Portada » Religión » Fe y Razón: Diálogo Interreligioso y Unidad Cristiana en el Nuevo Milenio
En torno al cambio de milenio, en el año 2000, en toda la Iglesia se relanzó el compromiso por la evangelización. Este nuevo impulso tuvo un especial reflejo en los esfuerzos por la evangelización de la juventud. Muestra de ello son las Jornadas Mundiales de Encuentro de Jóvenes Cristianos que se han ido desarrollando por todo el mundo y que cuentan siempre con la presencia del Papa. Así se continuaba también con una línea iniciada por Pablo VI: la de hacer una Iglesia más universal, fiel reflejo de las diferentes culturas y pueblos del mundo.
Por otra parte, este nuevo impulso evangelizador pretendía también hacer frente a la creciente influencia de las sectas, en especial en América Latina. A finales del siglo XX, el peso de la Iglesia Católica se ha ido desplazando de Europa a África, América e incluso a Asia, zonas en las que existe un gran florecimiento y vitalidad de las comunidades cristianas.
Moisés Maimónides nació en Córdoba en el seno de una familia de jueces rabínicos. Era filósofo, estudioso de la Torá y médico hebraico-español. En el campo filosófico, su gran obra es la Guía de perplejos, escrita en árabe y traducida más tarde al hebreo. Se trata de una obra para quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica. Tras examinar los principales puntos en que religión y filosofía parecen oponerse, demuestra que no hay tal contraste; es decir, establece una conciliación entre la fe y la razón. Esta obra influyó en la filosofía medieval cristiana, especialmente en San Alberto Magno y en Santo Tomás de Aquino, que la conocieron por medio de una traducción que se hizo al latín.
Ramón Llull nació en Palma de Mallorca, de una familia catalana que había acudido a la ciudad tras su conquista por Jaime I. Desde muy joven estuvo relacionado con los ambientes cortesanos. Se casó con Blanca Picany, con quien tuvo dos hijos. Durante esta época llevó una vida mundana y licenciosa, y se dedicó a escribir poesía de corte trovadoresco.
A los treinta años tuvo una fuerte experiencia espiritual de encuentro con Cristo a partir de la cual cambia de vida, abandona la corte y a su familia, peregrina a Santiago de Compostela y se dedica intensamente al estudio y a la contemplación. Aprendió hebreo y árabe, y estudió con intensidad la filosofía y las tradiciones musulmanas y judías. Su intención era misionera: conocer bien esas tradiciones para predicar la racionalidad de la fe cristiana. Pretendía la conversión por la vía del amor y sin ningún tipo de coacción ni violencia. Su intención era mostrar la verdad, según la entendían los cristianos, de una manera tan clara que hasta los musulmanes más radicales la pudieran aceptar. Además de muchas obras de tema religioso y científico, escribió también una novela, Blanquerna, y su propia biografía espiritual.
El cristianismo, que nació como una religión absolutamente minoritaria en el esplendor del Imperio romano, se convirtió con el paso de los siglos en una religión predominante en Europa. Posteriormente, acompañó a toda la expansión política y cultural que salió de este continente. Ese cristianismo tuvo dos grandes divisiones: la de los ortodoxos y la de los protestantes que hoy, junto con los católicos, forman la gran familia de los cristianos.
Además del cristianismo, en el mundo existen comunidades de judíos implantadas en numerosos países. La religión musulmana, surgida en el siglo VII, se ha extendido por todo el mundo. Por otro lado, hay otras religiones, sobre todo las provenientes del Extremo Oriente, presentes en la sociedad actual. Hoy, la Iglesia Católica convive en medio de esta pluralidad de tradiciones religiosas y trabaja sin descanso por la cooperación y el diálogo con todas ellas.
La división existente entre los cristianos es contraria a la voluntad de Jesús; es una falta grave. En su despedida, Jesús oró así al Padre: «Te pido que todos sean uno, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti; de este modo el mundo podrá creer que tú me has enviado».
El Vaticano II impulsó el compromiso de la Iglesia con el trabajo ecuménico; es decir, promover y potenciar las acciones que tienen como objetivo la unidad de todos los cristianos. Tal como pidió el Concilio, todos los cristianos están llamados a favorecer la unidad, lo cual implica:
En las religiones encontramos diferentes percepciones de la divinidad, incluso del Dios Padre. Ante las demás religiones, la Iglesia Católica se compromete a: