagan lo que Él diga, y Jesucristo cambia sus planes. No estaba previsto que hiciera el milagro, pero cambia los planes, y no es por ello un milagro menos serio, ni peor, sino que hace un buen vino.
Se produce un bloqueo del mundo interior (no quiero pensar nada), y se vuelve hacia fuera, a vivir para afuera (vuelve a la “infancia”, juegos típicos ¿correr por la lluvia?). Vuelve atrás. Entonces es cuando solo se va a dejar llevar por lo que siente y le viene, como cuando era niño. A veces se queda estancado en la adolescencia, porque no ha respondido a sus preguntas, y solo va a hacer lo que le viene en gana. Es dejarse llevar por los sentimientos, los cuales están en diferentes sitios cada vez, por tanto, el que se deja llevar por los sentimientos se puede volver “chalado perdido”.
Estamos rodeados de limitaciones (falta de libertad). El hombre piensa que es libre, pero está determinado, determinado por los impulsos, por los sentimientos. El hombre no tiene instintos, sino tendencias. Puede distanciarse de esos impulsos (eso es libertad, poder decir NO, poder dominar el cuerpo y el corazón, y no estar determinado por lo que nos dicta). El hombre puede superarse, puede empezar de nuevo, tiene oportunidades para decir NO. ¡Lucha, puedes superarte!
Cuando dice que NO a esos impulsos, se supera, llega más lejos. ¡No te reserves fuerzas para volver! No pienses en lo que dejas atrás al rechazar el impulso. Sé resistente ante los problemas (amistad que te olvida, el novio que te deja, la enfermedad que te consume, la cabeza que te consume también) porque si tienes fuerza, te superas, y superas los problemas. El que es libre puede rechazar lo que siente (sus impulsos).
La afirmación “La razón es lo profundo, lo permanente, lo objetivo, lo verdadero; y opuesto a todo eso están los sentimientos, que son lo superficial, lo efímero, lo subjetivo, lo caprichoso” es falsa. En los sentimientos es donde está el núcleo de la personalidad.
Saber qué es lo que siento es uno de los grandes misterios del ser humano. Estudiaremos la experiencia vital: una realidad afecta a mi intimidad (por eso hablamos de afectos). Por ejemplo: conozco a una persona, y esa persona me produce una reacción en mis sentimientos, afecta a mi intimidad, porque los sentimientos son mi intimidad. Esa realidad tiene un significado y me produce una reacción afectiva → sentimiento (es la afección, lo que me ha afectado y la reacción que tengo).
Cuando percibimos una realidad nos damos cuenta de quién y qué es. Puedo estar de su parte o en contra. Al conocer a alguien puede caerme bien o mal, según cómo sea yo, según yo. Esa persona me parece tal porque significa tal para mí. Por eso, cuando conozco a alguien, me dice quién soy yo. Cuando conocemos a alguien nos conocemos más, porque al hacerlo voy descubriéndome a mí por lo que despierta en mí, descubro quién es esa realidad en mis sentimientos, por lo que ha despertado en mí, y descubro qué me dice, en mis sentimientos, que son la fuente de conocimiento de la realidad, y de mí.
Nos conocemos y conocemos a los demás por lo que despiertan en nuestros sentimientos.
Ejemplo: Juan conoce a un chico y le parece un pesado, tiene ganas de pegarle cada vez que se le presenta delante. El pesado le despierta un sentimiento de odio, y Juan sabe que le puede pegar si el pesado se pone inaguantable. Juan se conoce, sabe de lo que es capaz, porque ha conocido al otro chico y porque ese chico le ha despertado un sentimiento (de odio). También conoce al chico pesado, porque le ha despertado un sentimiento que le dice: “es un pesado”. El que no se deja sentir no sabe nada de nadie ni de sí mismo.
“Los sentimientos son la percepción significativa y manifestación subjetiva de las cualidades específicas de las realidades”. Son reales. Conocemos a alguien por lo que despierta en nosotros. Nos conocemos más cuanto más descubrimos lo que despiertan las realidades en nosotros. Los sentimientos tienen carácter despertador y es una característica que está fuera de control. No se puede dejar de sentir algo cuando uno quiera. Uno se identifica mucho más con sus sentimientos, tanto al principio como al final de esa afección, no la decides tú (no decides cuándo dejar de querer a alguien ni cuándo enamorarte). A veces juzgamos más a la gente por sus sentimientos que por sus ideas. A la hora de valorar nos parecen más profundos sus sentimientos. Convicción: uno está más convencido de algo cuando lo conoce él mismo, cuando tiene la experiencia, le parecen más verdaderos los sentimientos que él experimenta. Los sentimientos nos indican hasta qué punto conocemos la verdad.
El sentimiento no es la tendencia (el instinto). La tendencia ayuda al sentimiento. Ejemplo: cuando una chica se siente atraída por un chico, esa atracción ayuda a enamorarse, pero no se enamora porque le atraiga (es habitual que hoy en día cuando a alguien le gusta una persona, diga que está enamorado/a).
El instinto y la tendencia aportan algo genérico; el sentimiento, en cambio, algo específico. Es decir, ante la belleza de una persona, la tendencia es de querer besarla, pero no hay sentimiento, ya que si hubiese otra persona más bella, la tendencia sería hacia esa persona más bella. Que aporten los instintos y las tendencias algo genérico, significa que da igual quién, lo que se quiere es el qué. Cuando pasamos al sentimiento (que puede estar ayudado por el instinto) solo queremos una realidad específica, una persona en concreto, solo a ella y hacia ella, aunque venga otra persona mejor y el instinto nos marque esa persona mejor. Los sentimientos no se pueden confundir con los instintos, no nos da igual con qué satisfacernos.
Sensaciones fisiológicas = instinto y tendencias. Cuando nos damos cuenta de que sentimos algo, es por un conjunto de sensaciones físicas que afectan, “algo estoy sintiendo” (Ej: cada vez que la veo o la oigo me da un vuelco el corazón, o estoy más alegre, se me aflojan las piernas…) es fisiológico, son sentimientos que se manifiestan de forma fisiológica. Lo cual no quiere decir que las sensaciones fisiológicas sean los sentimientos. Esas sensaciones fisiológicas se pasan, son circunstanciales, pero los sentimientos perduran aunque se ponen de manifiesto en ciertos momentos. El número de sensaciones fisiológicas es limitado, el de sentimientos es infinito, cada uno es distinto. El lenguaje expresivo (sensaciones) es muy poco para enterarme de lo que siento, por eso a veces no nos aclaramos. Cuando no hay sentimiento y sí sensaciones, está claro (me duele el dedo, no hay sentimiento, solo dolor, sensación fisiológica). Pero no sabemos lo que nos pasa cuando está el sentimiento y la sensación a la vez. (Ej: Uno siente un agujero en el estómago cuando tiene hambre, un examen, cuando se enamora…), son los nervios. Por eso el ser humano es tan divertido, porque no sabe lo que le pasa. Por eso tiende a contar cosas, o a darle vueltas al tema.
Las sensaciones fisiológicas están determinadas por:
Todas estas sensaciones fisiológicas aportan algo genérico, por tanto hacen que me dé igual la realidad, solo quiero la sensación que despierta esa realidad en mí. Hay muchas realidades que despiertan en mí esa sensación, y tiendo (tendencia, instinto) a querer esas sensaciones, tiendo a querer sentirlas, entonces dirijo el sentimiento hacia esa realidad porque despierta en mí una sensación. Pero en cuanto esa realidad no despierte esa sensación, o yo me acostumbre, o quiera sensaciones nuevas, buscaré otras realidades que me despierten sensaciones nuevas, el instinto me guiará hacia otras realidades que me hagan sentir cosas mejores. El instinto hace que tengamos los sentimientos en diferentes sitios cada vez.
Ejemplo: Juan tiende a una chica, la chica le despierta una sensación en sus sentimientos, él dirige sus sentimientos hacia ella porque sus instintos le hacen tender a ella. Aparece otra chica, despierta sensación más fuerte en sentimientos de Juan, instinto de Juan dirige sentimientos hacia esa otra, etc… Podemos tener los sentimientos puestos en una persona, pero ha sido el instinto quien ha actuado primero. No se puede hablar de amar a una persona solo por el hecho de tener puestos los sentimientos en ella, hace falta la razón y conocerla. Los sentimientos tienen otra manera de ser, no solo vienen dados o funcionan con las sensaciones fisiológicas, tienen que ver con la profundidad, y cuanto más profundos, más estables. No se olvidan (Cuando queremos a alguien, la queremos).
La razón nos pone pegas, es la autoridad. Vivimos la vida satisfaciendo los placeres pero respetando la autoridad, entonces podría decirse que estamos reprimidos. Dejándose llevar solo por los sentimientos (bruto natural), nos encontramos con espejos en donde nos vemos reflejados (Ej: época de crisis sentimental: nos vemos reflejados en películas, novelas, etc… como por ejemplo: La rosa púrpura de El Cairo). Necesitamos reconocer nuestros sentimientos y lo podemos hacer mediante espejos culturales, que son la poesía, películas románticas, cuentos, etc.; entonces le ponemos nombres a nuestros sentimientos (verbalización). Cuanto más cultura tiene un individuo, más se verbaliza, más se conoce y se aclara con sus sentimientos; y con los espejos culturales lo expresamos a los demás.
