Portada » Historia » Hitos Fundamentales de la Historia Argentina: De la Confederación a los Movimientos Populares
A comienzos de 1851, la Confederación y el Imperio del Brasil entraron nuevamente en conflicto. Ello se debió, entre otras razones, fundamentalmente a que las relaciones entre Buenos Aires y Río de Janeiro se veían desgastadas por el futuro a definir de la Banda Oriental. Las fuerzas estaban concentradas del bando argentino, que contaba con el Ejército de Vanguardia a las órdenes de Oribe y con el poderoso Ejército de Operaciones que mandaba Urquiza. Pero un suceso inesperado modificó dicha situación de ventaja.
Urquiza se pronunció contra Rosas en mayo de 1851. Las causas fueron varias: el desgaste sufrido por Rosas luego de un gobierno de tanta extensión; recelos entre el entrerriano y don Juan Manuel, con motivo del Tratado de Alcaraz, firmado por aquel y desaprobado por este; la acción de agentes imperiales cerca del gobernador de Entre Ríos; la interrupción de cierto tráfico irregular de ganado en pie entre dicha provincia y Montevideo, que se realizaba pese a las prohibiciones vigentes y que involucraba haciendas de Urquiza.
Urquiza se propuso batir a Oribe antes de marchar sobre Buenos Aires. Ambos ejércitos quedaron enfrentados, sus jefes parlamentaron, conviniéndose un armisticio precario. El 18 de agosto de 1851, Rosas declaró la guerra al Brasil. El 4 de septiembre, tropas brasileñas cruzaron la frontera uruguaya. Ante la proximidad de dichas tropas, Oribe concluyó una capitulación en regla con Urquiza, quedando Rosas librado a su suerte.
El “Ejército Grande” de Urquiza se preparó para avanzar sobre Buenos Aires. Rosas preparó la defensa en Santos Lugares. En su avance, el “Ejército Grande” sufrió deserciones; entre ellas, uno de los regimientos se sublevó, dando muerte a su coronel y marchando hacia Santos Lugares para unirse a Rosas. Las autoridades de Santa Fe, Rosario y San Nicolás se plegaron a Urquiza.
A las 9 de la mañana del 3 de febrero de 1853, comenzó la Batalla de Caseros cerca del palomar. Los enfrentamientos duraron tres horas, resultando Rosas vencido. A este hecho le sucedieron actos de sangrienta represión. Fueron degollados algunos de los líderes de la Mazorca y fusilados algunos de los sublevados al Ejército Grande de Urquiza. Rosas renunció y partió en el buque británico Locust hacia Southampton. Allí terminaría sus días en la pobreza, debiendo ser auxiliado económicamente por sus amigos. Incluso Urquiza le brindaría alguna ayuda.
San Martín, al dictar su testamento en París el 23 de enero de 1844, estableció: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de América del Sur, le será entregado al Excelentísimo Señor General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla.”
La situación de Urquiza en Buenos Aires no era cómoda. Los unitarios le brindaban su apoyo por haber derrocado a Rosas, pero al mismo tiempo desconfiaban de él por ser un caudillo federal. Los brasileños lo tenían como aliado, pero él deseaba cortar relaciones con ellos.
Mediante el Acuerdo de San Nicolás, suscripto por los gobernadores provinciales el 31 de mayo de 1852, se le otorgó el título de “Director Provisorio de la Confederación Argentina”. Al mismo tiempo, se convocó a un Congreso General Constituyente.
En septiembre, comenzaron a reunirse en Santa Fe los delegados para el Congreso General Constituyente. Urquiza se dirigía para inaugurarlo cuando en Buenos Aires estalló una revolución. Entre los partidarios de la misma se encontraba el joven Bartolomé Mitre, quien había formado parte del Ejército Grande, y quien desempeñaría un rol importante en los devenires de la Argentina.
Los revolucionarios tomaron las primeras medidas, quitándole los poderes conferidos a Urquiza para el manejo de las relaciones exteriores, así como declararon inválido el Acuerdo de San Nicolás y dejaron sin efecto el nombramiento de diputados para el Congreso Constituyente. Asimismo, se designó a Valentín Alsina como gobernador de Buenos Aires. El mismo despachó tropas dirigidas a Santa Fe, las cuales encomendó al general Paz y a Hilario Lagos, intento que fracasó finalmente, ya que este último se sublevó, sitiando a Buenos Aires.
Urquiza finalmente se sumó al sitio e intervinieron Inglaterra y Francia como mediadores. Las cuales, una vez más, solo tenían el interés de declarar la libre navegación de los ríos, una de las causas por las cuales Rosas había llegado a conflicto con estos países. El 31 de julio de 1853, concluyó el enfrentamiento. Se firmó un acuerdo con Buenos Aires, poniendo fin a las hostilidades; se reconoció al nuevo gobierno porteño, fruto de la revolución, y se retiró Urquiza a cambio del pago de una indemnización. Las condiciones del acuerdo distaron de conformar a muchos.
