Portada » Religión » Fundamentos de la Teología Moral Católica: Dignidad, Libertad, Virtudes y Conciencia
La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios. Por sus actos deliberados, la persona humana se conforma o no al bien prometido por Dios. Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior con la ayuda de la gracia. Crecen en virtud, evitan el pecado y así acceden a la perfección.
En Cristo, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. En Cristo, la imagen divina, alterada en el hombre por el primer pecado, ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios.
La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de la persona a semejanza de la unidad de las Personas divinas entre sí.
Toda vida humana aparece como una lucha entre el bien y el mal. Toda persona humana encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad.
La bienaventuranza nos hace participar de la vida divina. Están en el centro de la predicación de Jesús.
Se caracteriza como:
Las Bienaventuranzas:
Dios creó al hombre racional, confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. Dios quiso dejar al hombre en manos de su propia decisión.
La libertad es el poder de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismos acciones deliberadas.
Es una fuerza de crecimiento y maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
El hombre pecó libremente al rechazar el proyecto de amar a Dios; se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado.
Cristo trajo la salvación para todos los hombres, rescatándolos del pecado. El Espíritu Santo nos fue dado.
La gracia de Cristo no se opone a nuestra libertad, sino que corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios puso en el corazón del hombre.
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es padre de sus actos. Estos actos son calificables moralmente como buenos o malos.
Las fuentes de la moralidad son:
Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano. Constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la del espíritu. Son numerosas; la fundamental es el amor.
Las pasiones no son buenas ni malas en sí mismas. Reciben calificación moral en la medida en que dependen de la razón y la voluntad. Se llaman voluntarias porque están ordenadas por la voluntad.
Son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas, al contrario.
Consiste en ordenar al bien y a la bienaventuranza los movimientos sensibles que asume.
Consiste en que el hombre no sea movido al bien solo por la voluntad, sino también por su apetito sensible.
El hombre, en lo más profundo de su conciencia, descubre una ley que no se da a sí mismo, sino a lo que debe ser, y cuya voz resuena llamándolo a hacer el bien. Se llama a la conciencia su núcleo más secreto y el sagrario del hombre.
La conciencia ordena en el momento oportuno a practicar el bien y evitar el mal. Juzga las opciones concretas, aprobando las que son buenas y atestiguando la autoridad de la verdad con referencia al bien supremo.
Es el juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto.
La conciencia es la ley de nuestro espíritu; nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza. Es la mensajera de Aquel que a través de un velo nos habla.
La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. Comprende la percepción de los principios de la moralidad y su aplicación a las circunstancias concretas.
Una conciencia bien formada es recta. Formula su juicio según la razón, conforme al verdadero bien querido por la sabiduría del Creador.
La conciencia puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y la ley divina. El hombre a veces se ve enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral menos seguro.
La persona humana debe obedecer siempre al juicio cierto de su conciencia. Sin embargo, la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos.
Está iluminada por la fe verdadera, porque la Caridad procede al mismo tiempo de un corazón limpio y de una conciencia recta.
La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.
Son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales, etc. Ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Se adquieren mediante las fuerzas humanas y son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos.
Es la virtud que dispone a la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Es la que guía directamente el juicio de conciencia.
Es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. El hombre justo se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo.
Asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa.
Modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.
Es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma.
Es la virtud por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo.
Es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraternal.
El pecado es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta. Es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo. El pecado es una ofensa a Dios; se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones.
Destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios.
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones:
Deja subsistir la Caridad, aunque la ofende y la hiere. El pecado venial debilita la caridad. Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin pleno consentimiento.
