Portada » Biología » Exploración y Patologías de los Pares Craneales I y II: Olfatorio y Óptico
Las neuronas sensoriales que intervienen en la olfacción están ubicadas en los cornetes superiores, en el piso de la cavidad nasal y en el septum nasal superior. Estas neuronas bipolares residen en el epitelio nasal y cuentan con dos prolongaciones: una periférica y gruesa que pasa a la superficie, y otra delgada y central. A partir de esta última se constituyen los filetes olfatorios amielínicos, que convergen para formar pequeños fascículos que atraviesan la lámina cribosa del etmoides, sobre la cual descansa el bulbo olfatorio. Dentro de la sustancia gris del bulbo olfatorio hay distintos tipos de células nerviosas: las más grandes son las células mitrales y las más pequeñas, las llamadas células en penacho.
Existen algunos grupos de células de tamaño intermedio que forman el núcleo olfatorio anterior. Desde allí, las fibras transcurren a lo largo de las cintillas olfatorias y arriban a la corteza olfatoria primaria, constituida por la corteza prepiriforme y el área periamigdalina, cercanas al uncus del hipocampo. La corteza entorrinal se considera la segunda área olfatoria cortical.
La exploración se realiza para cada fosa nasal por separado. Con un dedo, ocluya la fosa contralateral mientras se expone la sustancia para identificar frente a la otra; se requiere que el paciente inhale profundamente 3 o 4 veces. El paciente debe permanecer con los ojos cerrados. El paciente contestará si huele o no, si el olor es agradable o desagradable y, por último, si lo identifica. Las sustancias que se pueden utilizar para su evaluación son el café, la esencia de vainilla y el chocolate.
Las causas más frecuentes de compromiso del I par craneal son el resfrío, los traumatismos craneales o secuelas quirúrgicas, los tumores primarios o secundarios (meningiomas, metástasis, adenomas hipofisarios), las enfermedades de las fosas nasales, el envejecimiento, la enfermedad de Parkinson, como consecuencia de la utilización de algunos fármacos o drogas (corticoides, quimioterapia, cocaína, anfetaminas) o de etiología psicógena. En ciertos tipos de epilepsias suelen aparecer alteraciones olfatorias paroxísticas, denominadas crisis uncinadas, que constituyen verdaderas alucinaciones olfatorias, debidas a la irritación del hipocampo.
Los axones de las neuronas ganglionares multipolares de la retina convergen en la papila para formar el nervio óptico. Al emerger del globo ocular, las fibras son recubiertas por una vaina de mielina y penetran en la cavidad craneal a través de los agujeros ópticos. Ambos nervios ópticos se unen para formar el quiasma óptico, dentro del cual se produce un entrecruzamiento parcial de las fibras: las nasales se dirigen hacia el lado opuesto, mientras que las temporales presentan un curso homolateral. Es decir, al salir del quiasma, las fibras temporales homolaterales y las nasales contralaterales transcurren juntas para formar las cintillas ópticas. A causa de esta disposición, las fibras de la cintilla óptica izquierda representan el campo visual derecho en su totalidad, y viceversa. La cintilla óptica de cada lado se dirige hacia afuera y atrás, en torno al hipotálamo y a la parte rostral del pie de los pedúnculos cerebrales, y la mayoría de sus fibras terminan en el cuerpo geniculado externo, el cual da origen al haz geniculocalcarino, que es la última estación de relevo hacia la corteza visual. Este haz pasa a través de la cápsula interna y forma las radiaciones ópticas que terminan en la corteza de la cara interna del lóbulo occipital (área 17) en ambos lados de la cisura calcarina. Esta disposición de la vía óptica condiciona que las alteraciones del sector superior de las fibras provoquen un trastorno campimétrico inferior y viceversa, así como la lesión de las fibras nasales se traduce en un defecto campimétrico temporal, y la lesión de las fibras temporales en uno nasal.
La exploración comprende el examen de:
Siempre evaluando cada ojo por separado.
Es expresión de la función macular; allí se encuentran el 50% de los axones que forman el nervio óptico. Se evalúa mediante optotipos constituidos por letras de imprenta o símbolos de tamaño decreciente de arriba hacia abajo, acompañadas por una escala. Las tablas de Snellen se utilizan para la visión a distancia y las de Jaeger para la visión de cerca.
Se examina cada ojo por separado, con el paciente colocado a una distancia predeterminada de la tabla, para evaluar la visión de lejos. Cuando el paciente es capaz de leer las letras o símbolos de todas las líneas, se considera agudeza visual normal. Si el paciente presenta una alteración visual que le impide leer estas tablas, se le muestran los dedos de la mano a corta distancia para evaluar si puede contarlos. Si es así, a esta alteración se la denomina visión cuenta dedos. Si solo es capaz de ver los dedos, pero no logra discriminar cuántos se le están mostrando, se habla de visión bulto. Cuando el paciente únicamente puede percibir la proyección de un haz luminoso sobre la pupila, esto se denomina visión luz. Para la evaluación de la visión a corta distancia se utilizan los optotipos de Jaeger, para lo cual se coloca la lámina a 30 cm, evaluando cada ojo por separado.
La disminución de la agudeza visual se denomina ambliopía y se puede deber a vicios de refracción (miopía), opacidad del cristalino (catarata) o alteraciones en la retina (retinitis pigmentaria).
La ceguera o pérdida de la visión se denomina amaurosis y puede estar originada por lesión del nervio óptico, de las vías o de la corteza visual (causas vasculares, metabólicas, traumáticas, neoplásicas, degenerativas, infecciosas, inflamatorias, tóxicas y nutricionales).