Portada » Lengua y literatura » Figuras Clave y Corrientes Literarias del Siglo XVI Español
Garcilaso de la Vega, nacido en Toledo en 1501, fue hombre de armas y caballero de la corte de Carlos I. En 1525 contrae matrimonio con Elena de Zúñiga y, un año más tarde, conoce a la que será la inspiradora de sus versos, Isabel de Freyre, de la que se enamoró. La dama había venido a España en la corte de la señora Isabel de Portugal, que se casaba con el emperador.
Viajó al servicio de este en varias misiones diplomáticas por diversos países de Europa entre 1532 y 1534. Volvió a Nápoles y allí entró en contacto con la cultura italiana, cuya influencia traería a España tras su regreso. Participa en la campaña de Provenza contra los franceses. Herido en el asalto de Muy, muere poco después en Niza en 1536.
Sus obras se clasifican en:
Las églogas más logradas son la primera y la tercera.
En la Égloga I, el pastor Salicio, enamorado de la pastora Galatea, se queja de su rechazo e infidelidad, y Nemoroso llora la muerte de su amada, la pastora Elisa. En esa naturaleza bucólica desarrolla su queja amorosa.
La Égloga III, en octavas reales, describe un paisaje idílico a orillas del Tajo en que varias ninfas bordan en su tapiz varias escenas mitológicas.
Entre los sonetos destacan:
En la segunda mitad del siglo XVI, el segundo Renacimiento, se produce la cristianización de las tendencias paganizantes que habían inspirado las creaciones literarias en la primera mitad del siglo. Como consecuencia de ello, aparecen dos manifestaciones literarias de carácter religioso: la ascética y la mística.
En la corriente ascético-moral confluyen, cristianizadas, una variedad de corrientes filosóficas: platonismo, epicureísmo, estoicismo y pitagorismo, cuyo tratamiento literario se centra en la vida del hombre de este mundo y en su deseo de trascender y de fundirse con la eternidad.
Este contenido poético se articula en torno a las siguientes ideas generales:
Fray Luis de León, vinculado a la Universidad de Salamanca, de la que fue catedrático, tomó parte activa en las disputas teológicas entre los distintos órdenes religiosos. Víctima de esas luchas y de su propio temperamento, sufrió prisión durante 5 años.
Su producción literaria es bastante breve, menos de 40 poemas, que circularon manuscritos hasta que Quevedo los publicó en 1637 porque los admiraba. Suelen agruparse en tres periodos:
Finalmente, es llamativo el desarrollo en el siglo XVI de una peculiar literatura de carácter religioso, la llamada literatura mística. Los místicos aspiraban a comunicarse directamente con Dios y expresan esa experiencia bien en prosa, bien en verso.
Esto tiene que ver con el cambio de mentalidad que se desarrolla del Medievo al Renacimiento. En la Edad Media, Dios daba una unidad al mundo. Al romperse esa unidad cósmica, se extiende la sensación de algo como la pérdida del Dios que se difumina. En este panorama de ruptura, en el que arden lo tradicional y lo nuevo, se forman comunidades en las que se pretende restaurar la comunicación espiritual.
El problema surge para encontrar la expresión adecuada de ese contacto con Dios. Una característica de la mística es el uso de términos incongruentes o paradójicos, pues realmente la mística es, sobre todo, un lenguaje que necesita explicación para ser comprendido.
Representantes destacados son Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.