Portada » Filosofía » Explorando la Antropología: Corrientes, Conceptos y Metodologías Esenciales
Este texto, escrito por la antropóloga Laura Bohannan, narra su experiencia intentando contar la historia de Hamlet a los Tiv, un grupo del oeste africano. A medida que Bohannan relata la tragedia shakespeariana, los oyentes reinterpretan los eventos y motivaciones desde su propia cosmovisión cultural, transformando completamente el sentido original del texto. Este relato revela de manera ejemplar dos conceptos fundamentales de la antropología:
También se evidencia una crítica al etnocentrismo, ya que la antropóloga inicialmente asume que los valores occidentales son universales. El texto cuestiona la idea de que el lenguaje o las emociones son compartidos por todas las culturas de la misma manera, y muestra cómo la interpretación es culturalmente situada.
Los textos y teorías de Edward B. Tylor, Lewis H. Morgan y James Frazer fundan la primera gran escuela antropológica: el evolucionismo unilineal. Según este enfoque, todas las sociedades atraviesan las mismas etapas de desarrollo: salvajismo → barbarie → civilización, siguiendo un camino único, ascendente e irreversible. Para Tylor, la cultura se puede estudiar como un conjunto de elementos que evolucionan de formas simples a complejas. Morgan, en The Ancient Society (1877), propone una clasificación basada en criterios tecnológicos y de organización social (por ejemplo, la transición del matrimonio grupal a la monogamia).
Estos autores defendían la unidad psíquica de la humanidad (todos los humanos tienen la misma base mental) pero caían en etnocentrismo y eurocentrismo, al situar a la sociedad europea (especialmente la victoriana inglesa) como la cúspide del desarrollo. Este modelo sirvió como justificación intelectual del imperialismo, al presentar a los pueblos colonizados como versiones «atrasadas» de la civilización occidental. Además, son criticados por su metodología especulativa: muchos nunca realizaron trabajo de campo, y construían sus teorías desde documentos y relatos de viajeros (antropología de gabinete o «de sillón»).
La obra de Malinowski representa una ruptura metodológica dentro de la disciplina. En ella, el autor introduce el modelo de trabajo de campo con observación participante, al vivir durante más de un año con los trobriandeses en Papúa Nueva Guinea. Malinowski propone que para comprender una cultura, el antropólogo debe insertarse en la vida cotidiana del grupo estudiado, aprender su lengua y observar sus prácticas desde dentro. Este enfoque inaugura el método etnográfico moderno y permite captar la lógica interna de las culturas.
Su perspectiva responde al funcionalismo, que entiende la cultura como un sistema integrado donde cada institución cumple una función para satisfacer necesidades biológicas o sociales (por ejemplo, el sistema de intercambio Kula como forma de cohesión social). Malinowski defiende un enfoque holista que aborda todos los aspectos del sistema social (económico, religioso, familiar, simbólico…). Aunque rompe con el etnocentrismo en el plano metodológico, su obra aún conserva ciertas limitaciones ideológicas, como su visión de la aculturación como proceso inevitable y pacífico.
Lévi-Strauss propone una jerarquía metodológica para la investigación antropológica:
Para él, la antropología se sitúa en una posición intermedia entre las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades: observa lo humano con rigor empírico, pero también con sensibilidad interpretativa. Desde esta postura, defiende el comparativismo estructural como vía para descubrir estructuras comunes a todas las culturas (como el sistema de parentesco).
En este capítulo, Rosana Guber propone una ruptura con las visiones tradicionales del trabajo de campo como un proceso neutro, objetivo y externo. Frente a las perspectivas positivista y naturalista, plantea una etnografía reflexiva, en la que el investigador reconoce su influencia en el campo y en la producción del conocimiento.
Según Guber, las teorías realistas (positivismo y naturalismo) suponen que el mundo social puede ser descrito como si existiera con independencia del observador. La teoría de la correspondencia plantea que las descripciones son fieles reflejos de la realidad, a menos que haya distorsión. La teoría interpretativa concede cierto margen a la subjetividad, pero sigue creyendo en una realidad externa que se puede captar.
La ruptura antirrealista, en cambio, sostiene que los relatos del investigador no solo describen, sino que construyen la realidad que refieren. Aquí surge la noción de reflexividad: el conocimiento antropológico se co-construye en la interacción entre el investigador y los sujetos del campo. Para explicar este giro, Guber retoma la etnometodología de Garfinkel (años 50-60), que muestra cómo la sociedad se produce en la interacción cotidiana. Los actores sociales no solo reproducen normas, sino que crean activamente la realidad. En este proceso, el lenguaje es el medio por excelencia de reproducción social. Tiene una función performativa: no solo transmite información, sino que hace cosas, crea efectos sociales.
Guber distingue dos propiedades performativas del lenguaje:
Desde esta perspectiva, el trabajo de campo no es un acceso neutral a la realidad, sino un proceso de interacción entre dos reflexividades:
Estas reflexividades pueden estar en desfase, especialmente al inicio del trabajo de campo, cuando no hay reciprocidad de sentido. Si el investigador se impone desde sus propias categorías sin abrirse a las del otro, el campo se vuelve unilateral y poco fértil. El objetivo, según Guber, es lograr una transición hacia la lógica del otro: no proyectar la propia teoría sobre el campo, sino dejarse afectar por él. Para esto, el trabajo de campo prolongado es fundamental: es el espacio donde se pone en juego la reflexividad y se transforma el conocimiento.
Este texto aborda el debate sobre qué tipo de ciencia es la antropología y si puede o debe compartir el método científico con las ciencias naturales. Presenta dos grandes perspectivas epistemológicas:
Sostiene que la realidad es independiente del observador y puede ser conocida de forma objetiva. El investigador debe aplicar un método riguroso, replicable y neutral para generar conocimiento verdadero.
Sostiene que no hay un acceso neutral a la realidad. El investigador es parte del proceso de conocimiento: sus preguntas, su lenguaje y sus categorías moldean el campo. Por tanto, el conocimiento social es situado, reflexivo y performativo. Esta perspectiva subraya que los conceptos no son espejos del mundo, sino herramientas para construir sentido. El lenguaje es performativo: investiga y construye a la vez. La etnografía reflexiva no es solo descripción, sino producción de realidad, porque el investigador interactúa con actores que también son reflexivos.
El texto de Osuna muestra que no se trata de elegir entre objetividad o subjetividad, sino de ser consciente de cómo se produce el conocimiento en la antropología. Reconocer la carga política, social y simbólica de nuestras categorías es una forma de producir una ciencia más honesta y comprometida.
Díaz de Rada amplía el concepto de holismo, que en antropología no se limita a estudiar «todo» de una cultura, sino que funciona como postura teórica y metodológica. No se trata solo de un objeto (la totalidad), sino de una forma de abordar las conexiones entre diferentes dimensiones sociales.
Propone tres tipos de holismo:
Este último enfoque holista es clave para el pensamiento antropológico contemporáneo, ya que permite conectar lo micro con lo macro, lo simbólico con lo material, lo individual con lo estructural.
Aunque no es un texto central en sí, la figura de W.H.R. Rivers representa el modelo clásico de trabajo de campo:
Este modelo ha sido superado, pero sigue siendo una referencia para mostrar el paso hacia enfoques más críticos, comprometidos y reflexivos como los que plantea Guber.