El 9 del mismo mes y año, en toda la Confederación, salvo en Buenos Aires, se juró la flamante Constitución Nacional, sancionada por el Congreso reunido en Santa Fe. La misma se basó en “Las Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina” de Juan Bautista Alberdi, libro que publicara en 1852. Las mismas reunían algunos artículos del autor, publicados en un diario chileno, y nuevas consideraciones inspiradas en la situación acaecida luego de la caída de Rosas. De marcado tinte liberal, señalaban la importancia de las libertades personales y el libre comercio, y asimismo la necesidad de fomentar la inmigración. La segunda edición de “Las Bases” contenía un proyecto de constitución, inspirado en la de los Estados Unidos de Norteamérica. El mismo tuvo gran influencia en los Congresales reunidos en Santa Fe.
Adelantándonos en el tiempo, y en lo que a nuestra materia concierne, es necesario hacer referencia a las ideas que tuvieron influjo de manera concreta en un grupo de pensadores, dirigentes y políticos a partir de 1880 en la República Argentina.
Con la presidencia de Julio Argentino Roca (12 de octubre de 1880), llegó al poder la que luego sería conocida como la “Generación del 80”. Algunos de ellos ya habían participado de manera individual en la política argentina. Educados en el liberalismo que entró en boga después de la época de Rosas, centraron como máximo objetivo de cualquier gobierno la vigencia de las libertades individuales. La instauración de la libertad de comercio, la convicción dogmática del “progreso indefinido”. Eran cultos y refinados. Educados en el extranjero y admiradores de la cultura francesa y británica. Sin embargo, eran descendientes de familias históricamente argentinas. En materia económica, se habló del “Proyecto del 80”.
Continuando con nuestro recorrido histórico, es necesario hacer referencia a dos de los grandes líderes que ha tenido la historia política argentina (sin perjuicio de los cuestionamientos o reconocimientos que pueden hacérsele a su ideología).
Hipólito Yrigoyen fue un hombre reservado, a tal punto que se desconocen a ciencia cierta cuáles eran sus convicciones doctrinarias. Llegó a la presidencia del país en octubre de 1916, rondando los sesenta años de edad. Poco tiempo después de asumir, iría interviniendo las provincias una tras otra con el propósito de remover las situaciones afianzadas en ellas y neutralizar la influencia en los comicios que se realizarían. Mantuvo a rajatabla la neutralidad frente a la Primera Guerra Mundial, a pesar de permanentes presiones para tomar postura respecto de dicho conflicto bélico.
En octubre de 1917, Yrigoyen estableció el “Día de la Raza”, como homenaje a la obra civilizadora de España en América, dictando para ello un decreto digno del mayor elogio en cuanto a su fondo y forma. Durante su primer gobierno, se construyó un gran número de escuelas y se implementó el uso del guardapolvo blanco para los alumnos de los colegios oficiales. También por ese entonces, el Congreso sancionaría la ley de divorcio; elevada la misma al Poder Ejecutivo para su promulgación, fue vetada por Yrigoyen. Los fundamentos eran: la ley es inconstitucional, ya que contrapone los valores instaurados por la misma.
Sería sucedido en el poder por la fórmula por él propuesta: Marcelo T. de Alvear – Elpidio González, resultando ganadora el 2 de abril de 1922. En 1928, se realizaron nuevamente elecciones presidenciales, en las que se encontraban enfrentados los denominados radicales “personalistas” y radicales “galeritas”. Los primeros llevaron la fórmula Yrigoyen-Francisco Beiró, y los segundos a Leopoldo Melo-Vicente C. Gallo. La fórmula “personalista” duplicó en votos a la de los “galeritas”.
Yrigoyen inició su segundo mandato con 76 años de edad. Nunca se caracterizó por su buena administración, motivo por el cual su segundo período no fue bueno, y por ello provocó con sus desaciertos la revolución militar que le puso fin.
La ley de presupuesto correspondiente a 1930 se aprobó a libro cerrado, debido a que los parlamentarios oficialistas temían a la controversia e invocaban la investidura del presidente para votar por la afirmativa. La oposición se incrementó, coincidiendo en ella sectores que resultaban ser hasta antagónicos, que coincidían en criticar la mala gestión del gobierno.
El 31 de agosto de 1930 se inauguró la Exposición Rural en Palermo, a la que Yrigoyen no concurrió acusando razones de salud y envió al Ministro de Agricultura, quien fue recibido de mala forma por los asistentes. Comenzó a generarse un clima denso. Columnas reclamaban que renunciara Yrigoyen, quien estaba enfermo. Y su vicepresidente estableció el estado de sitio. La policía dispersó las manifestaciones a balazos.
Durante la madrugada del 6 de septiembre, comenzó a gestarse una revolución dirigida por el general José Félix Uriburu. Dirigiendo una columna formada por cadetes del Colegio Militar, se dirigió al centro de Buenos Aires. Terminó alcanzando la Casa Rosada e ingresando en ella, obteniendo la renuncia del vicepresidente Martínez. Poco tiempo después, el mismo Yrigoyen renunció, entregando una nota con su firma que rezaba: “Ante los sucesos ocurridos, presento en absoluto la renuncia del cargo de presidente de la Nación Argentina.”