Portada » Psicología y Sociología » Fundamentos Clínicos del Desarrollo Psicológico en Niños y Adolescentes
La dependencia en los primeros años de vida hace que las características del medio familiar y social sean relevantes en el inicio y mantenimiento de los trastornos psicológicos, ya que este es el principal foco de interacciones interpersonales. Al evaluar las dificultades sintomáticas, comportamentales o relacionales por las que el niño y la familia consultan, el psicólogo debe considerar el trastorno generado como un pronóstico para el proceso de adaptación y crecimiento.
El concepto de desarrollo designa la progresiva complejidad e integración de estructuras, funciones y conductas del individuo, y abarca la interacción de factores de maduración y experiencia.
Se describen diversas crisis vitales, las cuales se viven como una desorganización entre dos períodos consecutivos del desarrollo, para hacer frente a los conflictos o modificar los anteriores.
Las primeras expresiones del yo infantil frente a las presiones pueden derivar de la psicopatología o de conflictos silenciosos, cuando no se resuelven las circunstancias en las que se generan, perdiendo su carácter transitorio.
Los puntos de fijación se dan especialmente en la etapa pregenital del desarrollo, en los primeros años. La regresión, ya sea temporal o permanente, ocurre cuando el niño se enfrenta a excesivas frustraciones, ansiedades o a una tarea evolutiva, manifestándose en los puntos de fijación.
Los desajustes se pueden considerar normales, como indicadores del desarrollo, si no afectan el movimiento progresivo hacia la madurez. Sin embargo, cuando las regresiones se vuelven permanentes y afectan la personalidad del niño, se convierten en elementos patógenos que contribuyen a la formación de una serie de trastornos.
Se relacionan directamente con la consideración del carácter dinámico e integrador de los procesos de desarrollo psíquico. En el siglo XX comenzaron a surgir nociones de competencia y vulnerabilidad, las cuales eran posibles de observar desde el recién nacido.
Los factores de riesgo son las condiciones del niño o su entorno que conllevan riesgo de enfermedad mental. Aunque estos factores no permiten predecir quién desarrollará una perturbación o la gravedad de la patología, el programa del Ministerio de Salud identifica, entre otros, los siguientes:
Los estudios longitudinales han encontrado factores protectores, tanto individuales como familiares, que están relacionados con un buen ajuste y salud mental posterior. En el caso de los niños, los factores protectores incluyen:
Se relaciona con aspectos importantes del trabajo clínico, como situaciones externas que pueden ser traumáticas para los niños. Freud resalta la importancia de que toda etapa de desarrollo genera situaciones peligrosas, una condición de angustia. Las situaciones conflictivas en el niño dependen de las características de su personalidad y de la capacidad de sus padres para responder adecuadamente al impacto en el equilibrio psicológico del niño.
Aquellas situaciones que desbordan la capacidad adaptativa del yo, sus consecuencias dependerán del momento del desarrollo en que se presenten. Resultarán traumáticas aquellas que entran en resonancia con los deseos y temores del niño en función de su desarrollo. Al no resolverse las situaciones a su debido tiempo, pueden transformarse en conflictos internalizados por el niño, con lo cual las regresiones serán una reacción a su influjo.
El desarrollo emocional temprano se ha concebido a la madre como el yo auxiliar, un continente, una socia simbiótica o como una barrera de estímulos. Se le atribuyen funciones cruciales para el equilibrio y el desarrollo del niño, así como en la aparición de sintomatología o trastornos en el bebé.
Los padres y la familia, su estructura y dinámica de funcionamiento, son otros sustentos con los que cuenta el lactante para el logro de la tarea evolutiva en esta etapa.
En la etapa de desarrollo pregenital o preedípica, los peligros por los cuales el yo del niño se siente amenazado son atribuidos al miedo del mundo objetal, al temor al castigo o a la pérdida de amor.
Los síntomas que los niños presentan en los primeros años suelen ser aislados e independientes entre sí, y se hallan sujetos a factores ambientales.
Con el advenimiento de la etapa fálica-edípica, la sexualidad en la primera infancia alcanza su cima y se aproxima a su disolución. El Superyó surge como heredero del complejo de Edipo, la inhibición externa es interiorizada y se logra estructurar la personalidad, así como la fuerza e independencia del Superyó. Durante el periodo de latencia del niño, se logra establecer una diferenciación generacional entre el adulto y el niño, lo que le permite llevar a cabo ocupaciones con placer que no son en sí placenteras.
El adolescente experimenta modificaciones en los impulsos, en la organización del yo, en relación con sus objetos, en las ideas y las relaciones sociales. En este período del desarrollo se da el síndrome normal de la adolescencia, esto es visible en la magnitud de las tareas que lleva a cabo, ya no solo debe enfrentar el mundo adulto, sino que desprenderse de su mundo infantil, lo que lo lleva a la inestabilidad característica de esta etapa. El objetivo de este proceso es el establecimiento de su identidad.