Portada » Economía » Fundamentos del Crecimiento Económico: El Modelo de Solow-Swan y sus Implicaciones
El crecimiento económico es un pilar fundamental para el progreso y el bienestar de las sociedades. Comprender sus motores es esencial para el diseño de políticas que impulsen el desarrollo a largo plazo.
El crecimiento económico es un fenómeno clave para el bienestar humano y la mejora de la calidad de vida.
Las explicaciones comunes del crecimiento incluyen la acumulación de capital, la mejora de la educación y el avance de la tecnología.
Los economistas modernos emplean modelos simplificados para aislar estos factores y comprender su impacto individual y combinado en el proceso de crecimiento.
Los modelos de crecimiento suelen presentar una estructura de equilibrio general que integra a las familias, las empresas y los mercados.
En esta estructura, las familias consumen y ahorran; las empresas alquilan factores de producción y producen bienes; y los mercados equilibran la oferta y la demanda de bienes y recursos.
Para comprender los fundamentos, el modelo inicial estudiado a menudo simplifica esta estructura, eliminando explícitamente a las empresas y los mercados. En un esquema simplificado, sin presencia de empresas o mercados, la economía puede asemejarse a una situación de Robinson Crusoe, donde un individuo combina trabajo y capital para producir, sin intercambios en mercados.
El Modelo de Solow-Swan es un pilar fundamental en la teoría del crecimiento económico, ofreciendo un marco para entender cómo la acumulación de capital, el crecimiento poblacional y el progreso tecnológico influyen en el producto per cápita a largo plazo.
El modelo se fundamenta en una economía cerrada, lo que implica la ausencia de gobierno y comercio exterior.
El Producto Interno Bruto (PIB) se distribuye entre el consumo (C) y la inversión (I).
Dada la ausencia de gobierno y comercio, el ahorro de la economía es igual a la inversión.
La función de producción agregada depende de tres factores clave: el capital (K), el trabajo (L) y la tecnología (A).
El capital (K) abarca elementos como máquinas, edificios y equipos utilizados en el proceso productivo.
El trabajo (L) se asume homogéneo, es decir, todas las unidades de trabajo son idénticas en su capacidad productiva.
La tecnología (A) es un bien no rival, lo que significa que puede ser utilizada simultáneamente por múltiples agentes sin agotarse, a diferencia de bienes rivales como el capital y el trabajo. El crecimiento del producto agregado puede provenir del aumento de alguno de estos factores o del progreso tecnológico.
La función de producción neoclásica exhibe rendimientos constantes a escala, lo que implica que si se duplican todos los factores de producción, el producto también se duplica.
Asimismo, muestra rendimientos decrecientes por factor individual (capital o trabajo), lo que significa que, manteniendo los demás factores constantes, cada unidad adicional de un factor contribuye menos al producto total que la unidad anterior.
Cumple con las condiciones de Inada: la productividad marginal de un factor tiende a infinito cuando la cantidad de ese factor es muy baja, y tiende a cero cuando la cantidad de ese factor es muy alta.
Una función Cobb-Douglas típica se expresa como: Y = A ∗ Kα ∗ L(1-α) [Fórmula aquí].
Esta función es notable porque mantiene constante la participación del capital y el trabajo en el ingreso nacional.
Los productos marginales del capital y del trabajo son positivos pero decrecientes, lo que es consistente con los rendimientos decrecientes por factor individual.
Es una función ampliamente utilizada en modelos económicos debido a su simplicidad y propiedades matemáticas deseables.
Se asume que las familias ahorran una fracción constante (s) de su ingreso total.
Por lo tanto, la inversión (I) también es una fracción constante del PIB. La inversión tiene dos motivos principales: aumentar el stock de maquinaria para futuras producciones y reemplazar maquinaria desgastada o obsoleta, asegurando la continuidad del proceso productivo.
La depreciación del capital (δ) ocurre a una tasa constante, representando el desgaste o la obsolescencia del capital a lo largo del tiempo. Aunque en modelos simples se considera independiente de las condiciones económicas, en la realidad puede variar según la intensidad del uso del capital.
La población se considera igual a la fuerza laboral (L) y crece a una tasa constante (n).
El capital per cápita (k) se define como la relación entre el capital total y la fuerza laboral: k = K/L [Fórmula aquí].
Se deriva una ecuación fundamental del modelo para el crecimiento del capital per cápita, que describe su evolución en el tiempo: k̇ = sf(k) – (δ+n)k [Fórmula aquí].
El estado estacionario (k*) ocurre cuando el capital per cápita no cambia, es decir, cuando k̇ = 0. En este punto, la inversión neta compensa la depreciación del capital y el crecimiento poblacional.
En el estado estacionario, el capital y el producto por persona se estabilizan, alcanzando un nivel constante a largo plazo.
El nivel del estado estacionario depende positivamente de la tasa de ahorro (s) y negativamente de la tasa de depreciación (δ) y la tasa de crecimiento poblacional (n).
Si aumenta la tasa de ahorro, la economía converge a un mayor nivel de capital por persona en el estado estacionario.
Un hallazgo clave del modelo de Solow-Swan es que, sin progreso tecnológico exógeno, el crecimiento del producto per cápita en el largo plazo es nulo; la economía solo crece al ritmo de la población.
La curva de ahorro, representada por sf(k), es creciente y cóncava, reflejando los rendimientos decrecientes del capital.
La curva de depreciación y crecimiento poblacional, representada por (δ+n)k, es una recta con pendiente positiva.
El punto donde estas dos curvas se cruzan define el nivel de capital de largo plazo, es decir, el estado estacionario (k*).
La economía converge hacia este punto de equilibrio a lo largo del tiempo, independientemente de su capital inicial.
El modelo neoclásico de crecimiento de Solow-Swan, a través de su ecuación fundamental, describe cómo el stock de capital per cápita evoluciona en el tiempo, destacando que el crecimiento depende del ahorro, la tecnología y la depreciación.
La tasa de crecimiento de la producción está intrínsecamente relacionada con el aumento del capital, el empleo del trabajo y el progreso tecnológico, siendo estos los principales determinantes del crecimiento económico a largo plazo.
La literatura del crecimiento económico ha tendido a simplificar la depreciación, asumiéndola constante, aunque en la realidad su dependencia de la intensidad de uso del capital podría ser un factor importante a considerar en modelos más complejos.
La inversión en capital y tecnología, junto con la educación de la población (formación de capital humano), son identificadas como las principales fuentes de crecimiento a largo plazo. Sin embargo, en los modelos básicos, la tasa de ahorro se asume constante y exógena.
La selección y diferenciación de los modelos económicos se basan en diversas características, como la forma de la función de producción, el papel del gobierno, la apertura al mercado internacional de capitales y el énfasis en el progreso tecnológico.
Las políticas económicas que buscan aumentar la tasa de inversión pueden tener efectos positivos significativos en el crecimiento, como se ha observado en economías con altas tasas de inversión como Japón, Hong Kong, Taiwán y Singapur.
En resumen, el crecimiento económico en estos modelos depende fundamentalmente de la acumulación de capital, los avances tecnológicos y la formación de capital humano, siempre considerando las condiciones del mercado y las decisiones de ahorro e inversión.