Portada » Lengua y literatura » Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Cervantes: Vidas y Obras Clave del Siglo de Oro Español
Nació en Belmonte (Cuenca), aunque se le suele asociar con Salamanca, donde ingresó en la Orden de San Agustín. Estudió en la Universidad de Salamanca y en ella llegó a ser catedrático. Es posible que entre sus alumnos estuviera Juan Yepes Álvarez, futuro San Juan de la Cruz.
Fray Luis de León era un gran defensor del castellano como lengua vehicular de la enseñanza. Por traducir a esta lengua un libro de la Biblia (El Cantar de los Cantares) y por sus disputas académicas, sufrió un proceso inquisitorial y estuvo un tiempo en la cárcel (1572-1576). Al salir de ella, volvió a su cátedra en la universidad pronunciando, según la leyenda, la famosa frase: «Decíamos ayer…».
Aún tuvo tiempo Fray Luis de ocupar importantes cargos en su orden, hasta que la muerte le sorprendió en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) en 1591.
Escribió en prosa y en verso. A sus poesías líricas nunca les concedió mucha importancia; ni siquiera las publicó en vida. Las editó póstumamente un poeta posterior: Francisco de Quevedo y Villegas, en 1631. Decía Fray Luis de León que sus poemas eran «obrecillas» que «se le cayeron de entre las manos» allá en su mocedad.
Entre los poemas de Fray Luis, merece justa fama su Oda a la vida retirada. Es una defensa de la vida en el campo y un menosprecio de la vida cortesana y urbana. Es un tema que proviene del poeta latino Horacio y que recibe el nombre de beatus ille («feliz aquel»).
De orígenes humildes (nacido en Fontiveros, Ávila), ingresó muy joven en la orden de los Carmelitas. Tras conocer a Santa Teresa de Jesús, se unió a su reforma, convirtiéndose en uno de los primeros carmelitas descalzos y cambiando su nombre por Juan de la Cruz. Pasó por la Universidad de Salamanca y es probable que fuera alumno de Fray Luis de León.
Gran admirador de Teresa de Jesús, le ayudó en la reforma de la orden del Carmelo, fundando varios conventos de la rama descalza (el primero en Duruelo, Ávila). Los más cercanos a la Región de Murcia están en Caravaca de la Cruz y Beas de Segura (Jaén).
Debido a conflictos internos derivados de esas reformas, que no agradaban a todos los frailes (los llamados «calzados»), San Juan de la Cruz fue encarcelado por sus propios hermanos de orden en Toledo (1577-1578). Al salir de ella, continuó con su labor reformadora y literaria hasta que la muerte le sorprendió en Úbeda (Jaén) en 1591. Sus restos mortales fueron trasladados posteriormente a Segovia, donde aún descansan. Dicho traslado es parodiado en un episodio de la primera parte del Quijote.
Más de un siglo después de su muerte, la Iglesia lo canonizó (1726) y posteriormente lo declaró Doctor de la Iglesia (1926). Su vida, además, ha servido de inspiración a diversos escritores; uno de los más recientes es José Jiménez Lozano con su novela El Mudejarillo (1992).
La fama universal de San Juan se sustenta, sobre todo, en tres poemas místicos principales:
Son poemas en los que el poeta describe la unión mística del alma con Dios. Para ello, San Juan echa mano de símbolos y metáforas muy plásticas y, a menudo, terrenales: así, el alma es la Amada y Dios es el Amado, y la unión —simbolizada frecuentemente como un encuentro amoroso— entre ambos debe ser interpretada como la unión inefable del alma con la divinidad. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en versos como «¡Oh noche que guiaste! / ¡oh noche amable más que el alborada! / ¡oh noche que juntaste / Amado con amada, / amada en el Amado transformada!».
Miguel de Cervantes Saavedra es nuestro escritor más universal. Nació en Alcalá de Henares en 1547. Era hijo de un modesto médico cirujano, Rodrigo de Cervantes, por lo que su infancia transcurrió en diversas ciudades españolas (Valladolid, Córdoba, Sevilla).
En Madrid fue alumno del humanista Juan López de Hoyos, quien en 1569 publicó los primeros poemas de Cervantes: con motivo de la muerte de la reina Isabel de Valois. No consta que nuestro escritor siguiera estudios universitarios.
En 1569, Miguel de Cervantes marchó a Italia, posiblemente huyendo de la justicia por un duelo. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y pudo conocer de primera mano la cultura del Renacimiento italiano. Su vocación militar le llevó a alistarse como soldado, y en 1571 participó en la batalla de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», según sus propias palabras. En la batalla, Cervantes fue herido en el pecho y en la mano izquierda, cuya movilidad perdió parcialmente, lo que le valió el sobrenombre de «Manco de Lepanto».
Así pues, con limitaciones para la vida militar, Miguel de Cervantes decidió en 1575 volver a España. En el viaje de regreso desde Nápoles, la galera en la que viajaba fue apresada por piratas berberiscos. Hubo de pasar cinco largos años de cautiverio en Argel, tras varios intentos de fuga, hasta que fue liberado en 1580 gracias al rescate pagado por los frailes trinitarios.
De vuelta a España en 1580, empieza para Cervantes un periodo de dificultades económicas y búsqueda de sustento. Solicitará un puesto como funcionario en América, pero no le será concedido.
En estos años tuvo una hija natural con Ana de Villafranca, a la que llamó Isabel de Saavedra. En 1584 se casó en Esquivias (Toledo) con Catalina de Salazar y Palacios, casi veinte años más joven que él. Este hecho es relevante porque le permitió a Cervantes entrar en contacto con el paisaje y las gentes de La Mancha, que tanta importancia tendrían en su obra magna.
En 1585 publicó su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril, de la cual Cervantes solo publicó la primera parte y que, al parecer, no tuvo gran éxito comercial, aunque él siempre la tuvo en estima.
Entre 1587 y 1600, aproximadamente, Cervantes desempeñará los más diversos oficios para sobrevivir, entre ellos, comisario de abastos para la Armada Invencible y recaudador de impuestos para la Corona. Estos trabajos le acarrearon problemas y enemistades. Por unas cuentas no aclaradas relacionadas con su labor de recaudador, estuvo en la cárcel real de Sevilla en 1597, donde, según la tradición, empezó a gestarse El Quijote.
A principios del siglo XVII, encontramos a Cervantes y parte de su familia (sus hermanas, su hija) residiendo primero en Valladolid (entonces sede de la Corte, 1604-1606) y luego definitivamente en Madrid, buscando el favor de nobles y mecenas, como el Conde de Lemos, a quien dedicaría varias de sus obras.
En 1605 consiguió por fin el éxito literario con el que siempre había soñado, gracias a la publicación de la Primera Parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. El éxito fue inmediato y enorme, aunque no le sacó de sus apuros económicos.
Los últimos años de su vida fueron de intensa actividad creadora:
Póstumamente, en 1617, aparecerá Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela bizantina (de amor y aventuras) que él consideraba su mejor obra.
Miguel de Cervantes murió en Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado el 23 de abril en el Convento de las Trinitarias Descalzas. Esta fecha del 23 de abril coincide nominalmente (pero no realmente, debido a la diferencia entre los calendarios juliano —usado entonces en Inglaterra— y gregoriano —ya vigente en España—) con la de la muerte de William Shakespeare. Por este motivo simbólico, cada 23 de abril se conmemora en todo el mundo el Día Internacional del Libro.
Una de las biografías de referencia sobre Cervantes es la del hispanista francés Jean Canavaggio.