Aquella que “solo ella” pudo causar ese sentimiento. La realidad íntima es la causa formal de un sentimiento. Los sentimientos son tan únicos e irrepetibles como la realidad que conocemos. Cada persona me produce un sentimiento irrepetible. Por eso es tan difícil clasificar los sentimientos, porque hay tantos como personas y bajo el punto de vista de cada uno.
Cuando miramos a una persona la miramos a través de un foco de sentimientos, la miramos a través del sentimiento que ha despertado en mí. Cuando no nos aclaramos es porque ese foco está mal enfocado, el sentimiento está mal enfocado, e intentamos ver la realidad de dos formas: alejado del foco o pegándonos más al foco. Cuando nos alejamos del foco estamos desechando la realidad (porque desechamos el sentimiento que nos ha despertado, y esa es nuestra fuente por la que la conocemos), y cuando nos pegamos más al foco lo que miramos es ese foco, lo que miramos es el sentimiento que despierta esa realidad, no miramos la realidad.
Hay veces que no se da este orden, sino que primero actúa la razón, se da al revés. En estos casos actúa una autoridad, que nos dice cómo es la realidad, y no la siento. La autoridad nos razona muchas cosas, y si es verdadera y auténtica, lo que debe hacer es enseñar a sentir y distinguir por uno mismo. Cuando los sentimientos se enfrentan a la autoridad lo que hace es pensar. La autoridad nunca debe imponer principios de manera tajante, debe invitar a hacer pensar, lo que debe enseñar la autoridad es a saborear la realidad.
La película La Misión: Hay dos protagonistas, el padre Gabriel y Mendoza, que parecen que van a ser enemigos, pero están unidos por un objetivo común. El padre Gabriel va a un sitio difícil, por caminos difíciles, igual que Mendoza, pero a los dos los mueve una profunda convicción. El padre Gabriel quiere llevar la fe y una vida más humana a los guaraníes (una tribu), y Mendoza quiere reparar su culpa (mató a su hermano y se va a la selva); allí se encontrarán los dos. Los gobernadores y el cardenal, que han mandado la misión al padre Gabriel, son políticos para los cuales la misión es un interés político, pero para los protagonistas es un valor.
En un momento se plantea la cuestión de si se van a quedar en la tribu. Para los guaraníes el padre Gabriel y Mendoza representan algo muy importante, representan una imagen del hombre del mundo y de Dios, pero el cardenal no apoyaba esa misión. Nosotros pedimos a los protagonistas que sean héroes, les cargamos de cosas. Si ellos fracasan como representantes, se acaba esto para los guaraníes, y la tribu no entiende que se vayan. El dilema se hace más conflictivo. El padre Gabriel no puede dejarles, es imposible, destruye todo el mundo de los guaraníes, y nosotros pedimos al protagonista que siga el valor, que siga en la tribu. ¿Qué iban a hacer?, ¿irá otra tribu?, ¿para qué?, ¿para que los de la otra tribu digan: mirad estos son los que dieron la espalda a nuestros hermanos los guaraníes, lo mismo harán con nosotros?
Al final se quedan en la tribu, y mueren en una contienda. Otro dilema es la lucha. Mendoza lucha con las armas, y padre Gabriel con la oración. Mueren (“…el que a espada mata a espada morirá”), pero no por eso acaba mal la película (en el ejemplo de la historia anterior: si el hombre que se tira a rescatar al niño muriese, no acaba mal la historia). El cardenal apoya otra misión, pero el padre se niega. Al final de la película el cardenal dice: “ellos han muerto y yo estoy vivo, pero ellos están vivos en la mente de los vivos, y yo no”.
El conflicto que se plantea el protagonista de la historia es siempre de conciencia, entre un valor y un interés. El valor atrae por sí mismo, el valor tiene que atraer en la historia (el espectador quiere que el protagonista siga el valor, que se quede en la tribu, que se tire a por el niño que se ahoga). El autor es el que da autoridad; en toda historia hay un autor implícito que da autoridad a esa misión. El autor no aparece normalmente en la historia, habla a través del destinatario. Si planteáramos una estructura narrativa clásica, habría que plantear este esquema: Autor, Protagonista, Misión, Destinatario (Valor), Antagonista (Interés). La conciencia del protagonista ve la misión, y es el momento de la verdad, que llega casi al final de la historia. Toda historia se hace representativa porque hay un valor en juego, y da fuerza para vivir la propia historia. Fuerza de la Narración. En nuestra vida se nos plantean también conflictos de conciencia, y es más difícil seguir el valor, pero es lo que hace representativa nuestra historia.
